EL JOVEN TURCO / OPINIÓN

Nos ponemos a escribir

18/12/2023 - 

Quise recordarlo el sábado en el Comité del PSPV-PSOE en el que Ximo Puig nos comunicaba que en los próximos meses dejará de ser secretario general. Yo conocí bien al President a partir de una conversación en un pasillo de Les Corts, donde en ese momento trabajaba con José Muñoz y Manolo Mata. Un gobierno que nacía del acuerdo de izquierdas distintas, de tradiciones muy dispares y que era una de las primeras experiencias de las coaliciones que ahora marcan el momento político español. Se enterraba como recordó Manolo, también en el Comité, la idea de a mi izquierda el abismo y se ponía sobre la mesa una colaboración que, con todas sus dificultades, ha permitido una historia de éxito colectivo.

En ese pasillo de Les Corts el President me paró, tras una sesión de control, y me propuso que me incorporara a su equipo para ayudarle a escribir. Hace ya 8 años y pensé, como sigo pensando hoy, que lo mejor que te pueden proponer es ayudar a escribir. Al menos para mi que, en mi forma de entender la política, soy de los que cree que la mejor página del socialismo siempre es la que está por escribirse. Así abría, precisamente, Sandra Gómez como presidenta el último congreso nacional que reeligió a Ximo Puig.

Y eso es una forma de entender el compromiso, pero también la vida. Es una forma de encararlo desde la necesariedad del optimismo, porque no se puede ser progresista sin militar en la idea de que es posible un futuro mejor. Pero también es una forma de entenderlo restándose importancia a uno mismo. Es decir, sustituyendo la vocación de trascendencia y relevancia por la de eslabón. El eslabón de una cadena que ni empieza, ni acaba en nosotros mismos.

Y de eso trata el momento de los socialistas valencianos y creo que ha tratado estos últimos años. Ximo, del que he aprendido mucho y también con el que no siempre he estado de acuerdo y al que, precisamente por eso, creo que respeto tanto, ha sido una persona al que le ha importado poco su relevancia propia en comparación con la de una idea de país. De hecho, cuando algunas veces se han escrito críticas sobre sus años al frente del partido se ha acudido al argumento de que era un gran President, pero eso no implicaba ser un buen secretario general. Yo siempre que lo leía pensaba que le reconocían un mérito doble. Por qué, ¿acaso se le puede dar más importancia a un partido, más aún a un partido socialista, que centrándolo en transformar la vida de la gente?

Ahí están los resultados de esa forma de entender o de ese modelo. Creo que ampliamente compartidos por la sociedad valenciana, incluso después de perder la presidencia.

Por eso, un partido tiene la necesidad de querer ganar, pero también tiene que entender que perder no significa no tener razón. Aunque haya que asumir errores, como no haber sido capaces de que la buena gestión fuera una emoción superadora del fatídico 'que te vote Txapote'. Pero si pensáramos que perder es equivocarse, tendríamos que defender también, que ganar es acertar. Y yo no comparto ese relativismo.

No creo que la derecha extrema y la extrema derecha tengan razón por el hecho de sumar más diputados. Tienen legitimidad para gobernar, por supuesto, pero el negacionismo de la violencia machista, la defensa fervorosa de la desigualdad, el desmantelamiento de los derechos, la idea única y excluyente de país o el ataque sistemático a una cultura libre y crítica, no son buenos proyectos. No conllevan razón.

Y los buenos proyectos son patrimonios colectivos. El de Ximo Puig, que es el de los socialistas valencianos y también el de muchos valencianos y valencianas que no necesariamente lo son, lo es. Por eso, lo mejor que podemos hacer es tener presente que nada acaba, ni empieza ahora. Ni en uno mismo, ni en nadie. O no debe.

Porque no es fácil encontrar, en estos momentos, proyectos que sean transversalmente bien valorados. Ideas que sean compartidas o que comporten un orgullo como el que sienten la mayoría de los valencianos y valencianas por algunos hitos de los últimos años; entre los que está y me quedo con el de haber superado la pandemia con una posición de responsabilidad colectiva y la defensa de la vida. Y como no es sencillo, también en lo que venga debemos asumir ese papel de eslabón, que engarce con 12 años de un proyecto, en el que habrá habido errores, pero ha sido un gran acierto.

Por esta forma de entender las prioridades y la política, para mi la foto del paso a un lado del President no es la de un Comité o la del próximo Congreso, es la que subió el mismo a sus redes sociales de su escritorio en el Palau al dejar la presidencia. También porque pienso que todos somos lo que nuestro escritorio cuenta de nosotros.

Y en el suyo se veía el caos de papeles, carpetas, un juguete que le regaló una niña ucraniana acogida en nuestra tierra y muchos libros. Tony Judt, la biografia de Willy Brandt, Brines, Hernández o Amos Oz, al que yo llegué gracias a él, y que escribió pocos meses antes de morir: "No es posible acabar con una idea, aunque sea retorcida, a palos. Es necesaria una respuesta, una alternativa, una creencia atractiva". Ni aunque esa idea sea la de alguien cuyo escritorio de President no se parezca en nada a este o comparta viaje con un torero retirado y filofascista, como si Berlanga aún pudiera brindarnos su última película.

Esa respuesta, alternativa y creencia atractiva que a mi juicio debe partir de la serenidad de un partido que perdió unas elecciones, pero al que no pudieron impugnarle sus principales razones. Un partido al que le llegó su mejor momento en décadas, por pensar menos en sí mismo que en la gente, por creer en la apertura de ideas y contar con un liderazgo que fue, pretendidamente, menos líder orgánico que alcalde de la Comunitat Valenciana.

Así que creo que lo mejor que podemos decirnos y decirle a la gente es que, otra vez, los y las socialistas nos ponemos a escribir.

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