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la señora siempre tiene razón

Necesitados de afectos

"Valencia puede ser moderna, mediterránea, rutilante y demás adjetivos que rebosan los folletos turísticos, pero si hay algo destacable en estos últimos años es su falta de afectividad"

12/09/2015 - 

VALENCIA. Anoche acudí, muerto de curiosidad, a mi primer after work, nombre que me pareció fascinante. La cosa consiste en acudir a un bar a tomar una birra después del trabajo. Punto. No hay más. Ni siquiera cacahuetes, si no los pides. Te tomas una segunda cerveza y sigues sin hablar con nadie, pero te enteras de que la sobrina de alguien se ha hecho personal branding y es entonces cuando decides comprar un bazooka para producir al menos algún efecto vistoso que vaya un poco más allá del postureo o la pobre fantasía de los polemistas folclóricos, para sacar con escalpelo el verdadero significado de la palabra "sociedad".

Hay tantas actividades en septiembre, tantas propuestas y posibilidades que uno se da cuenta de que lo que más equipara Valencia con grandes capitales como Nueva York, París, Tokio, Madrid o Burgos es que la gente está muy sola y necesitada de afectos. Valencia puede ser moderna, mediterránea, rutilante y demás adjetivos que rebosan los folletos turísticos, pero si hay algo destacable en estos últimos años es su falta de afectividad.

Una amiga, cuyas bragas-culotte se rulan hoy por efecto del desadelgazamiento post-vacacional, se las ve y se las desea para encontrar una pareja y teme volver a ser virgen por cicatrización. Teme tener que entrar al Meetic después de algunos desafortunados encuentros con hombres con penes de color rosa chicle o de esos miembros invisibles que se soterran en erección en la parte hipogástrica o de los personajes raros de cuya casa sale huyendo con las bragas puestas del revés. También quiere morir después de entablar relación con aquellos que le escriben un amoroso mensaje a las nueve de la mañana y otro una hora después para preguntarle cómo está, al que responde que "exactamente igual que hace una hora" para recibir otro al mediodía, otro a la hora de la siesta, uno por la noche y cuando se encuentra con ellos ya no tienen nada que contarse.

Parece que la empatía es una asignatura difícil de superar, especialmente en estos días donde hay gente que aparece en la prensa pidiendo acoger a una familia siria en su casa, cuando pueden bajar por la noche en el ascensor y encontrar decenas de sin hogar en cualquier cajero. Supongo que uno piensa más en la posibilidad de empatizar con un refugiado de guerra que con alguien que ha tenido mala suerte en la vida. O tal vez sea una comparación fuera de lugar que no viene al caso en esta sección, porque todos cargamos con nuestras contradicciones sociales. Hay que sopesar tanto lo que se dice como lo que se calla para poder vivir con tranquilidad en una ciudad donde criticar los bocadillos de Aquarium -aunque todos coincidamos en la misma opinión- puede provocar una gaffe, un tributo que se paga sobre la sinceridad.

La peligrosidad de las gaffes consiste en que todos nosotros, en los avatares de la vida, por nuestro prójimo, en nuestros errores, en nuestros fracasos, sabemos muy bien lo que la gente dice y piensa de nosotros y la sinceridad puede a veces resultar complicada de admitir. Eso puede sin querer enturbiar un gran amor, un buen conocimiento o simplemente, el clima. Por eso las embajadas no tienen otro trabajo que arreglar gaffes, hacer nuevas gaffes y hacer olvidar, mediante nuevas gaffes, las gaffes anteriores. En una palabra, lo que se llama política extranjera, siempre más llevadera que la política interna de tu ciudad.

Escribir sobre ecos de sociedad es como la absolución de tus pasadas maldades: los periodistas de este tipo de prensa posamos nuestra mirada sobre los demás y dejamos de pensar sobre nosotros mismos juzgando ese o aquel hecho asombroso como si no perteneciéramos a la misma sociedad y viviéramos en una isla en medio del océano, midiendo las estaciones con el regreso de las golondrinas, que es un lujo de millonarios.

Pero por lo general, lejos de ser misántropos, todos los hombres y mujeres sin excepción nos procuramos compañía. Yo quisiera ser rico para no hacerlo y proporcionarme otras fuentes de emociones, pero debido a mi proverbial tacañería y buscando la misma satisfacción, he preferido hacerme pasar por filósofo. Me evito así dirigir mis afectos sobre una única actividad porque, cuando no se trata de cultivar una gran pasión, juntarse con los demás es un recurso como criar un canario, dar albergue a un perro o educar un loro. Y es así como uno empieza a escribir sobre la civilización que le rodea como un acto de caridad más que como una crítica a los hábitos, modas, tradiciones, manías y vicios. Si te acostumbras a perdonar a los demás el delito de existir en mejores condiciones que tú mismo, tu formación mental te impedirá ser un viejo implacable para la gracia, el pecado, el error, la fragilidad ajena. De paso te evitarás la tentación de poner aquel famoso titular del periódico El Imparcial que rezaba: "Guerra en el País Vasco" y cuando leías unas líneas comprendías que Alfonso Guerra había visitado Euskadi. La pasión hay que saber dosificarla sin avasallar a los demás.

Panorámica de la Ciudad de las Artes y las Ciencias. FOTO: EFE.

Pienso en este rollazo introductorio precisamente cuando coincido en la misma cafetería con Jorge Vela, exdirector general de la Ciudad de las Artes y las Ciencias y me retengo de saludarle para preguntarle sobre cómo ve el futuro de ese inmenso complejo y si alguien pensó alguna vez en que el mantenimiento de esas infraestructuras dedicadas al asombro de ciudadanos y foráneos podría sobrepasar las medidas de lo naturalmente posible (económicamente hablando por supuesto, porque las artes y las ciencias no tienen otros límites). Me retengo porque no se molesta a nadie a la hora del café, aunque se haya coincidido en la juventud en el mismo colegio, para preguntar semejante barbaridad en una ciudad que está en pleno cambio, pero la próxima vez lo intentaré.

De que la ciudad está experimentando pequeñas revoluciones internas impredecibles son testimonio las cuestiones culturales, los más sensibles radares de los cambios. En el Ateneo Mercantil de Valencia —institución de pétrea raigambre donde las haya— se ha producido una primera revuelta de algunos socios más provectos del Aula Cultural que han abandonado la institución presidida por Carmen de Rosa para pasarse al Casino de Agricultura. Dejaremos el sabroso cotilleo de los pormenores a los interesados en las habladurías —aunque me muerdo las uñas para no hacerlo— para incidir mejor en la interesante labor cultural que se presentará el próximo jueves 24 de septiembre en la Jornada de Puertas Abiertas en la calle Comedias 12, donde se podrá conocer en persona a los encargados de dar contenido a las conferencias y actividades del Casino, entidad que además ofrece servicios con entidades afines fuera de Valencia y que actualiza así el concepto de club en la ciudad. Este cambio ha incidido también para que el Ateneo Mercantil renueve sus ofertas y compitan ambas sedes en nuevos proyectos. Todo esto me recuerda a la primera escena de la película El sentido de la vida de los Monty Python, una de mis preferidas.

También los cambios suponen siempre una renovación: un segundo ERE en Feria Valencia es el regalo a nivel personal que a impulsado a su exdirector, Vicente Ibáñez, a hacer lo que realmente siempre le gustó: mezclar gente y producir relacione y buen rollo a través de las artes, la fiesta y el bienestar. Por eso ha creado el 33rpmCLUB en el antiguo Linterna Jazz Café de la calle de la Linterna 11 donde escuchar buena música, tomar una copa y asistir a actividades artísticas en directo con un buen puñado de amigos como el premiado con un Goya, Abdesalam Hwidar, el joyero Vicente Gracia que fue galardonado hace seis meses con el Premio Nacional de Artesanía y contará con gente tan diversa en diversos campos como el gestor cultural Pep Rovira, el diseñador Mac Diego, el productor audiovisual Josep Almenar (nota: no confundir con el alcalde de Picanya), el fotógrafo El Flaco, la gestora de eventos Sonia Ariza, o la profesora de baile Carmen Lorente. También el jueves 24 de septiembre abre sus puertas a los espectáculos con el quinteto de cámara valenciano Spanish Brass Luur Metalls, uno de los quintetos de metal más dinámicos y consolidados del panorama musical internacional que ha participado en los festivales más importantes del mundo y ha tocado en la gala de los premios Príncipe de Asturias, junto con el cantaor tradicional valencià Pep Gimeno "el Botifarra". Una fusión musical absolutamente novedosa que recomiendo fervientemente a los que creen que no hay nada nuevo bajo el sol de las tradiciones de Valencia más allá de la combinación de la horchata con café.

Pep Gimeno 'El Botifarra' y la Spanish Brass Luur Metalls.

Aún no he acudido a las veladas organizadas por esas entidades que invitan a personas con más edad que Jordi Hurtado pero que los experimentos médicos han devuelto a la edad del Pequeño Nicolás, sin embargo tengo la esperanza de poder entablar una agradable relación gracias a mis conocimientos sobre fisiomorfosis y venenos diversos procedentes de América del Sur. Tampoco conozco todavía en qué van a consistir algunas programaciones artísticas como la del Teatro Musical de El Cabañal, excepto que como José Luis Moreno tienen la intención de "sacar el arte del barrio", no sé si como en el Bronx con coros de Gospell -salva a tu pueblo, Señor- o los Globetrotters de Harlem, pero tenemos esperanzas de que algo muy bueno ha de salir de ahí si se hace una programación para la mejora del barrio, siempre que no se convierta aquello en una conferencia de la O.N.U. para llegar a un acuerdo ya que El Cabañal, por muy barrio excepcional que sea, creo que sigue siendo Valencia.

En estos encuentros del cambio en los que se están mezclando las más altas esferas y alcurnias con la mochila de Vicente y otras personas buenísimas insertas en complicadas formaciones van a pasar los siguientes meses, mientras mi madre cree que las pesadas obras que se están haciendo en su calle es una idea inopinada del nuevo Ayuntamiento, ajena, gracias a su desinformación disculpable por su avanzada edad, a que todavía colean las maravillas creadas por el anterior equipo. Muchas esperanzas en que todos nos entendamos y nos saquemos de encima las múltiples crisis que la falta de afectos ha creado. Aprovecharé para hacer una primera prueba en IVAM, en la próxima edición de los premios Abierto Valencia organizado por las galerías de arte valencianas la semana que viene. Espero que haya amor y mucho vino de la Vall d´Albaida.

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