VALÈNCIA. Lo prometía Alejandro Salade, director de la Fundación Miguel de Molina y sobrino nieto del autor: “La de València no es una exposición más”. Salade es el encargado, desde hace décadas, de acumular material de su ilustre familiar y darlo a conocer a través de una exposición que intermitente lleva itinerando desde 2009. Pero la que inauguró ayer la La Nau de la Universitat de València no es cualquier otra, es la segunda vuelta (la tercera vida) triunfal de Miguel de Molina a la ciudad.
Miguel de Molina. Yo quiero ser diferente es “la mayor retrospectiva” hecha de un artista total. Cantante de algunas de las coplas más populares, como La bien pagá o Te lo juro, también fue un creador que revolucionó la escena en tareas que van desde el diseño de escenografía hasta el vestuario, el cine o el ballet. La muestra quiere reconocer su contribución en todas esas disciplinas desde una perspectiva: su innegociable y creativa manera de ser en la España más oscura.
Aunque nació en Málaga, fue en València donde empezó a cultivar su gran éxito. Durante años combinó las funciones para apoyar al bando republicano con sus llenos en los principales teatros de la región. “Mi adorada València”; así se refería a la ciudad, según contaba ayer Salade.
Miguel de Molina era mucho más que un cantante “rojo y maricón”, tal y como repetían las malas lenguas. Fue una figura que aspiró, desde todas las tareas creativas que tuvo entre manos, a crear “un estilo masculino nuevo para el cantante de copla”.
València, cuna de su éxito y su represión
“España no conoce aún a Miguel de Molina. Lo está empezando a conocer ahora, pero queda mucho”, apuntaba Salade. La exposición no es “una más” porque abre un nuevo capítulo en esa divulgación e investigación de su vida y obra. En 1942 se exilia a Buenos Aires ‘con lo puesto’ tras varios episodios de detenciones, palizas y confinamientos que le hacen imposible trabajar. Cinco años más tarde, 1947, su madre fallece en la casa en la que vivía, en la Calle Císcar de València.
La casa, en la que descansan todas las pertenencias del artista, permanece cerrada casi una década. En 1957, vuelve en un contexto de dictadura militar en Argentina porque desde que volvió sentía la necesidad de volver a su país de origen. La segunda vida de Miguel de Molina es agridulce: por una parte, rescata todo su archivo y actúa de nuevo en escenarios españoles con éxito, pero la prensa sigue centrada “en lo que él no quería” y acabó siendo una vuelta puntual. En 1970 deja los escenarios, ya en Argentina.
Las cajas con todo el material de su época más triunfal, los años previos y posteriores a la Guerra Civil, se habían abierto solo parcialmente. El material, desde trajes hasta un rico fondo documental, solo se había descubierto parcialmente.
La exposición en València será el punto de partida para el estudio de este archivo. El catálogo que se está editando abordará las primeras investigaciones, pero ni siquiera se ha acabado de catalogar ni digitalizar todo el fondo, entre los que hay unos cuadernos con memorias inéditas.
¿Qué descubrirá esta parte de su archivo? Por ahora ya se han hecho varias revelaciones: además de su confinamiento impuesto por el régimen franquista en Buñol, también padeció el mismo castigo en Xàtiva, algo que no había sido conocido hasta ahora. Además, se ha encontrado en el archivo una sustancial relación epistolar con el actor valenciano Enrique Rambal y su familia.

- El icónico retrato de Miguel de Molina, realizado por Annemarie Heinrich. -
La vida en su ‘adorada’ València resume a la perfección la glorias y las miserias que padeció en vida Miguel de Molina. Y casi tres décadas después de su muerte, sigue el trabajo de “rehabilitación memorial” —así ha calificado la exposición una de sus comisarias, Stéphanie Demange—.
“El catálogo será una invitación a estudiar el archivo”, promete la co-comisaria, junto a Laurie-Anne Laget. Con estas cajas ahora abiertas, que se suman a los más de 10.000 archivos que custodia la Fundación Miguel de Molina, empieza un nuevo capítulo que implica de lleno su paso por todas las localidades de la Comunitat Valenciana.
Blusas con espolín
Volviendo al ámbito puramente expositivo, Miguel de Molina: Yo quiero ser diferente es toda una invitación a descubrir a ese “artista total” que en vez de esconderse, “buscaba continuamente estilizar todos los aspectos de su creación”.
La columna central de la muestra son las blusas y los trajes que fue utilizando a lo largo de su carrera. En València encuentra, especialmente en el mundo fallero, ese impulso por el exceso que marcó sus grandes contribuciones a la copla. Tal es la influencia que incluso una blusa está hecha siguiendo la tradición textil valenciana.
El trabajo de Miguel de Molina no solo se muestra en primera persona, sino que además hay una sección dedicada a la admiración que le profesaban diferentes personalidades y profesionales. Entre todos los materiales, destaca una historia amarga: de su amistad con Federico García Lorca, guardaba una dedicatoria. Pero cuando empezó la represión, le recomendaron no tenerla encima por lo que podría suponerle. Harto de las palizas y los destierros, claudicó y afeitó el papel para borrarla. Ese página se incluye en la exposición perpendicular a la pared para que se pueda intuir, poniendo la linterna del móvil en la parte posterior. Aunque dejó huella, no se ha podido descifrar la dedicatoria.