Hay que ver el asunto ese de las cajas fijas de las que se abonan desde cafés de un euro, chocolates con churros e incluso cursos de formación. Aquí siempre pagamos los mismos.
La primera vez que escuché hablar de la denominada caja fija pensé que era lo que se presume, una caja atornillada a alguna mesa para quedar fija. Después, la duda de mi ingenuidad fue querer conocer para qué necesitaba nuestro gobierno una caja y más aún atornillada. Y dónde estaba. Seguramente, reflexioné, para que nadie se la llevase porque debía de ser muy valiosa, con bella marquetería y anclajes nobles. Ya se sabe que una caja se abre y uno, si quiere, se lleva con alegría lo que hay dentro.
Perdida ya la inocencia, comprendí que la denominación era un eufemismo para darnos a entender que no existía caja, ni era fija, sino que todo aquel que lo deseara gracias a su accesibilidad pudiera abrirla y soltar facturas.
La caja fija es lo que en el argot llamamos “cargar gastos”. O sea, lo que uno justifica con un ticket. En la Administración no hay problema. Siempre hay y queda.
Es de escándalo, aunque parece que ya nadie se escandaliza de nada. Si hace años media comunidad se volvió loca porque creía que un tipo filtraba los gastos exagerados o innecesarios de Presidencia de la llamada caja fija, ahora parece que todo eso continúa. Y ya era grave, por supuesto, pero creíamos alejado definitivamente de nuestras vidas.
Sin embargo, el PP denunciaba hace unos días el uso que nuestra Generalitat hace ahora de la denominada caja fija. Nada ha cambiado. Ahí que salían, según contaba el colega J. C. Ferriol en Las Provincias, gastos varios y hasta sorprendentes, Esto es, comidas, quizás necesarias y de calado protocolario, gastos importantes en el cambio de luces de despachos -les ha gustado eso de tener mejor luminotecnia a nuestros gobernantes- y sobre todo gastos inesperados y de una catadura difícil de entender y menos justificar.
En la denominada caja fija, que el propio Ferriol definió con acierto como “ese desván en el que se guardan las cosas que no interesa que vea nadie, pero en forma de cajero automático. Un mecanismo perfectamente legal que habilitaba a la administración a disponer de recursos económicos para los gastos que no pudieran enmarcarse en unos presupuestos”, aparecieron facturas de altos cargos que son enmarcables y muy denunciables. Porque hay que ser patriota, por ser muy fino, para cargar como gasto de representación el euro de un café o los 3,60 de un chocolate con churros. O sea, que a nuestro/as no les llega ni para desayunar. Así que, los simples mortales estamos para lo que haga falta.
Esto es de mucha alegría, que quieren que les diga, como los condimentos para hacer calditos y el chóped o delicatesen que nuestro anterior gobierno autonómico nos cargaba con frenesí y para lo que se creó hasta la figura de un topo que supuestamente filtraba la información. Me río. Por no enfadarme.
Pero lo más gordo de este asunto, que nos devuelve al pasado y sólo manifiesta o confirma que al parecer pocas cosas han cambiado en cuanto a formas cuando se accede al poder, está en el máster en liderazgo y dirección pública -1.121 euros- que le hemos financiado entre todos a un alto cargo. Así que, además de cafés, almuerzos y comidas, pagamos también formación.
Yo creía que a la función pública, y más a determinados altos cargos de la Generalitat Valenciana, se llegaba con formación suficiente. Pero no. También atendemos becas y cursillos. Esto ya sí es para tomárselo muy en serio. Más aún cuando el concepto del susodicho curso era “formar empleados públicos de alto nivel para desarrollar habilidades directivas y analíticas, que permitan abordar, de forma creativa e innovadora, el liderazgo y la gestión de los asuntos públicos” a fin de “afrontar los retos requeridos por los nuevos estilos de gobierno”. Ojo, de gobierno.
Por cierto, faltaba una multa de 300 euros por conducir rápido por Tarragona. Aquí cada uno se paga las multas, pero parece que a nuestra Generalitat eso de asumir ciertas responsabilidades individuales no va con ella.
Es alcanzar el poder y creer que todo es suyo. O que lo mío es mío y lo tuyo de los dos, como cantaba Serrat. Exijo seriedad. La misma que a mí me piden cuando me demoro en un pago o no satisfago una multa injusta porque no tengo una caja fija a mano.
Así poco podemos confiar de pleno en nuestras instituciones. Si alguien ha de cursar una educación especial para su beneficio, que se la pague, como hacemos todos los mortales. Nosotros no les hemos pedido tal tipo de formación. Se le supone. Y si no la tiene, el/la siguiente. Es sencillo de aplicar. Pero no a nuestra costa. Sus nóminas no sólo están garantizadas sino que llegan bien a tiempo.
Es como el caso de ese componente de las Corts que se pidió como “regalo” para su despacho una cafetera de 169 euros cuando gana casi 90.000. Dice que las cápsulas las pagaba él. Faltaría más.
Conozco muchos currantes que se llevan el taper y el termo al trabajo y abonan los extras de su bolsillo. Pero él no. Tampoco se siente capacitado para bajar a la cafetería institucional de low cost de nuestra cámara autonómica. Se lo suben tras la denuncia mediática. Ya no me sirven más excusas de aquellos que intentan tapar vergüenzas. Ni las cajas fijas que son móviles y parecen abiertas al primero que pasa por allí. Como ese conseller que ya ha adquirido hasta rango de marchante y se atribuye capacidad para comprar cuadros con cargo a su institución. Sin complejos, oiga, que para algo es “experto”.
La caja fija debería de desaparecer o tener un cometido real si es que esperan que nos creamos este sainete. Si alguno/a de ellos quiere explicármelo con detalle, no hay problema. Yo pago el café y hasta los churros. Con absoluta dignidad.