VALÈNCIA. Marta (Katia Borlado), una joven doctoranda en la universidad con una beca precaria (que tiene que complementar con otro trabajo como profesora de natación para niños) está a punto de irse a vivir con su novio Leo (Antonio Araque). Tiene dudas, pero la decisión ya está prácticamente tomada. Antes, por las vacaciones de verano, se irá a pasar unos días con su madre en Gijón, su tierra natal. Allí, se reencontrará con su grupo de amigas de toda la vida y con un antiguo amor, Pablo (Álvaro Quintana), con quien volverá a vivir una aventura que le hará replantearse sus planes, si la vida que tiene (o que está a punto de empezar) es la vida que quiere.
Esta es la historia que cuenta Notas sobre un verano, la nueva película del cineasta Diego Llorente, presentada en la sección oficial del Festival de Rotterdam y del BAFICI (Festival Internacional de Cine Independiente de Buenos Aires), y que se estrena en cines este 1 de septiembre. El punto de partida de la película es interesante, la idea de contar la historia de un personaje en crisis (laboral, sentimental y en consecuencia existencial) permite ir del relato de lo íntimo a lo universal, hablar de sentimientos, emociones, actitudes y conflictos de cualquier edad (aunque también puedan tocar más a unas edades que a otras). La decisión de contar ese momento vital en un espacio temporal muy concreto también es interesante. El verano es el tiempo perfecto para reflejar lo que en el día a día olvidamos o tratamos de olvidar: la posibilidad de lo inesperado, que suceda cualquier imprevisto que trastoque nuestros planes, la condición precaria de la vida. A partir de ahí, la película aborda la complejidad de asuntos como la búsqueda de la identidad, el amor, el deseo, las contradicciones de los sentimientos, el miedo a perder lo que uno ama, el término de las relaciones, la madurez, el paso del tiempo, el peso de las elecciones.
Sin dejar de ser ficción, con ciertos recursos que se acercan al documental, Diego Llorente cuenta esta historia y explora esos asuntos de forma sencilla y sutil, con naturalidad y ligereza, a través de la cotidianidad de su protagonista, siguiendo momentos de su día a día, capturando imágenes que, sin decir mucho, hablan de esa encrucijada vital. Un viaje a solas en tren, un paseo por la playa con una amiga íntima, reencuentros con amigos, escenas de sexo intenso y de sexo triste, discusiones que quedan en el aire, una pareja tratando de construir algo sin saber muy bien cómo. Con ello, el director consigue darle verdad al personaje, hacer creíble su historia, plasmar su mundo íntimo, su alegría y su dolor, esa contrariedad de los sentimientos.
Katia Borlando y Antonio Araque, con sus físicos y formas de hablar y actuar normales y corrientes, también consiguen darles humanidad y espontaneidad a sus personajes, hacer que nos resulten cercanos, que podamos vernos en ellos. El problema de Notas sobre un verano es que, a pesar de su verdad, tanto en el fondo como en la forma, no hay nada revelador ni singular, todo termina resultando demasiado común y previsible. En su narrativa no hay nada extraordinario, parte de sus imágenes son intercambiables con otras de cierto cine autoral independente (o pretendidamente autoral).
Si bien no hay nada nuevo en lo que cuenta Notas sobre un verano, al fin y al cabo, es lo que su director quería contar. A pesar de sus debilidades, Diego Llorente logra acercarse a la película que parece pretender, una película pequeña, sin grandes artificios, sencilla y honesta, que desde lo íntimo cuenta con sensibilidad una historia universal.