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'Nos conocimos en Estambul': una serie blasfema para la derecha turca, pusilánime para su izquierda

En plena invasión de culebrones turcos, Netflix está distribuyendo una mini-serie de este país que lo que emula son las grandes producciones de HBO. Historias muy psicológicas en las que todos los personajes sufren. El añadido que presenta esta es que refleja la división que existe en Estambul entre las clases laicas y adineradas y los trabajadores, más religiosos. Sin embargo, una escena en la que un hombre se masturba oliendo un hiyab ha desencadenado reacciones pidiendo su prohibición

9/01/2021 - 

VALÈNCIA. Este verano contaba Andrés Mourenza en El País que Turquía se ha convertido en una potencia exportadora de telenovelas -la segunda del mundo por detrás de Estados Unidos- y sus estrellas tienen miles de fans que les asaltan dondequiera que vayan, como le pasó al actor Can Yaman en el aeropuerto de Madrid. El brote de esta fiebre se produjo en Bulgaria, cuando uno de los grandes productores del género envió una telenovela a este país sin esperar gran cosa y alcanzó un 60% de share. En Balcanes, una de las regiones donde más éxito tienen, independientemente de las religiones y las diferentes naciones que surgieron de la desintegración de los imperios, se comparten muchos valores con los turcos, particularmente familiares. Ahí estas series arrasaron para, poco tiempo después, dar el salto y conseguir el milagro, un suceso inimaginable y un hito en la historia de la televisión: Venderle telenovelas al mercado latinoamericano. 

Sin embargo, ahí no queda la cosa. Desde noviembre, se puede ver en España, Bir Baskadir (Nos conocimos en Estambul), una serie también turca, pero esta vez distribuida por Netflix. Un más difícil todavía. Emular el espíritu de la llamada televisión de calidad de este siglo, las series prototípicas de HBO, y no solo salir indemnes, sino bordarlo. Es muy recomendable y un soplo de aire fresco, permite salir por un instante del marco de la ficción estadounidense o anglosajona.

Se trata de una historia coral, estilo hyperlink, que dicen los gringos, como Grand Canyon, Short Cuts, Magnolia, Happiness, Crash o... por supuesto, Yul, una de las obras cumbres de la cinematografía mundial, que además era turca. En su mosaico contemplamos la ajetreada vida de Estambul, una ciudad con más matices que cualquier capital occidental por muy de cosmopolita que se las dé. 

El primer contraste viene dado por los profesionales liberales y ateos frente a los trabajadores musulmanes. Tenemos a triunfadores, mujeres liberadas y donjuanes que devoran a sus conquistas femeninas una detrás de otra en sus apartamentos de lujo, pero algo falla. Eso no les llena. Es la típica propuesta de la factoría HBO, de ficción obsesivamente psicológica. Valga como prueba que el arranque en el primer capítulo se produce cuando una empleada del hogar empieza a sufrir desmayos recurrentes y tiene que acudir a la psicóloga, donde se inicia una extraña relación entre ambas similar a las de la serie israelí Bel Tipul -del que luego ha sido autor de Our Boys, de HBO- popularizada en todo el mundo por su adaptación estadounidense, In Treatment, con personajes neoyorquinos. 

Como es habitual en este formato, todos los personajes arrastran problemas particulares, fantasmas del pasado y situaciones que pueden con ellos. Lo que hace que Bir Baskadir sea especial es ese conflicto entre el laicismo y la religión. Los personajes con más dinero no esconden su rechazo a las mujeres con velo y las viejas costumbres tradicionales por las que rigen sus familias y sus relaciones. Un estrecho esquema de valores que luego, dentro de este tipo de familias, plantea idénticos problemas cuando algunos miembros son más radicales que otros en la defensa de sus creencias. Al mismo tiempo, también hay personajes que han crecido en el seno de estas familias y están deseando escapar para poder ir por la vida sin velo y salir de noche a bailar a discotecas al ritmo de música extranjera. 

En Turquía estos dilemas no han presentado el mayor problema, pero una escena sí que ha desatado la polémica. Cuando un personaje, el aludido donjuán, en un momento de intimidad en el baño se masturba oliendo el hiyab de la asistenta, que lo guardaba ahí en un cajón. Hay críticos conservadores que han sentenciado por estas imágenes que la serie ataca los "valores espirituales y nacionales" y han pedido que se censure a pesar de las audiencias millonarias que ha hecho en su país. Por el contrario, la crítica de izquierdas la ha encontrado un tanto pusilánime con las cuestiones sensibles políticamente. 

En realidad, el autor no toma partido por una forma de vida u otra, pero lo cierto es que los personajes más laicos son los que están más extraviados. Parece que aplica una especie de ley del péndulo en la que los religiosos tienen problemas de autoridad, pero al menos tienen un propósito en la vida, mientras que los que viven al margen de la religión sufren problemas de vacío existencial, aunque se hallen sin ataduras. 

En Francia muchos medios han destacado que es una serie muy útil para la situación que viven en este país con la minoría musulmana. No en vano, entre cada capítulo hay transiciones hechas con canciones e imágenes de Estambul extraídas de un documental que grabó en su día Maurice Pialat. Hay un guiño evidente a Francia, pero lo que trasciende en la serie es un fenómeno universal. El clasismo en el que muchas veces caen las mentalidades más avanzadas cuando rechazan el conservadurismo. Ideas que no tienen por qué ser necesariamente de los poderosos. En no pocas ocasiones se trata tan solo de los valores de gente humilde. La conclusión vale para todo el mundo. La libertad de pensamiento para formarse y elegir cómo vivir, cuando naces pobre en un pueblo con economía primaria o de subsistencia, es muy relativa. 

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