VALÈNCIA. La mediación cultural es la rama invisible de la red artística valenciana. En la última década se ha consolidado como una de las prácticas más dinámicas y transformadoras del ecosistema local —ha crecido en museos, centros culturales, festivales y espacios comunitarios—, pero a pesar de los titulares triunfalistas de muchos centros culturales, la realidad material de sus profesionales y el apoyo efectivo de los gobiernos aún son asignaturas pendientes.
Así lo reconocen desde la Associació Valenciana d’Educació i Mediació en Museus i Patrimoni (AVALEM), la primera entidad de este tipo en el Estado. La entidad nació en 2012, a partir del trabajo de una alumna del curso de Educación Artística y Gestión de Museos de la Universitat de València. AVALEM ha contado con figuras tan reconocidas como Ramón de la Calle, Isabel Puig o Ricard Huerta en su presidencia.
Desde el pasado mes de marzo, una nueva junta (Elena Medina, Francisca Soto, Aurelia Diaz, Luis Noguerol, Laura José, Violeta Montiel y Elena Sanmartín) representa la renovación que está llevando una nueva generación de mediadoras vinculadas al Máster Permea del Consorci de Museus y la Universitat de València.
“Cuando empezamos, en 2012, la figura de la mediación cultural todavía era difusa, pero en los años siguientes, sobre todo a partir de 2015, se integró más en las instituciones. Se hablaba de democracia cultural y de participación ciudadana, sí, pero siempre ha sido desde la precariedad de sus trabajadoras”, reconocen en un encuentro con este diario.
Pero el nuevo contexto político no ha hecho más que agravar el problema. Desde los cambios en la Conselleria de Cultura, a partir de 2023: “No hemos dado un paso atrás, sino muchísimos. En un año se ha destruido lo poco que habíamos conseguido: desaparición de convocatorias, programas educativos cancelados, falta de transparencia en los nombramientos. Todo eso va en contra de los derechos de las trabajadoras y de la ciudadanía”. La sensación compartida es que “construir cuesta años y destruir apenas unos meses”.
Una radiografía del ahora
Uno de los debates permanentes es qué entendemos por mediación. “No podemos reducirla a una guía de sala. La concebimos como una metodología transversal, una forma de hacer y de entender la práctica cultural y museística”, desarrollan desde la junta. Esa amplitud le permite estar presente tanto en los museos como en proyectos comunitarios en el ámbito rural, en hospitales o incluso en centros penitenciarios: “Las metodologías son las mismas: generar participación, construir relatos colectivos y conectar la cultura con las problemáticas del presente”.

- -
- Foto: AVALEM
Las artes escénicas han sido uno de los terrenos donde más ha crecido en los últimos años. “Muchos festivales incorporan ya programas de mediación con escuelas o con el público general. Es un ámbito donde se ha avanzado mucho”. También el medio rural ha encontrado en la mediación una herramienta para revitalizar comunidades, así como contextos de crisis como la Dana, donde “los departamentos más precarios, los de mediación, fueron quienes tuvieron la responsabilidad de responder a la situación. De repente se demostró que éramos imprescindibles, como ocurrió con los cuidados durante la pandemia”.
Sin embargo, la consolidación profesional se ve frenada por un modelo de externalización generalizado. “Los museos necesitan departamentos educativos con personal público estable. Si todo depende de contratos temporales de semanas o meses, no hay proyectos de mediación reales, solo acciones sueltas”.
La subcontratación a través de grandes empresas de multiservicios es la fórmula de prácticamente todas las instituciones lo que, a ojos de AVALEM, “genera precariedad, distancia entre mediadores e institución y salarios indignos. Hemos visto licitaciones públicas que salían a pagar 7 u 8 euros brutos la hora. Eso no permite sostener ningún proyecto ni ninguna vida”.
La mayoría de profesionales trabajan como autónomas —de hecho, en general, en condiciones de falsos autónomos. “El sector está plagado de precariedad. Hay quien cobra 20 euros por un trabajo por el que otra persona recibe 200. Una las líneas de trabajo que queremos llevar a cabo desde la asociación es elaborar un manual de remuneración digna que sirva de referencia al sector, porque ni siquiera entre nosotras sabemos cuánto pedir por determinados encargos”, comentan.
El marco legal tampoco ayuda. La figura de la mediadora cultural quedó incluida en el convenio de animación sociocultural y ocio educativo, pero en categorías laborales bajas. “Te pueden contratar para guiar visitas o para coordinar proyectos pedagógicos complejos. Es una figura demasiado abierta que acaba rebajando nuestras condiciones materiales”. Sobre las condiciones laborales de los y las profesionales, la asociación celebrará un acto este próximo 20 de septiembre de 11:00 a 13:00 en el Centro Cultural Nave 3 de Ribes, dentro del ciclo A cau d'orella.
El vínculo con algunas instituciones culturales se han enfriado; pero la mediación cultural también tiene mucho que ver con Educación: “La cultura y la educación tienen que ir de la mano, tanto en la enseñanza formal como en la no formal. La escuela también es un espacio cultural”. Sin embargo, la interlocución con la Conselleria (que es la misma que la de Cultura, aunque con direcciones generales diferentes) ha sido escasa: “Las iniciativas han venido más bien de fundaciones y proyectos independientes. La administración no ha mostrado sensibilidad y ahora, con el cambio político, asistimos a un retroceso en valores democráticos y de igualdad”.

- -
Y una mirada al futuro
En este panorama, el Máster Permea se ha convertido uno de los pilares del presente y el futuro para que la mediación cultural siga avanzando en el ecosistema valenciano, a pesar de todo: “Sigue generando propuestas nuevas, conecta a estudiantes actuales con generaciones anteriores y atrae perfiles internacionales y sitúa a València como referente en mediación cultural —incluso antes que Madrid”, analizan desde AVALEM. Que el programa siga en marcha es “motivo de orgullo” y un indicador de que la ciudad “todavía conserva un papel central” en este campo.
De cara a los próximos años, AVALEM identifica dos prioridades: mejorar las condiciones materiales y mantener espacios de encuentro: “Queremos ser un lugar de referencia para mediadoras, un espacio donde compartir experiencias, formarse y dialogar con las instituciones. También un agente crítico que señale malas prácticas”.
“Nuestro papel, además de defender los derechos profesionales, es el de sociedad civil. Si no lo ocupamos nosotras, ese espacio lo llenarán otros valores mucho más peligrosos”, concluyen.