VALÈNCIA. "Me conecto a Internet y se me corta la respiración hasta que oigo tres palabras: ‘tienes un e-mail’". Podríamos estar hablando del inicio de la película homónima protagonizada por Meg Ryan y Tom Hanks. Esa que tiene un lugar privilegiado en todas las listas de títulos con los que revolcarse en la melancolía otoñal. Pero no. Desde hace años, el entusiasmo ante la llegada de correo electrónico cuenta con unas protagonistas incontestables: las newsletters personales, de autor, íntimas, creativas.
Y es que, tras sus inicios como herramienta de marketing y compilaciones de noticias, estos boletines viven ahora una edad dorada convertidas en espacio para compartir confidencias, reflexiones, recomendaciones culturales, piezas literarias o incluso consejos sobre las mejores cabañas a las que escaparse.
Contorno Labial, de la periodista y escritora Alba Muñoz, surgió como muchos otros asuntos vitales: por una mezcla de necesidad y deseo. Así lo cuenta: “hace tres años escribí un texto muy visceral del que me sentí orgullosa. Era largo, demasiado para un suplemento o una revista al uso, pero no quería esperar para publicarlo, no quería ganar dinero con él, sino sacarlo de mí cuanto antes. Así que abrí una cuenta de Substack y lo colgué. En pocos días se viralizó”. En realidad, esta plataforma suponía la continuación de una aventura previa también en clave 2.0: “durante mi juventud mantuve un blog. Me sentía muy libre escribiendo allí, notaba intimidad y libertad porque sabía que sólo me leían quienes de verdad querían leerme. Así que terminé resucitando mi pequeña bitácora”.
Una experiencia que encuentra su eco en la de Jesús Terrés, firma habitual de Condé Nast Traveler, Vanity Fair y Guía Hedonista, entre otras cabeceras. “Siempre me ha gustado escribir y he escrito para muchos medios. Esos encargos son geniales, pero tenía muchas ganas realizar una escritura más literaria. Así que cada entrega me la planteo como un ejercicio de creatividad. Nunca me ha gustado la idea de ‘email’, siempre los he llamado cartas, para mí es una carta íntima que escribo a mis lectores. Y cuando lo hago siento que me estoy dirigiendo a un amigo muy cercano o incluso a mí mismo”, explica el creador de Nada importa, que cuenta con 40.000 suscriptores.
Sandra Stranger también comenzó su incursión en el ecosistema newsletter por pura pulsión creativa: “he trabajado de copywriter, redactora, community manager… Escribir me ha dado de comer, pero siempre lo he hecho para diferentes marcas. Necesitaba un espacio donde poder redactar libremente; un lienzo en blanco”. Así nació Barraca Lab, “una newsletter bastante caótica. No sigue una periodicidad fija ni una temática concreta”.

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- Foto: KIKE TABERNER
Rafa Cervera es escritor y colaborador de El País, elDiario.es y esta santa casa, entre otros medios. También es quien da al botón de enviar en Todo lo que necesitas leer, al que prefiere llamar boletín y no newsletter (“detesto lo neologismos innecesarios”). En cualquier caso, esta correspondencia 2.0 nació porque quería “un espacio virtual donde poder expresarme igual que solemos hacer en redes sociales, pero sin regalarle contenidos a las redes sociales, como hacemos habitualmente. El boletín me permite recuperar textos antiguos (muchos de ellos previos a internet) e incluso rehacerlos, compartir en forma de listas la música que escucho… Lo considero un ejercicio de reflexión, análisis y reivindicación de mi trabajo, que es como decir de mí mismo”.
“La necesidad de contar algo”
Una carta digital que llega directa a tu bandeja de entrada cada cierto tiempo, de acuerdo. Pero, ¿qué hay escrito en ellas? ¿Qué encuentras cuando decides abrirla? Para Marta Hortelano, periodista en Las Provincias, elegir los asuntos que debían protagonizar Captura de Pantalla supuso en sus inicios un pequeño dolor de cabeza: “me agobiaba, porque soy muy planificadora. Hacía listas de temas y los calendarizaba. Pero de repente pasaba algo de actualidad de lo que quería hablar”. Sin embargo, el yugo de la actualidad se desintegró rápidamente: “cuando ocurre algo importante, todo el mundo escribe sobre eso. Y yo quiero abordar asuntos que nos apelan a todos, pero de los que no se suele escribir en la prensa. Siempre hay cierto grado de costumbrismo, a veces inventado (o no), para empezar la carta e ir de una anécdota particular a un tema general. No quiero ser de nicho. Quiero recibir mails de mis lectoras y que me digan: ‘a mí me pasó igual’. Que se sientan identificadas o sorprendidas de que eso que guardaban en su memoria yo lo saco a pasear”.
En el caso de Contorno Labial, la elección de temas es algo “intuitivo y sin reglas. Por ahora, aprovecho textos antiguos que voy publicando en medios con los que colaboro y practico con la ficción. He creado un formato llamado Microbio con el que me reto a escribir microrrelatos que puedan germinar y convertirse en novela”. En el caso de Cervera, novedad y archivo se van intercalando según sus apetencias: “a veces tengo la necesidad de contar algo y escribo un texto. Otras, descubro un artículo o una entrevista que me parecen valiosas y no recordaba haber hecho. Llevo más de 40 años trabajando en esto, he hecho muchas cosas. Algunas son irrelevantes, otras no lo son en absoluto. Mostrarlas o hablar de ellas ahora me parece interesante porque permite contrastar pasado y presente”.
Cartas contra la inmediatez desquiciada
Newsletters a tu derecha, newsletters a tu izquierda. Newsletters hasta donde alcanza la vista. Constatada la proliferación de estos boletines en clave íntima toca preguntarse por los motivos de su éxito. Y preguntarse qué dice de nosotros el anhelo por recibir misivas de una desconocida… o redactarla.
Stranger señala a una sospechosa clara: la inmediatez desquiciada que domina nuestras vidas. Esa sensación de no llegar a tiempo, de ir corriendo con la lengua afuera como un perrillo ansioso, de sentir que no nos da la vida. “Vamos demasiado rápido, las redes sociales nos han hecho adictas a la dopamina y necesitamos tiempo para parar, hacernos un té y leer con calma textos más largos, ya sean libritos o newsletters”. ¿Su recomendación epistolar? “el naranjo, de Paula Aparicio, a quien admiro mucho”.
Para Muñoz, este boom se debe a su naturaleza “más íntima y pausada, que construye audiencias fuera de las redes sociales. Es un entorno digital que anima a leer y a escribir, sin tantos estímulos”. En su inventario encontramos las newsletters de Catherine Lacey, Daniel Saldaña París y Oye Sherman.
También en esas trincheras de la pausa frente a la hipervelocidad exterior sitúa Cervera el éxito de estos envíos: “es una manera de volver a la privacidad que nos han arrebatado las redes sociales, donde no existe el debate, solo la discusión, y donde lo que manda es el narcisismo y la idolatría a cualquiera que pase por ahí. Con este formato tienen la sensación de que el intercambio es discreto, sin ese bullicio insano. También es una forma de estar en contacto con gente interesante o que ofrece información interesante”. No en vano, es receptor de epistolarios digitales de Patti Smith o Jeff Tweedy. Su registro incluye también Fuera de series (“imbatible en lo suyo”); ¿Tiene usted tres minutos para hablar de...? de Raül de Tena o Cápsula de Escape, de Álex Serrano.

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- Foto: EDUARDO PARRA/EP
Por su parte, Hortelano defiende que el éxito de este formato surge de algo tan humano como el deseo de conectar con el otro, de sentirse entendido: “alguien te cuenta cada semana algo a ti. Y lo esperas con ilusión. La gente se siente identificada con lo que cuentas. No hay semana en la que alguien no me escriba para contarme algo. Nunca he escrito una carta que no haya despertado algo en alguien. Y espero que siga”. También apunta al voyeurismo: “ver por una ventana alguna parcela de vidas ajenas”. Y un tercer factor: “la gente está harta de que le cuenten milongas. Quiere que alguien les relate episodios cotidianos, no ver cosas cuquis todo el rato o que le estén vendiendo algo”. En su buzón hacen apariciones estelares Pretty in pretty out, de Paloma Abad, “porque me encanta el mundo de la cosmética”; Caro diario, “las frivolidades de las hermanas Marta y Blanca Handrich me tienen enganchada” o El guateque, de Paloma Herce: “me flipa ese puntito de hedonismo”. Y lanza dos recomendación casi obligatorias: Ola y Flecha, de Carmen Pacheco; “es una broma no leerlas a estas alturas”.
Si uno de los elementos fundamentales a la hora de construir estas newsletters personalísimas es la persona que las teclea, el otro son los humanos que las reciben. No hay newsletter sin una comunidad que elija recibirla (y, deseablemente, también leerla). Ahora bien, no parece tarea sencilla fidelizar a una comunidad de lectores bajo el bombardeo continuo de contenidos que supone actualmente la existencia online. En este sentido, Muñoz defiende que el elemento clave para crear una aldea digital es “la satisfacción, mucho más que la regularidad. Es decir, saber que hay bastante probabilidad de que una autora te cuente algo interesante, que te remueva, sorprenda o te haga pensar. Y que la lectura misma sea un placer”. Terrés dobla la apuesta: “cuando te gusta un autor siempre tienes ganas de acceder a sus creaciones. Da igual si es una newsletter, un libro o un artículo. Lo relevante es la mirada de quien escribe y lo que cuenta”. Su alacena de newsletters incluye Cheryl Strayed's Dear Sugar; Kapital, de Joan Tubau (“odio la economía, pero me encanta como la explica él”) y Eso que haces, de Noe Olbés.
Aquí Stranger recurre a Gloria Fuertes (santa a la que se reza desde estas líneas): “la poeta decía: ‘escojo siempre los poemas que nos dicen ALGO’. Y supongo que despertar ese 'algo' es un buen ingrediente para conectar con los lectores”.
Y ahora, hablemos de dinero, parné, vil metal. Buena parte de las newsletters que pueblan Internet son gratuitas. Pero también hay quienes optan por combinar los contenidos en abierto, accesibles a cualquier suscriptor, con materiales de pago a cambio de una membresía mensual o anual. Es la opción de Terrés, quien considera esos escritos premium “un experimento, un club privado”.
También es la modalidad elegida por Cervera: “uno debe valorar su trabajo. Además, ya que las ideas dejan de ser tuyas una vez las escribes o las dices, ¿por qué no sacar un rendimiento económico por haberlas parido? Apenas hago publicaciones gratuitas. Imagino que por eso tengo pocos suscriptores y que los que pagan son menos aún. Tampoco empecé esto con intención de llegar a mucha gente. Casi todo lo que hago es siempre para un público reducido y está bien así”.
Turno para las malas noticias. Y es que, todo fenómeno en auge tiene un peligro: la sobresaturación. Una cruel muerte por éxito. Terrés al aparato: “hay un boom de las newsletter, como pasó con el running o los podcast. De hecho, mucha más gente ha empezado una newsletter que un podcast, porque es mucho más sencillo. Pero eso tiene un peligro: no es lo mismo empezar a escribir porque te gusta escribir que querer tener una newsletter para conseguir muchos suscriptores. Centrarse en lo segundo te frustará mucho, pues es un proceso lento”. Una postura que rima con la de Muñoz, para quien este escenario de epistolarios digitales “se está convirtiendo en una burbuja y, como todas, se desinflará”.
Con este presagio en mente, quizás un día echemos un vistazo al abismo de Internet y digamos “antes todo esto eran newsletters”. Pero nada de lamentos preventivos. De momento, tenemos margen para disfrutar con ese cosquilleo gozoso que se produce cuando la bandeja de entrada susurra “tienes un email” y, efectivamente, hay una cartita esperándonos