VALÈNCIA. Costó hasta tres intentos que el cohete Miura volara hasta la luna. Estaba previsto que fuera el primer vehículo de lanzamiento recuperable en Europa, y tardó tres años en salir de órbita. Originalmente, estaba previsto para el 31 de mayo de 2020, luego para el 17 de junio del 2023 y finalmente se lanzó el 7 de octubre del 2023 desde Campo de Tiro del Médano del Loro en Almonte, Huelva. La idea original era lograr un vuelo suborbital propulsado por oxígeno líquido y queroseno. Fue al espacio brevemente, con un apogeo suborbital de 46 kilómetros y al entrar en el mundo cayó a descansar en el océano Atlántico, donde ya no pudo ser recuperado.
¿Qué sería lo que vio en el espacio?, ¿qué habría allí fuera? Imaginando esta entrada en el espacio exterior la valenciana Irene Sánchez imagina un dispositivo en el que delimitar una nave para prepararse ante “la nueva carrera espacial”. Un elemento performativo inspirado en el primer cohete privado español: el Miura 1. Un trabajo para cuestionar “las formas bajo las que ocupamos otras realidades orbitales”. El proyecto forma parte de una investigación de la UPV, donde tiene una beca predoctoral dentro del proyecto Nuevos Imaginarios Tecnoartísticos, en el contexto de las relaciones interplanetarias.
En este proyecto imagina una conquista del espacio exterior a golpe de banderilla, para “torear a la luna”. Una forma simbólica de hablar de las estructuras culturales que se replican en el espacio exterior para hablar de “lo exterior como un espacio en blanco sobre el que poder actuar sin pensar en las éticas bajo las que lo hacemos ni las estructuras que perpetuamos”. Mientras la construye reflexiona sobre cómo nos relacionamos, desde la tierra, con el espacio exterior y quienes se encuentran en otros planetas. “Es una pieza crítica que juega con aturdir a la nave espacial haciendo alusión a un toro, me pongo en plan torero para hablar de la cultura y de lo que nos rodea”.

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Cuando la banderilla sobrevuela el cielo lo hace también la teoría de Sánchez, y al colisionar con una superficie -la del suelo, que sería una nave imaginada- suena el pasodoble de Manolete. En la cabeza de la artista esto representa una “tarjeta de felicitación un tanto peculiar con la que aproximarse a los marcianos” y con la que, tal vez, confundirles un poco mientras les habla de los orígenes del proyecto. El diseño del sonido lo hace de la mano de Laia Caballero, quien trabaja con un módulo de sonido programable que va con un interruptor anexado a la ventosa de ambas estructuras.
La forma de provocar la colisión es hacer volar la flecha con un arco, una forma de lanzar una conquista de forma performativa aunque el objeto no salga de órbita. El objeto, la canción, su decoración y la elaboración de la teoría tras el proyecto es lo que hace que la conquista de Sánchez sea tan única y significativa. La banderilla, en la que ha trabajado durante más de medio año, sirve para hablar de la vida que hay en otros planetas, de los intentos fallidos de comprenderla y del traspaso de la cultura hasta el espacio exterior. Y más allá, si se puede.