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Bambalinas pekinesas o las claves resultantes del Pleno del Partido Comunista de China

Publicado: 02/11/2025 ·06:00
Actualizado: 02/11/2025 · 06:00
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Mi intención inicial en estas fechas era escribir un artículo sobre algo entiendo que más esencial que los temas que voy a tocar hoy: el origen, historia, vicisitudes, transformaciones, desarrollo y situación actual del consumo del vino en China. En efecto, el vino es un producto imprescindible para entender muchas cosas que han sucedido y que están pasando. Y más en China. En relación con el vino en China se ha producido una metamorfosis de dimensiones kafkianas. Todo lo que sucede en China tiene un impacto global. Es una historia sin duda fascinante y a la que dedicaré unas palabras espero que en un futuro próximo Sin embargo muchas veces estamos inmersos en la urgencia y nos olvidamos de lo importante. Con el propósito de resolver temas acuciantes postergamos enfrentarnos a lo estructural y relevante. 

Así la realidad, la actualidad mandan y hacen que estemos inmersos en el torrente impetuoso de la vida que nos cambia los plantes y todo lo avasalla. Y por eso hay que hablar de algo inmediato, que tiene una importancia relativa. Así dos señores mayores, el presidente Xi y el presidente Trump han acordado esta semana en Busan, Corea del Sur, un cierto equilibrio del terror y una tregua en este pulso infinito entre ambas potencias. De esta forma, China no limita las exportaciones al mundo de sus tierras raras (esenciales para los productos de alta tecnología del planeta y que produce China casi en exclusiva) y por otro lado, Estados Unidos irremediablemente recula y aplica un arancel más razonable y estándar del 10% a los productos chinos. Por supuesto que este acuerdo es una estupenda noticia y soluciona una emergencia que se cernía sobre la economía global. Pero no tiene gran trascendencia real y a largo plazo. Todos somos conscientes de que habrá otros, de que se seguirán dando escaramuzas, fintas y golpes sorpresivos y acrobáticos en el uso de las espadas entre China y Estados Unidos. La esperanza es que no se prenda un fuego que no podamos controlar y que nos pueda llevar a una conflagración global de efectos devastadores. 

Pero esta última semana se han producido acontecimientos y encuentros más importantes que nos indican por donde va la música y dónde están las pistas relevantes para entender las acciones de ese gran y complejo portaaviones que es la China actual. Para ello tenemos que ir, como siempre, a Pekín donde del 20 al 23 de octubre pasados se ha celebrado el cuarto Pleno del XX Comité Central del Partido Comunista de China muy probablemente (no se ha explicitado) en el mítico hotel Jingxi gestionado por el ejército chino y reservado para albergar este tipo de eventos trascendentales. La vida política de los países democráticos se entiende a partir de los ciclos electores. Como en China no hay elecciones y por lo tanto sencillamente no se dan ciclos electorales, tenemos que recurrir a otra fuente, los ciclos de planificación que se materializan, en lo concreto, en los planes quinquenales. Así desde 1953 en los inicios de la andadura de la República Popular China, y copiando a los soviéticos, el Partido Comunista de China ha implementado 14 plantes quinquenales con el propósito de establecer el desarrollo económico del país. Así se fijan objetivos, metas y prioridades en materia social y económica para los próximos 5 años.  Este último Pleno tiene mucho interés ya que del mismo van a salir las propuestas específicas para el nuevo 15º Plan Quinquenal que deberá aprobarse en dos años. 

El tiempo pekinés en esta época del año es propicio al aire denso y nublado que anuncia la llegada del invierno y que es consistente con estos encuentros políticos de alto nivel en los que se podrá determinar cuáles son los sueños chinos que hay que perseguir y cuales son ocurrencias que puedan poner en peligro el equilibrio y la armonía del país. 

 

En estos días el Partido se ha sentado en el diván y ha concluido que la modernización es una exigencia de la historia y que por lo tanto es como un destino inevitable. Toda esta reflexión y debate limitado está presidido por la inmensa (y cada vez más) figura del presidente Xi que ha advertido que es plenamente consciente que ese progreso solo se puede conseguir desde la estabilidad más férrea. En efecto, Xi cada vez es mas renuente a asumir riesgos al entender que el entorno internacional es mucho más inestable, imprevisible y se encuentra en una mutación permanente. El catalizador de estas nuevas dinámicas no es otro que su homólogo en Estados Unidos, el presidente Trump. Y Xi tampoco olvida las lecciones de la historia y teme que el Partido Comunista de China pierda su férreo liderazgo y se pueda producir un colapso análogo al que sufrió el Partido Comunista Soviético a finales de los 80. Este hecho histórico obsesiona al presidente Xi. 

¿Cuál es la idea motriz que se va perfilando y que será la clave del nuevo Plan Quinquenal? Se trata de la superación de una economía netamente manufacturera y la culminación de una transformación destinada a convertir a China en una potencia de alta tecnología y autosuficiente. Así una idea omnipresente estos días ha sido el de la autosuficiencia tecnológica de China. Por lo tanto, el futuro de China está en la Inteligencia Artificial (según fuentes oficiales ya hay 4500 empresas operando solventemente en este sector), la energía limpia (para evitar su dependencia de los hidrocarburos) y por supuesto los semiconductores y el espacio. Para asegurarse esa autonomía o autosuficiencia tecnológica es imprescindible la innovación científica y original. Se va a requerir una clara modernización de las industrias, la reasignación de los factores de producción de forma más eficiente para lo que resulta necesario un incremento notable de la productividad de todos los factores. De lo contrario no se va a conseguir. Este aumento de la productividad es una obsesión del presidente Xi.  

Y es que, aunque se pretende presentar esta reflexión como un ejercicio colectivo, la omnipresencia del presidente Xi es cada vez más palpable. Se ha convertido en el epicentro del sistema. Desde su consolidación en el poder en ese lejano 2014 en el que aterricé en Pekín, ha conseguido imponer un relato en el que los tres pilares del sistema son el Partido, el Estado y el mismo. Así nuevamente en el desarrollo de las sesiones de este Pleno, Xi hizo gala de un paternalismo benevolente pero inapelable. Y puso especial énfasis en la inadecuación del pensamiento liberal occidental para gestionar China y la necesidad de profundizar y preservar la unidad nacional. En este sentido anunció una novedosa fase de revitalización nacional. Es como un “make China great again”. Nos suena esto. Igualmente sentenció que, a pesar de que vivimos en un mundo en permanente mutación, China es estable y firme. Como si fuera la inmortal Gran Muralla. 

Además de esta autosuficiencia tecnológica y de la posición dominante del presidente Xi, ¿qué más nos llevamos de este Pleno? En primer lugar, y no es baladí, que la corrupción política es mucho más importante de lo que se podía haber anticipado. Se han producido importantes reemplazos en las cúpulas militares y políticas. En este sentido, se ha afirmado que de los 205 miembros titulares del Comité Central solo estaban presentes 168. Sabemos que 9 han resultado expresamente sustituidos. Se trata de la mayor renovación en número desde el 2017. En el ámbito militar los datos son incluso más sorprendentes. De los 33 generales que son miembros del Comité Central, 22 no asistieron al Pleno. No creo que esto evidencia debilidad alguna en el presidente Xi. Más bien al contrario, es una prueba de su poder y de su capacidad de acabar con las manzanas podridas que pueden ser tan peligrosas para el sistema. En segundo lugar, resulta esencial para la economía china, una vez que se supere la crisis inmobiliaria en la que está inmersa y que está produciendo un efecto de arrastre ciertamente dramático al erosionar el patrimonio de las familias, que los ciudadanos chinos consuman más. Se ha producido una involución peligrosa en este punto. La sobreproducción ha envilecido los precios, la recaudación fiscal, las inversiones, los beneficios y el crecimiento en general.  En tercer lugar, se ha apuntado a que China debe adoptar medidas para combatir la crisis demográfica que se le avecina. Se debe promover la natalidad y facilitarla. Así de la devastadora política del hijo único, desde los poderes públicos, se quiere conseguir que tener hijos no resulte ruinoso y que se facilite el acceso a la educación. En este sentido, se ha apuntado igualmente la necesidad de mejorar el sistema de salud pública que adolece de una muy deficiente distribución geográfica. 

Con todo esto ¿qué panoramas se presentan al mundo? Del más optimista al menos. Cabe una mayor presencia China desde el ámbito de la cooperación caracterizado por una expansión global selectiva y pacífica que refleje su preocupación por intervenir en la definición de un nuevo orden mundial y de esta forma convertirse en una potencia poderosa y respetada pero dialogante. Otro escenario sería incrementar la competencia mediante avances tecnológicos y aumentar la confrontación con los Estados Unidos para la supremacía en los mercados. Esto nos dejaría en la situación que estamos en la actualidad. Y finalmente, el panorama que me resulta más negativo es el de una China encerrada en si misma, aislada del mundo, no queriendo asumir la máxima de que un gran poder implica una mayor responsabilidad y forzada a reaccionar por las tensiones con Occidente.   

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