Culturplaza analiza los largometrajes de la Sección Oficial de Cinema Jove 2022
VALÈNCIA. Yujin es una joven de dieciocho años, tímida e introvertida que vive con su madre hasta que ella la deja sola para iniciar una relación con un hombre. No sabe nada de la vida, es extremadamente inocente y vulnerable y no tiene herramientas emocionales para enfrentarse a los baches del camino. Por eso está tan enfadada. Lo único que tiene claro es que tiene que salir adelante ella sola por lo que, mientras termina el colegio, buscará un trabajo a tiempo parcial en una pizzería. En ese pequeño microcosmos, la joven entrará en relación con una serie de personajes, con su jefe (siempre protector), con su novia (que se convertirá en su mejor amiga) y con dos jóvenes que se sienten atraídos por ella.
Nobody’s Lover es una historia de amor iniciático que nos sumerge en los vaivenes de las relaciones desde un punto de vista estrictamente femenino. Hasta hace unos años no era demasiado común encontrar mujeres detrás de la cámara en la cinematografía coreana, pero es algo que comienza a cambiar y, en ese sentido, Han Inmi, la directora de la película se inserta dentro de esta nueva corriente dispuesta a derribar los tabúes de la sociedad heteropatriarcal del país.
Por eso, durante el camino de descubrimiento de Yujin, se pondrán de manifiesto las relaciones tóxicas de una forma reveladora. No solo en las que se verá envuelta la protagonista, sino también en las de su progenitora, como si se tratara de un círculo vicioso que parece perpetuarse y que solo podrá detenerse con la toma de conciencia de ambas mujeres y la necesidad de protegerse. De hecho, la incomunicación entre madre e hija se convierte de forma silenciosa en uno de los temas de la película. De qué manera los lazos o la ausencia de ellos crean desarraigo y fragilidad emocional. Yujin está sola, en realidad su madre también lo está y su respectiva necesidad de redimirse a través del amor, de encontrar esos afectos de las que ambas han estado privadas, las llevarán a tomar decisiones equivocadas a la hora de entregarse a los demás.
La película avanza de la misma manera tímida que define a la protagonista, adoptando sus propios cambios de ritmo a la hora de tomar decisiones. Así, la directora consigue sumergirnos en esa época de constantes altibajos que se generan durante la adolescencia, unidos a esa constante sensación de desorientación y vacío.
Han Inmi demuestra ser una directora delicada y virtuosa, sofisticada a la hora de poner en imágenes ese estado de transición que atraviesa Yujin desde la indefensión hasta el empoderamiento. Lo hace a través de pequeños detalles casi imperceptibles, lo que eleva la película a un nivel de subtexto expresivo extraordinario. Y durante ese recorrido nos encontraremos con el miedo, la rabia, la melancolía, la indecisión hasta desembocar en el abrazo, en el reencuentro y el perdón sanador que convertirán a la protagonista después de todos sus desencuentros, en una persona adulta e independiente.