De sumilleres en Camarena

Ninoteos vinosos, hermosos

Hoy es viernes de escapadita, chiquita, pero no por eso menos bonita. Que nos vamos a la ciudad de Valencia a ser muy felices en una mesa difícil de igualar y con esos sumilleres que tan bien nos lo hacen pasar. 

| 08/04/2022 | 3 min, 24 seg

Hablamos de Ricard Camarena, por supuesto, y de su sumiller, Salvatore Catalano, que juntos nos hacen gozar como enanos. Con esa presencia de fondo de nuestro querido Rabasa, que hace de agradable hilo musical que está aunque no se le vea. Y todo ese equipo de sala que de reloj nada de nada, porque es mil veces más preciso. 

Visita de madrugueos de esos que no importan. Llegando en un plis hasta los tímidos ninots que nos acompañan en relajados paseos, y con paradita de bravas y caña, que aquí nunca falta de nada. Continuando con recibimiento tan detallista que es seguro de artista. Como los capaces de levantar edificios que son todo la magia y cero de artificios. 

Devaneos para irnos centrando en lo nuestro, eso de disfrutar de lo que se bebe tanto como se debe. Empezando con un champagne, el Jacques Lassaigne “Les Vignes de Montgueux” (Jacques Lassaigne). Blanc de blancs de refinada gurbujilla que retrepa entre frutas de color amarillo. Vinosismo vivaracho que entorna miradas para llevarnos directos a pastelerías de las de antes. Con aromas a bolletes y hasta a molletes. Suavidad de piel que da caricias pidiendo poco a cambio. Y no necesitamos cambiarlo cuando llega el tomate confitado en mantequilla de oveja. La huerta más sencilla convertida en gloria bendita. 

Pasamos al Pícaro del Águila Clarete 2018 (Dominio del Águila) que nos conduce rápidamente a aquella bodega en forma de cueva que nos hizo tan japis. Y continúan en ello, porque es clarete de tempranillo y compañía con mucha seriedad. Amargores ricos de los que dan ganas de buenos alimentos. Fluye inteligente por la corriente porque se sabe diferente. Bosque de paseo eterno a la sombra que da cobijo con esas atractivas charlas que causan regocijo. El máximo posible con la genial complejidad de las angulas estofadas en jugos de anguila y trufa negra.

Profundidades atemporales

El tiempo se desliza entre chascarrillos que se ven superados por el Saumur ‘Las Salles Martin’ 2018 (Antoine Sanzay). Chenin del Loira que es belleza compleja. Mineral, es un animal de elegancia felina. Con puntito salino de mar profundo. Salvavidas que nos lleva a la orilla de paraísos en los que vivir aventuras viajando, viviendo y soñando. Y es un sueño de los que no deseas que se acaben jamás cuando aparece la gamba roja al ajillo con habitas y consomé de sus cabezas. 

Se aproxima el final del menú salado. Pena infinita porque no queremos que llegue y enjuagamos las lágrimas con el Sensal 2020 (Javier Revert Viticultor). Tinto de la tierra de garnacha tintorera y su aquel de monastrell. Fruta alocada que nos deja todo locos. Wineloverismo de diversión sin más pretensión. Botella que, en su sitio y su momento, podría ponernos muy contentos. Y lo hace con el consomé de vaca con guisantes, estragón y café. Estética y delicadeza con sabores que conquistan de cabeza. 

El lazo rosa a una jornada de alegrías lo pone la parte dulce acompañada del Fondillón MGWines 1996 (Bodegas Monóvar). Clasicismo de élites que están orgullosas de su exuberancia, porque no tiene nada de rancia. Con café y puro, a paso lento y tan atento a cada detalle que lo rodea. Ángulos y remates en los que todo tiene un porqué. El de memoria muy antigua y siempre de actualidad, y más junto a postres que son audacia, como el de  remolacha, leche de cabra, fresitas y eneldo.

Hasta luego perfecto para poner las patitas en marcha disparatada hacia retornos al mundo real del día a día. Con los recuerdos guardados para siempre y tan a gusto, tía.

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