VALÈNCIA.- Lorena Sayavera y María Pradera forman Yinsen, un estudio de diseño que ha trasladado su oficina de Vila-real a València. Son autoras de proyectos emblemáticos como los carteles de Fallas y la Gran Fira de València.
—¿Qué os ha movido a trasladaros de Vila-real a València?
—No había una intención profesional grande; se trataba más de un deseo de conocer y vivir la ciudad. Y estar en contacto con gente que pudiera trabajar con nosotros, posibles colaboradores.
—Vuestra relación comenzó en Vila-real. ¿Podemos considerar que existe un panorama de diseño allí?
—Hablando de diseño gráfico, no podemos decir que exista como tal, aunque hay muchas propuestas culturales de otro tipo. También debemos considerar que el diseñador gráfico en la provincia de Castellón está muy ligado al sector cerámico. El diseñador que comienza a orientar su perfil profesional hacia la cerámica acaba dirigiendo su estudio a este sector. A este respecto, nuestro perfil, más conectado con la cultura, no es tan habitual, pero no somos las únicas allí.
—Diseñadores como Josep Gil también tienen un perfil orientado hacia la cultura.
—Nos conocemos pero no hemos tenido la oportunidad de colaborar juntos. La verdad es que nos hemos visto casi más veces en València que en Vila-real, donde solemos coincidir en actos relacionados con el Festival Internacional de Teatre de Carrer de Vila-real, en el que Josep también ha trabajado. En Vila-real no hemos vivido un ambiente exclusivamente de diseño; nuestro entorno social está más relacionado con las artes escénicas y la música, un entorno muy cultural, con participación de coreógrafos, actores, bailarines…
—Pese a que sois un estudio relativamente joven, ¿habéis apreciado cambios sustanciales desde su creación?
—Uno de los cambios grandes ha sido poder contratar a un ayudante fijo. Es importante a escala estructural, porque dejas de hacer absolutamente todo. También ha habido un cambio de cliente: hemos pasado de empresas o entidades pequeñas a trabajar con clientes de mayores dimensiones. El día a día tampoco es el mismo, pues tenemos plazos más cortos para proyectos más grandes que, aunque te proporcionan mayor visibilidad y repercusión, también tienen más presión. Aun así, no nos impide seguir colaborando en proyectos de carácter local, como es el caso del Festival de Teatre de Carrer de Vila-real.
—Proyectos como ese, colaborando varios años de manera continuada, ¿posibilitan un mayor entendimiento entre cliente y diseñador?
—Hay un mayor grado de conocimiento y confianza. Sabes lo que funciona y lo que no. Por esa parte es más sencillo pero también tiene su complicación pues te obligas a enfrentarte varias veces a un mismo proyecto con un mismo briefing, lo que tiene su dificultad. Nos gusta el reto pero necesitas reinventarte continuamente para intentar superar el proyecto anterior.
—Puede llegar el momento en que penséis que es conveniente darse un tiempo mutuo.
—Perfectamente podría llegar. Sí que nos hemos planteado buscar colaboradores externos procedentes de la ilustración o la fotografía, alguien cuyo trabajo nos guste y pensemos que su perfil puede adaptarse bien al proyecto.
—Con el Ayuntamiento de València habéis colaborado en dos proyectos señeros: el cartel de Fallas y la Gran Fira de València.
—Aunque dependen de la misma concejalía, son dos proyectos diferentes. En el caso de Fallas era una llamada a proyecto, mientras que en la Gran Fira fue un encargo directo. El cartel de la Gran Fira coincidió con el 125 aniversario de la Batalla de Flores, lo que dio pie a otorgar el protagonismo del cartel a la flor. El problema con los motivos florales es que, normalmente, son empleados con un resultado ñoño. La línea para no caer en la horterada es muy delgada y nosotras creo que lo evitamos jugando con la geometría, el color y el papel doblado.
El caso del cartel de Fallas fue más complicado, no solo por la gran tradición cartelística sino por la variedad de eventos diferentes a comunicar. Por ello, buscas una versatilidad. Otro aspecto a tener en cuenta fue la gran cantidad de voces implicadas en esta fiesta. Por encima de aspectos puramente relacionados con el diseño tomamos la decisión de realizar un cartel con el que el fallero pudiera empatizar. Miramos más al público que al profesional del diseño. Nuestro lenguaje innato es más minimalista, de diseño puro, mucho más suizo. Alejadas de esta tradición, no teníamos un conocimiento amplio de las Fallas por lo que hicimos también un gran trabajo de empatía hacia las Fallas.
—Desde un primer momento, ¿hubo entendimiento con la concejalía?
—Nos entendimos muy bien, pero los tiempos fueron muy cortos y ambas partes sufrimos. En este sentido, los tiempos se podrían mejorar pues la Navidad está justo en medio del proceso. En caso de disponer de un plazo mayor es posible que nos hubiéramos planteado otras soluciones más complejas, con otro tipo de materiales como la madera, por ejemplo. Creemos que habría redundado en un cartel más adaptado a nuestro lenguaje gráfico habitual.
—Esta gran visibilidad lleva aparejada la aparición de opiniones con mayor o menor fundamento. ¿Esto va en el sueldo?
—Lo que peor llevamos es que algunas declaraciones públicas nuestras sean ‘transformadas’ en los medios. Podemos haber dicho ciertas palabras pero no en el tono o sentido que se refleja posteriormente. En cuanto a la crítica por parte del público, hasta ahora no hemos visto nada grave, por lo que no nos afecta demasiado. Creemos que el diseñador debe aprender a olvidarse de esto.
—¿Os sentís cómodas en el diseño gráfico o tenéis inquietud por probar suerte en otras áreas?
—Nunca se está completamente cómodo si hablamos de diseño. Sí que nos sentimos cómodas pero nos gusta la experimentación; salirse de lo habitual suele tener un extra de motivación. Tenemos la mente abierta. Si encontramos colaboradores que nos proporcionen una solución de calidad en un proyecto fuera del gráfico, ¿por qué no? Nos atrevemos con cualquier proyecto, pero no en plan kamikaze. Todo debe estar bajo control.
—Por último, ¿en qué proyectos andáis enfrascadas en estos momentos?
—Estamos desarrollando la identidad del centenario de la Biblioteca Musical Víctor Espinós de Madrid, la única biblioteca de este tipo, pública, que hay en España, y que es una gran desconocida. Es un proyecto amplio, que además incluye el diseño de un libro conmemorativo, varios soportes y el diseño expositivo de una muestra que pretende dar realce a esta biblioteca. También estamos en medio de un par de campañas y una colección de discos.
* Este artículo se publicó originalmente en el número 53 de la revista Plaza