VALENCIA. Para los valencianos, ellos, nosotros, Joan Monleón fue una especie de pompón colorido movido festivamente para alborozo colectivo. Sólo una agitación inofensiva llamada a sonsacar una sonrisa que olvidar en poco tiempo. Para una mayoría fue el mayor ejemplo de la coentor propia, un vedette capaz de entusiasmar a abuelas y nietos. Tan travieso, ay, tan escatólogico. Canal Nou acabaría tallando su figura de fiera y mito capaz de hilar pueblo con pueblo. Para la izquierda más divina Monleón era lo grotesco, la vergonya del folclore. “Yo era horchatero y era muy feliz”, solía sentenciar.
Qué pasa con Monleón. Hace pocas fechas hace seis años que él murió, justo el días de los inocentes, jugando con la broma hasta el límite. “El 2016 80 años del nacimiento de Joan Monleón. Estaría bien que asumiéramos que con Monle no hemos sido inocentes, sino injustos. Haría falta reivindicarlo”, escribió el periodista y realizador Francesc Felipe. Ese día Canyot, popular cuenta Youtube valenciana, una suerte de hangar de vídeos de aquí, recordaba una de las entrevistas en las que más se descubrió. “Cuando Canal 9 dejó de emitir el Show de Joan Monleón yo todavía no había tomado la comunión. En mi casa siempre se ha hablado mucho de él. Puede ser influya el hecho de que a mi padre le tocara un coche en la Paella Rusa”, cuenta Canyot. La entrevista en cuestión corresponde al programa Identitats, en 1988, sometido al interrogatorio sutil de Josep María Espinàs.
- “Tú puede que seas una persona triste…”
- “En el fondo sí. Cuando tienes que ironizar de muchas cosas de la vida te das cuenta de todas las cosas que te hacen ponerte triste”.
Aparece inesperado. Está ahí, se recurre a él tal que si Monle hubiera sido elegido mascota oficial en los juegos olímpicos de la valencanía. “Y eso que Álvarez de Toledo no fue niña en Valencia y tuvo que ver a Joan Monléon pintado de Baltasar. Yo eso tampoco lo perdonaré jamás”, tuiteaba el día de Reyes el periodista Borja Ventura.
Y entre tanto se desliza la impresión de que además de fuente de cuchufletas, Monleón, un paso por delante, estaba colando subterráneamente pegamento social mientras hacía como que nos movía el pompón y giraba la paella. Su figura reverdece entre quienes creen que quiso popularizar valores que obviábamos, extender verdades, fomentar un colectivismo a partir de lo propio. “Quizá los valencianos no le damos importancia a nuestras cosas, las tenemos ahí, como si nada…”, adelantaba en 1988 este alquimista de la clòtxina. “La gente ha tenido que montar una pose para no mostrarse cada uno como es, cada pueblo como es”.
Quizá este tipo -al ver las películas de Fellini sentía haber vivido ya esas escenas en las calles del Carmen- estaba hablando bien en serio, comprometido por su vocación, más allá de sus papeles de obispo. “Me molesta que me encasillen”, anunciaba.