Podríamos analizar lo sucedido a la selección española en la primera fase de clasificación del Mundial de Rusia donde probablemente la falta de posicionamiento y quizá de planteamiento nos ha dejado una sensación amarga de un equipo con carencia y falta de definición, pese al éxito. Pero no hablaremos de fútbol
VALÈNCIA. No les negaré que he sentido cierta tentación de escribir sobre fútbol, no sobre aspectos técnicos de qué jugador, entrenador o estrategia es adecuado para nuestra selección nacional, sino sobre todo lo que trasciende y significa este deporte a nivel mundial y que se pone de manifiesto durante la celebración de un Mundial. Todo un país atento a una sala de pantallas –el ya famoso VAR– para saber si su equipo ha marcado o no y sigue en la competición o se vuelve a casa comer con tinto de verano, hacer la siesta y ver/dormir mientras se emite el Tour de Francia. Cómo el fútbol impregna y afecta a nuestro comportamiento y nuestro estado de ánimo colectivo. De hecho, muchos consideran que hace más por la unidad de España la selección nacional que cualquier otra iniciativa política o institucional.
En cualquier caso y tras una breve reflexión y una interesante comida, creo que conviene escribir –una vez más– sobre cómo la Comunitat Valenciana estructura (o no) su tejido empresarial, social, cultural y político para presentarse en el exterior y mantener un posicionamiento relativamente unitario y coherente. Sobre este y otros asuntos compartimos análisis y reflexiones con uno de los líderes empresariales más importantes y representativos de nuestro territorio, Salvador Navarro, presidente de la patronal empresarial CEV y me pareció especialmente atractiva la afirmación sobre la carencia de posicionamiento de la Comunitat. Volvemos a la eterna idea de que nos falta mejorar en lo colectivo, siendo claro, cerrar filas. Nos falta unidad de acción por un exceso de autocrítica, por luchas de poder territorial e incluso sectorial o de gremios, y ello repercute muy negativamente en la imagen y la fuerza con la que podemos trasladar nuestro mensaje y justas reivindicaciones tanto en Madrid –poder nacional– como en Bruselas –poder europeo o internacional–.
Estos días, tras el cambio de gobierno, la llegada a la cartera de Fomento del valenciano José Luis Ábalos y las noticias que nos llegan de Europa sobre la falta de prioridad en las inversiones de la UE en el eje mediterráneo frente al atlántico, tenemos ante sí el reto de empezar a dar la vuelta a la eterna marginación. Siempre dijimos, con razón, que era clave que hubiera ministros valencianos para que nuestra voz llegará a los centros de decisión de poder, puesto que los múltiples valencianos en empresas e instituciones que hay en la capital no sabemos si no tienen todo el poder que desearíamos o no ejercen de palanca o motor del cambio como quizá podrían. En cambio, un ministro es un ministro y Ábalos dirige la cartera que afecta a las infraestructuras. Es nuestra oportunidad.
Entre todas estas situaciones, aflora la idea clave de que la Comunitat Valenciana debe tener un posicionamiento unívoco, debe aprender y hacer lobby en Madrid y Bruselas. Todo ello dejando de lado luchas cainitas y posiciones ideológicas, y esto tiene mucho que ver con la responsabilidad de los diputados valencianos en el Congreso de los Diputados. Siempre que hablemos de reclamar lo que en justicia nos corresponde, sin pretender gozar de privilegios frente a otros territorios españoles pero tampoco siendo los últimos de la cola o los que pagan la fiesta y no están ni invitados. El “tots a una veu” pero de verdad, en el día a día, en las reuniones y guiados por el característico trellat que siempre ha caracterizado el espíritu valenciano.