VALÈNCIA (EFE). Cientos de menores sufren cada día acoso escolar o ciberacoso, que se alarga más allá del entorno escolar por la influencia de las redes sociales, una situación cuyo abordaje requiere como primer paso que los alumnos no premien con "likes" a los abusadores, privándoles así de una supuesta recompensa social.
Esta, junto con la necesaria colaboración entre familias, profesorado y alumnado para frenar el acoso escolar, es una de las conclusiones alcanzadas en el foro Diálogos Efe: "Dispositivos móviles y convivencia en las aulas", organizado por EFE junto con la Conselleria d'Educació y 8 Mediterráneo.
Al menos un 6,2 % de los alumnos en España sufren ciberacoso, según un estudio de la Universidad Complutense de Madrid y la Fundación ColaCao realizado hace menos de un año, un porcentaje que podría llegar hasta el 21 % en los países desarrollados, según los datos de la UNESCO.
La jefa de servicio de Inclusión Educativa y anteriormente orientadora en la Unidad de Atención e Intervención del sistema de prevención de la violencia escolar en la Comunitat Valenciana, Esmeralda Llorca, ha resaltado que la gravedad a la que ha llegado el ciberacoso refuerza la medida "pionera" tomada a finales del curso pasado de prohibir los dispositivos móviles en los centros educativos.
Llorca, que coincidió con el resto de ponentes en que las posibilidades de que se produzca un ciberacoso se multiplican si los menores tienen un móvil en la mano, ha resaltado también que la medida "protege tanto a los menores como a los docentes del centro".
Y al mismo tiempo, esta medida, expone Llorca, lo que ha provocado es una disminución en el total de las incidencias relacionadas con el teléfono móvil y, por tanto, con el ciberacoso, porque "se ha descendido en cuestiones de uso inadecuado de los dispositivos en los centros y de situaciones de acoso escolar".
El psicólogo especialista en educación y acoso escolar, Enric Valls, ha indicado que "vivimos en una sociedad en la que los referentes de los adolescentes son los 'influencers', en la que se ha normalizado la violencia a través de los videojuegos, y en la que se comparten a través del móvil vídeos de agresiones y se premia con la cultura de los 'likes'".
A su juicio, esta situación provoca por una parte una sensación de impunidad en el agresor y por otro que obtenga una especie de recompensa social por su conducta.
Para Valls, este tema es muy complejo pero, a la vez, uno de los más importantes a erradicar en los centros educativos, y pide diferenciar el acoso escolar, que se da en el aula o en los alrededores del centro, del ciberacoso, "que se alarga de forma constante las 24 horas".
"Una víctima me decía el otro día: 'Es que escucho el sonido del Whatsapp y ya me genera ansiedad'. Es una problemática que puede intoxicar al menor durante las 24 horas del día", lamenta Valls, para quien es clave implicar a las familias, al alumnado y al profesorado.
La directora del IES La Murta de Alzira, Lorena Bisbal, ha explicado que los mayores problemas de acoso se centran en Primero de la ESO, pues los alumnos "se sienten mayores, llegan nuevos al centro, y creen que en el centro educativo de Secundaria pueden hacer cualquier cosa".
“Los propios profesores nos sentimos un poco desorientados, porque en algunos casos los alumnos saben más que nosotros, ya que utilizan una serie de aplicaciones en las que es muy complicado ver quién ha sido el autor”, destaca Bisbal.
De hecho, la directora del centro de Alzira subraya que han tenido que apoyarse en la colaboración de las familias, sobre todo en aquellos padres con estudios en informática, para detectar ese tipo de aplicaciones y quién está detrás de las agresiones.
"Como explicaba Valls, es importante diferenciar acoso de ciberacoso, pues la mayor parte de los problemas que llegan son hechos han ocurrido fuera del centro educativo, sobre todo en fin de semana", subraya Bisbal.
La directora recalca que en su centro han formado a los propios alumnos para ser "más ojos en las aulas" y que sirvan de "apoyo" para después hablar con los propios profesores de cosas "que el profesorado no puede ver".
Para Valls, es crucial "la sensibilización y la concienciación" para no poner el foco solamente en la víctima. "Puedo contar 20.000 experiencias de centros que me han dicho: 'es que nos resulta mucho más cómodo invitar a la víctima a que se cambie porque tiene dificultades, problemas de habilidades sociales o es introvertido".
"Se justifica. Y en ocasiones hay una falta de sensibilidad en el tema", critica Valls, que coincide con Llorca en argumentar que el cambio de centro de la víctima debe darse solo "en casos extremos" en los que sea la propia víctima o la familia de la misma la que lo exija porque ya "no puedan más".
Coinciden en que este cambio de centro puede estar justificada porque actuar sobre el agresor y el entorno requiere un tiempo del que la víctima en ocasiones ya no dispone.
"La clave es concienciar e insistir en que no es una cosa de niños, porque si el menor no lo trabaja en ese instante a través de la autoestima, las habilidades sociales o la asertividad, eso luego lo traslada a la vida adulta", comenta el psicólogo.
Por ello, pone el foco en "los observadores", que a veces "refuerzan" el acoso compartiéndolo o dándole un "like", pero otras veces lo hacen solo "mirando hacia otro lado" por un tema de "pura supervivencia": mientras se acose a otro, el observador no es el acosado.
El representante de la Asociación Desempantallados Gil María Campos resalta que no es lo mismo estar conectado que vinculado y es cierto "que nuestros menores están conectados, pero no vinculados" porque para eso es necesaria una interacción directa.
La consecuencia es que si no existe ese vínculo "lo que esté viendo me da igual, con lo cual los problemas de acoso son mucho mayores".