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EL MURO  / OPINIÓN

Nueva era en Les Arts

Ya tenemos el tercer proyecto para el Palau de Les Arts sobre la mesa. Y a la tercera, dicen, debería ir la vencida. Nos jugamos mucho. Pero hay que ir más allá

4/11/2018 - 

He de admitir, y así ha quedado para las hemerotecas, que nunca fui fácil para el Palau de les Arts. No en cuanto a su existencia formal o a la idea de dotar a Valencia de un gran complejo cultural, pero sí con respecto a la verdadera necesidad de meternos en un proyecto arquitectónico de tal envergadura y costoso mantenimiento si lo que se quería era, simplemente, ampliar la vida cultural de la ciudad con la llegada regular de la ópera y no sólo crear un icono con el que fotografiarse a las espaldas.

Lo discutí antes, durante y después con un buen número de colegas, conselleres/as y altos cargos de la Administración mientras aquello crecía, se modificaba y desarrollaba. Pero una vez ejecutado e invertido tal cantidad de millones -cerca de 400 “oficiales”- lo importante era darle salida y sacarle rentabilidad social a un espacio de muchos escenarios, no siempre en uso, pero carente con el tiempo de vida ininterrumpida y agitación cultural que no política, pero sí hasta policial y judicial. La única razón esgrimida para justificar esa “parálisis” de escenarios es que los protocolos salen muy caros. No me extraña.

Siempre consideré, y así está registrado, que una vez metidos en el barro lo que había que conseguir era que Les Arts funcionara como el Barbican de Londres, aunque no fuéramos la capital del Imperio Británico y aquel sea mucho más modesto de formas pero rico de miras y resultados. Vamos, un espacio amplio y abierto a todas las disciplinas y no sólo a la lírica o a la música sinfónica además en clara competencia con otros escenarios públicos.

Así que me he llevado una buena sorpresa al escuchar las primera palabras del nuevo responsable artístico del coliseo, Jesús Iglesias, al presentar un esbozo de su modelo para el contenedor, meses después de haber sido elegido para el cargo con la bendición de Plácido Domingo y un respetable jurado de expertos. Aunque ya sea el tercer modelo a desarrollar en sus trece años de vida, que son pocos o muchos según se mire y lo que en ellos hemos invertido, al menos su idea se aproxima a la que muchos hemos expuesto en múltiples ocasiones: darle vida de forma global y con cierta amplitud de miras. De momento suena bien sobre el papel aunque el reto sea complicado y a muy largo plazo si no hay medios suficientes y sobre todo equipos compactos y entregados en un fin común. No se trata sólo de poner los pies en el suelo, como algunos han interpretado, sino de exprimir racionalidad y lógica, que era lo establecido más allá de la mentalidad de nuevo rico y ese inicial discurso que se transmitió  para justificar tanto envoltorio.

Les Arts ha de ser “un centro cultural en sentido amplio”, dijo Iglesias, como así recogía Carlos Garsán en Valencia Plaza esta misma semana. Yo añadiría, en sentido amplio y sin intromisiones políticas, en el que se hable de cultura y ésta se encuentre en manos únicamente de profesionales serios y muy rigurosos, algo que no dudo se ha intentado siempre con mayor o menor fortuna o grados de confianza.

Foto: KIKE TABERNER

Pero sobre todo lo que me preocupa, al margen de la ambición del proyecto y la complejidad actual de su total desarrollo, es que ese modelo tenga al fin visos de no ser alterado, que se construya en torno a él una coraza de tal dimensión que ya nadie pueda modificarlo gobierne quien gobierne dentro de unos meses o unos años, y cuyas nuevas ideas sólo sumen y no resten o borren memoria histórica. Porque, no hay que olvidar que nos enfrentamos al tercer proyecto y que cada nuevo director artístico ha ido modificando o acercando a su personalidad un modelo que bien es cierto nació sin una base sólida sino simplemente a partir de un boceto arquitectónico que fue alterándose sobre la marcha y al que después había que dotar de contenido.

Pero hay más ideas que quedaron también esbozadas en la presentación de Iglesias y sin duda serán el principal escollo a salvar. Contaba  en su presentación el nuevo director del complejo cultural que su idea es además no sólo atender la ópera sino todos los géneros musicales, generar puentes con los más jóvenes, renovar el público o ser catalizador  de la vida cultural no sólo de València ciudad. También, alcanzar acuerdos con muchas otras instituciones públicas y sociales a fin de acercar Les Arts a la sociedad que lo mantiene. Lo segundo lo veo muy claro. No hay que dudarlo. Lo primero resulta algo más complejo, aunque ese es el debate en el que se debería de profundizar.

Y es que, como afirmaba líneas arriba, Valencia no es Londres, ni Berlín, ni Munich ni siquiera Madrid o Barcelona. Es una ciudad media con un sector muy delimitado para la cultura y una sociedad difícil de capturar, además de muy fragmentada. Para empezar tenemos tres orquestas institucionales -Valencia, Comunitat y ADDA- además de muchos auditorios, algunos en clara competencia y con un perfil de espectador formado, fiel y fijo. Pero también de muchos organismos repartidos por múltiples instituciones que funcionan a su propio piñón fijo. Pregunten si no cuántos festivales de cine, teatro o música tenemos repartidos por aquí y el embrollo de las exposiciones de arte públicas o la tensión entre museos sean de corte municipal, autonómico, provincial o académico. Sólo por poner ligeros ejemplos.

Así que habría que comenzar a hablar sobre un nuevo modelo de gestión y política cultural. Han pasado más de 40 años desde que nos dotamos de las primeras infraestructuras democráticas y nadie se ha sentado a efectuar una reflexión sobre dónde estamos o queremos llegar. Es más que necesario. Son otros tiempos. Hemos crecido al amparo de gestos políticos, pero no siempre de políticas coordinadas. Sin esa base de razón y entendimiento será imposible alcanzar nuevos objetivos y todo quedará en una magnífica declaración de intenciones. Algo que no deseo.

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