Esto de À Punt es un verdadero problema. Pide más dinero pero no alcanza objetivos mínimos ni reconocibles. Sus resultados son insostenibles. Existen muchos responsables
Durante los últimos/muchos meses, casi diría que desde su puesta en marcha, se ha venido hablando del fiasco del canal autonómico de comunicación À Punt, ahora agravado por su situación económica y/o publicitaria -bajo mínimos- pero sobre todo de audiencia.
Aún así, los comentarios universales o interesados sólo han estado derivados a si el canal necesitaba más recursos, si la directora general sería cesada, si por el contrario saltaría el presidente de su Conejo de Administración, si hay que consolidar plantilla a la carrera y también sobre las críticas internas de aquellos afines a los partidos del Botànic, que creyó en el proyecto no como auténtico vehículo de comunicación al servicio de la ciudadanía de forma modesta o ventana social sino, simplemente, del medio como mensaje. De unos, como siempre. O también al servicio de, pero nunca de dónde se quiere realmente ir u objetivos a alcanzar y errores a corregir. De eso, nada. Eso es lo de menos.
Ahora se trata de justificar errores sin argumento, aunque tolerados por miedo a la crítica y valentía política de estos “neoneonacionalistas/neoprogresistas” de feria mediática. O sea, esquivar la realidad, como siempre hace esta clase del desencanto, pero con foto promocional, peligro inminente y ausencia de autocrítica.
Sin embargo, el único resultado obtenido y objetivo es que el pluff es notable, el modelo escogido se ha demostrado que estaba trasnochado y sólo interesa para seguir situaciones límites, pero no como canal de comunicación para saber de lo nuestro por su propia gestión política e interna. Con lo que nos cuesta y costará de continuar así.
Durante cierta etapa en la Ejecutiva de la Unió de Periodistas, cúpula de la que formaban parte también desde la propia directora general del ente hasta actuales responsables de informativos, se mantuvo una postura crítica y beligerante contra el modelo en que había derivado Canal 9 a causa de la intromisión política y su manipulación. Resulta chocante comprobar cómo aquellos aspectos que se cuestionaban y contra los que se posicionaba la organización de periodistas se han perpetuado. Con lo que el discurso de rebeldía ha caído hasta el espacio subterráneo. Continuamos sin respuestas.
El error de À punt o sus resultados no son simplemente culpa de sus gestores directos, que también son más que responsables, sino de los políticos o los grupos políticos que la pusieron en marcha sin medir consecuencias ni pensar, creyendo que gozar del poder es suficiente para determinar ante ausencia de capacidad, visión y perspectiva. Creían que con crear un medio todo estaría controlado. Pero que tengan claro que si À Punt no ha conectado con su sociedad la responsabilidad nunca será de ésta. Al contrario. Para conectar has de convencer y ser creíble en todos los aspectos.
Pero escogieron un proyecto o modelo sin madurar, en el que sólo primaban las prisas, el control y la colocación, aunque sin contar con los profesionales del sector ni escuchar incluso al propio sector audiovisual si no estaba próximo en cuanto a afinidad política o personal, que es lo que nos vendieron, esto es, la creación de un supuesto nuevo star system inexistente que no apoya ni es plataforma del propio sector audiovisual, llámese cine, cortos, productoras, series o difusión cultural. Menos aún publicitario. Cuando un medio no alcanza objetivos mínimos publicitarios no es culpa de las agencias de publicidad ni de los anunciantes porque sólo valoran resultados objetivos.
Se apostó en su día por un concepto político que nos ha llevado hasta estas orillas de las que va a ser difícil, por no decir imposible, salir hasta con ayuda de un motor fueraborda. Ya se sabe que un medio de comunicación se levanta poco a poco, pero cuando ese mismo medio en lugar de crecer decrece o no avanza es que ha firmado su propia defunción.
Puede que en el futuro tenga sus picos de audiencia, pero podrán pasar lustros para que realmente despegue con suerte y con cierta naturalidad y no deje de ser un agujero negro que engulle millones de euros, recoloque plantillas o renueve cargos, caras y sillones, pero poco más. Sobre todo porque el modelo escogido era y está obsoleto, se mira al ombligo y la forma de consumir la televisión ha cambiado tanto que ya no nada es igual que hace apenas los escasos años que tiene À Punt y lo que cambiará el panorama audiovisual en apenas dos más.
Pero en el caso de À Punt el problema parece mucho más grave. Nuestro canal autonómico no es consecuencia de nuestra sociedad sino del fracaso político, la ausencia de diálogo y entendimiento entre los partidos representados en nuestras Corts y principalmente de su Consejo de Administración y equipos directivos que han preferido rodearse de personas ajenas al medio y sólo con una mirada partidista pero nada convencidos de crear una plataforma audiovisual sólida que represente a la sociedad que la sustenta, haga crecer un sector minado por la anterior crisis y que pese a todos sus errores de gestión sea al menos o modestamente sostenible.
No es hora quizás de hablar de su programación, increíblemente increíble para los tiempos que corren y muy próxima al concepto de las incipientes televisiones locales de décadas superadas.
Son los mismos partidos que crearon À Punt a la carrera lo que la han conducido a su actual situación. Y eso ya es casi irrecuperable por muchas caras que cambien en el futuro o mucho más dinero que dediquen a ese pozo sin fondo. Es más, los vicios se repetirán. Así mismo, su control. Es lo que tiene estar sujeto al político de turno que se cree que esto es suyo porque lo presupuesta, puede manejarlo y hasta opina sobre sus contenidos o deja en manos de productoras foráneas a las que nuestra realidad les da bastante igual. Así nos va, por mucho concurso público que algunos/as se inventen. Visto lo visto, es una evidencia. Y mira que lo siento. Sobre todo por las bofetadas que en su momento muchos recibimos.