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¿Nos estamos volviendo más tontos?

Una serie estudios encontró que a mediados de los 90 empezó a descender la inteligencia media. Estos hallazgos sirvieron para culpar a la inmigración e impulsar sectores como la educación privada, pero estas tesis eran falsas. La inteligencia disminuye también entre los miembros de una familia de diferentes generaciones. Las causas están en la contaminación, que afecta al tiroides y como consecuencia al cerebro; el desarrollo tecnológico que facilita tareas como orientarse con GPS y, sobre todo, el exceso de información que nos impide cribar

21/05/2022 - 

VALÈNCIA. No sé si estarán ustedes familiarizados con la actualidad de la ciencia deportiva, pero a mediados de la década pasada un estudio en Alemania que analizó todos los pases de todos los partidos disputados entre 1999 y 2011, encontró que cuando subía la contaminación atmosférica, los futbolistas jugaban distinto. La precisión de los pases disminuía y aumentaba su longitud. Si se entiende que el pase largo puede ser una forma de quitarse el balón de encima, cuantas más partículas PM10 había en el aire, estos eran más largos.

Otro estudio en China más reciente descubrió que el juego perdía calidad cuando los futbolistas acudían como visitantes a una ciudad donde la contaminación era más elevada de media que en el lugar donde vivían. Definitivamente, lo que probó que la contaminación altera las capacidades cognitivas, fue cuando este tipo de estudios se llevó al ajedrez. En Holanda, en 2020, la Universidad de Ámsterdam encontró que la contaminación afectaba también a las partidas del campeonato nacional de ajedrez. La polución aumentaba un 25% la probabilidad de un movimiento erróneo y, en las ciudades más contaminadas, había más partidas que acababan en tablas.

Lo que no sabía yo es que las condiciones atmosféricas también se han analizado para resolver una pregunta que parece salida de un bar, pero que está respaldada estadísticamente: ¿Nos estamos volviendo más tontos? Es el título de un capítulo de la serie documental divulgativa La respuesta a casi todo que emite el Canal ARTE. El reportaje asegura que sí, que vamos hacia atrás en inteligencia, cada vez somos menos inteligentes, y una de las causas, porque es un fenómeno multifactorial, es la contaminación. Afectan al equilibrio hormonal, concretamente, a las hormonas tiroideas, que tienen un papel fundamental en las conexiones entre neuronas.

El documental citaba a James Flynn, que estudió millones de tests de inteligencia que se habían realizado durante décadas por todo el mundo para concluir en ese momento que cada vez éramos más inteligentes. Desde los años 30, la inteligencia media había subido diez puntos por década. Una persona educada en 1984, en 1915 hubiese sido un superdotado. Las causas del aumento estaban en la educación, aprender a leer y escribir y matemáticas de forma eficiente es un entrenamiento extraordinario para el cerebro. También había razones en la alimentación y, por supuesto, en la Sanidad. Además, la sofisticación de la actividad económica, en resumidas cuentas, dejar de ser campesinos, también había aumentado las perspectivas y amplitud del mundo que percibían las personas lo que servía para que el cerebro aprenda a funcionar con más referencias. El agricultor relacionaba todos los estímulos con su reducida esfera, pero en las ciudades, cuya población no ha hecho más que aumentar, con vínculos sociales más complejos, el cerebro se enfrentaba a contextos que requerían más abstracción. Todo ello desarrollaba la inteligencia de las personas. Cuanto más trabaja el cerebro, más enlaces se establecen, puesto que no es un órgano estático, sino uno que se adapta y se mejora ejercitándolo o entrenándolo.

Sin embargo, en 2004, unos académicos noruegos dieron la voz de alarma porque encontraron que la inteligencia se había estancado. Desde mediados de los 90, empezó a decrecer. Se buscaron las razones que explicasen el declive y, hace relativamente poco, Heiner Rindermann hizo una encuesta. Entre las hipótesis que dio como resultado había quien afirmaba que en las sociedades occidentales el descenso se debía a la llegada de inmigrantes, otros pensaban que las personas inteligentes tienen menos hijos que las tontas. Ambas eran falsas. De hecho, el intento en Alemania de vincular el descenso de puntuación en los test de inteligencia se aprovechó para intentar impulsar el sector privado de la educación.

En este documental -que cuando hablan de quienes aseguran que es una cuestión de inmigrantes no se cortan en poner imágenes de desfiles nazis- se afirma que de los padres se recibe una lotería genética, que hay muchos marcadores para la propensión a la inteligencia, pero que la clave está en las condiciones ambientales que permiten que se desarrollen. De hecho, los noruegos apreciaron en su estudio que dentro de una misma familia ya se cumplía la diferencia de inteligencia entre mayores y los más jóvenes. Algo estaba pasando en esta época.

Barbara Demeneix, bióloga, explica que hay un incremento de sustancias contaminantes por todas partes. Hay 300 veces más que en 1970, el aumento es exponencial y, como se ha mencionado, afectan al cerebro. No obstante, hay mucho más. Otro tipo de contaminación a la que estamos expuestos es al exceso de información. Aquí se explica que un cerebro puede recibir de 11 a 60 bits por segundo, pero recibimos millones. Esta es la causa de la anulación de una de las principales facetas de la inteligencia, la de cribar. El cerebro, al no reparar en lo accesorio, está siendo inteligente. Elige lo determinante, lo fundamental de su entorno, para procesarlo. Ahora, en cambio, ante el bombardeo informativo, el cerebro se rinde y se entrega a la abundancia, lo que afecta directamente a su rendimiento.

Esta tesis venía avalada por un experimento que se realizó esta vez en Estados Unidos. Tres grupos de estudiantes tenían que hacer unos ejercicios. El primero, sin móvil; el segundo con el móvil apagado, y el tercero con el móvil encendido. Los resultados fueron tal cual, por ese orden, de mejor a peor. Es curioso cómo solo la mera presencia del teléfono, aunque esté apagado, ya distraía a los estudiantes y les impedía concentrarse en los ejercicios.

La tercera razón de la pérdida de inteligencia venía por el aumento de las compodidades tecnológicas. La tendencia humana natural es la de facilitarse todas las tareas, desde que inventó la rueda e incluso antes. Hasta la escritura pudo ser una amenaza para la memoria, se menciona. Sin embargo, el aumento de capacidades de la tecnología también ha sido exponencial, de modo que hemos perdido orientación espacial porque todo lo hacemos con el GPS, también se ha visto afectada cualquier tipo de memoria compleja, porque todo lo buscamos en Google y así un largo etcétera. La cuestión es que, cuando se deja de usar una facultad del cerebro, se pierden esas conexiones. Otro dato que arrojan los estudios es que cada vez se emplea menos vocabulario y son menos frecuentes las oraciones subordinadas.

Cuando se aprende algo nuevo, el cerebro cambia, lo que ayuda a ver el mundo de forma diferente. Tecnológicamente, ocurrió por ejemplo cuando se dejó de emplear el fuego en la vida cotidiana. El problema, actualmente, es que el cambio ha podido ser tan profundo y rápido que la tendencia en la evolución de la inteligencia se ha invertido. El documental deja ahí la cuestión, aunque se moja. Recomienda leer y no solo libros, también leer mapas, saber de geografía, porque el cerebro necesita hitos para desarrollar su inteligencia, ayudado o no de la tecnología, pero el orden debe ser ese.

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