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el tintero / OPINIÓN

No hay dos sin...

Mariano Rajoy en la tribuna de oradores indica el 3, quizá anunciando las elecciones

Faltaban cinco minutos para las 21 horas del viernes 2 de septiembre y se consumaba lo anunciado por muchos y aparentemente deseado por nadie (o no). Tras las vacaciones de agosto (bien lo sabe Sánchez), los representantes del pueblo español decidían que los españoles no hemos votado como ellos consideraban. Y en funciones seguimos. 

4/09/2016 - 

Lo dijimos la semana pasada en esta misma columna. Algunas cosas se acabaron pero otras quizá no. En los días de agosto, entre los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, los incendios, los datos del turismo y la tragedia del terremoto en Italia parece que obviamos que en breve nos íbamos a enfrentar de nuevo a la realidad política española: no hay gobierno desde el año pasado, hemos ido a votar ya dos veces y las posturas de los líderes políticos siguen enconadas, superando el ridículo y demostrando que no son dignos representantes de la soberanía popular. 

Esta semana vimos como en dos sesiones los 350 diputados votaban en idéntico sentido. Pero también pudimos verlos en acción y con cierta naturalidad en el discurso, sobre todo en la segunda ronda de la votación de investidura, en una plácida tarde de viernes que algunos empleamos en seguir la investidura fallida. Y les quiero transmitir algunos aspectos que me parecen preocupantes: el nivel de oratoria de los líderes de los partidos que ocupan los escaños es bajo y tosco. Quizá el exceso de debates televisivos y el universo tuitero tiene cierta responsabilidad; los líderes de los grandes partidos se detestan mutuamente, no se tragan, y esto aunque parezca simple es una realidad que condiciona el debate, es imposible que puedan llegar a acuerdos personas que se odian entre sí pese a que representan a millones de españoles que conviven pacíficamente; y por último, me provocó verdadera tristeza ver que el sistema electoral permite que se suban a una tribuna tan digna personajes tan siniestros y que manifiestan abiertamente su odio a España.  

La colaboración entre PP y PSOE que puso de manifiesto Mariano Rajoy el pasado viernes, es una realidad que se ve y se vive diariamente en las calles y plazas de España. Los 40 años de democracia han dado paz, estabilidad y seguridad gracias a que los dos grandes partidos han compartido el "consenso constitucional básico" como dijo el candidato y presidente en funciones, pero además cargó de pragmatismo su intervención cuando dijo: "La urgencia de conformar un gobierno viene determinada por los compromisos inaplazables que nos conciernen a todos, no sólo al PP". Pese a ello y a recordar la situación límite a la que nos aboca la celebración de unas terceras elecciones en diciembre, todos sabíamos de antemano el contumaz NO de Snchz que un diputado socialista me refrendó cuando le plantee una posible abstención y me respondió con un rotundo NUNCA mientras me reconocía que no sabe que nos deparará el futuro. O creen en el PSOE que van a ganar en votos y escaños o son felices batiendo récords de suelo electoral y pese a ser el segundo partido nacional están encantados perdiendo apoyos. Absurdo.

Rajoy y Sánchez sentándose. Foto: EMILIO NARANJO/EFE

Pero si es grave la inquina que demuestran Rajoy y Sánchez entre sí, más grave es todo lo que transmite Pablo Iglesias y su Podemos. El leñador de Vallecas, con su aspecto que sólo puede transmitir que ni respeta las instituciones democráticas españolas ni respeta a quienes les pagamos el sueldo, no sale de su estilo bronco y mitinero. Siempre petulante y arrogante, se erige en representante de 'la gente', ese ente imaginario del que excluye a los más de diez millones que votaron a PP y C's. El discurso podemita sigue trufado de tres ingredientes básicos para que las cosas vayan mal: odio, rencor y revancha. Siempre sale el guerracivilismo, el franquismo, el anti capitalismo y cualquier ismo que suele ocupar la portada de las gacetillas comunistas y antisistema. Lamentable. 

Albert Rivera fue probablemente el único líder del resto de grupos políticos que habló desde una postura de centro, de equidistancia con los dos grandes partidos, a los que ha apoyado en sendas investiduras fallidas, y de sensatez y cierta humildad al pedir perdón (literalmente) a los españoles. Entre algunas de sus frases quiero destacar esta que creo que cualquier persona decente puede suscribir: "Unas terceras elecciones sería muy poco democrático. Es decirle a los españoles que su voto no vale nada. Es decirle que si su voto no se acopla a lo que los políticos quieren, tienen que volver a votar. España es mucho más importante que los diputados que hay en esta Cámara. Les pido una reflexión para salir de este bucle y este absurdo." 

La nueva política y la anti España

Más de uno pensará que la nueva política no ha contribuido a mejorar la vida de los 47 millones de españoles. La realidad demuestra que la nueva política con su centrismo de un lado y su radicalismo de otro, ha logrado torpedear (legítimamemte) la vida parlamentaria hasta llevarla al bloqueo. Algunos además intentan alterar la convivencia entre los españoles con discursos cargados de medias verdades, comparaciones ridículas y mantras trasnochados que me sorprende que tengan el arrojo y cinismo de defender mientras tuitean con sus iPhone 6 y lucen sus New Balance, además de cambiar el clásico ¡A las barricadas! por un digestivo ¡A las mariscadas!. Como decía una maestra en mi infancia "tienen la cara más dura que el cemento armado". 

Nunca un apellido fue tan acertado como el del diputado de ERC, porque como bien dice la RAE, Rufián es una "persona sin honor, perversa, despreciable". Su intervención en un tono lento y cargado de rabia fue para olvidar, pero también para preguntarse porque nuestro sistema electoral permite que representantes de partidos independentistas que proclaman su odio visceral a la realidad histórica de España y además niegan constantemente la legitimidad de nuestro sistema judicial, como ocurre con los personajes de EH Bildu, tienen representación en una cámara que debe defender los intereses de todos o al menos respetar al resto de comunidades autónomas.

Un discurso ridículo, esperpéntico, bochornoso, y cómo no con la clásica mención a Franco, fue el que depuso el hombre de negro ­­(sí, ese color que representa la muerte) plagado de mentiras, falacias, demostrando una inquina personal y un odio irracional a la realidad que le rodea. Demostró los agujeros de un sistema democrático diseñado en la Transición para contentar a los nacionalismos periféricos y que da cabida a personajes siniestros que sólo representan a partidos que ni son ni pueden ser jamás de ámbito nacional. La reforma del sistema electoral debería garantizar una representación nacional y no una jaula de grillos que fomenta la ingobernabilidad y con ello la parálisis del país. 

En la Tomatina se vieron imágenes metafóricas, parecen nuestros políticos  Foto: MARGA FERRER

Los diminutos

En las intervenciones de los partidos que tienen menos diputados, pese al escaso tiempo del que disponen, se pueden escuchar interesantes argumentos que los grandes titulares de la prensa nacional jamás publicarán. El diputado valenciano de Compromís, Joan Baldoví fue audaz al recordar al candidato fallido que el delegado del gobierno en la Comunidad Valenciana, el popular Juan Carlos Moragues ha reivindicado la necesaria reforma de la financiación autonómica y justificó su voto en contra "porque ha incumplido los compromisos con los valencianos", haciendo así oídos sordos a la propuesta que tras el 26J lanzó el director de este diario, y que en diferentes sectores de la sociedad valenciana se consideró válida por su utilidad y pragmatismo, para convertir al nacionalismo valenciano en la herramienta de presión que lograra alguna de nuestras reivindicaciones más apremiantes. Por otro lado, las intervenciones de los pequeños partidos regionalistas que sí apoyaron la investidura de Rajoy, demostraban que quizá sería más útil que se integraran en el propio PP. 

La situación es extramadamente grave, nos abocamos a unas terceras elecciones o a un frente anti-popular (porque es anti Partido Popular y porque no creo que fuera positivo para el 90% de la ciudadanía) que algunos diputados reclamaron abiertamente, dejando claro que la argamasa que une a nacionalistas, independentistas, socialistas, podemitas y mediopensionistas es el odio al PP, el odio a la unidad de España y el odio a la monarquía constitucional que nos trajo la democracia, la libertad y los derechos sociales. ¡Menuda tropa!

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