Es difícil saber la memoria colectiva de los valencianos, pero la celebración del 9 de octubre dista mucho de plantearse interrogantes
VALENCIA. Para no entrar al trapo en la cuestión de nuestros símbolos y señas de identidad valencianas, permítanme que les lleve de viaje por unos segundos, y completamente gratis, a la La Plaza de las Tres Culturas de México.
La plaza toma su nombre por los conjuntos arquitectónicos que hay a su alrededor: las pirámides aztecas de Tenochtitlan, los conventos españoles, y la torre de Tlatelolco, que representa la cultura moderna y es sede del Memorial del 1968. Este último es un espacio de reflexión pública sobre el fúnebre desenlace del movimiento estudiantil que tuvo lugar en el verano de ese año. Los interrogantes que llevaron a su construcción se formularon sobre la injusticia, la violencia institucional, los derechos humanos, la protesta pacífica o la democracia.
Yo no sabría definir cuál es la memoria colectiva de los valencianos, pero sí sé que la celebración del 9 de octubre dista mucho, por tradición, de plantearse interrogantes. Celebra con esplendor un momento congelado de nuestra historia, la entrada de Jaime I en la ciudad de Valencia. Ni la capitulación del rey musulmán de Valencia Abul Djumayl Zayyan, ni momentos posteriores, que los ha habido muchos y más importantes, por lo que la Reial Senyera, desde el privilegio de 1365, toma un lugar superior al rico y variado conjunto de la sociedad valenciana.
Pero la sociedad valenciana la conformamos personas de toda condición, a veces amparadas y otras veces no tanto por nuestra idiosincrasia. Yo mismo, por ejemplo, he tenido que viajar a Madrid en estas fechas señaladas para empezar unos ensayos, por lo que mi crónica de esta semana hará un repaso de amigos, conocidos y conciudadanos que por diversos motivos no han podido regalarse con mazapanes ni con la tradicional mocadorà o cuya vida discurre hoy en la villa y corte.
Discúlpenme si excluyo en esta crónica a los valencianos que van y vienen en Avanzabús, en AVE o en Porshe Cayenne, e incluso a los valencianos de Albaida cuya entrada mora coincide con las celebraciones de la capital del Turia. Incluiré de pasada a todos los políticos valencianos que trabajan en los ministerios, en el Congreso o en el Senado, especialmente a los que no tengan pleitos por una cosa u otra: al ser viernes un día relajado, ellos sí han podido asistir todos, no como el año pasado, que cayó en jueves y tuvieron que aplazar el momento reunión para intercambiar puntos de vista y algún canapé. Por cierto que este año, la fundación Conexus, que reúne directivos empresarios de Valencia, realizará el 14 de octubre una cena-cóctel en el museo Sorolla, donde he sido invitado personalmente por su encantadora directora Pilar Caro, pero creo que no podré ir porque ese día tengo que hacerme un análisis de sangre en la nueva Fe.
Hoy hablé primero con mi amiga Elena Martín Calvo, la guapísima del dúo Las Virtudes, que poca gente sabe que nació en las playas de Alicante. Y digo en las playas porque su madre le dio a luz a los ocho meses de embarazo y se dio cuenta de la llegada de Elena mientras estaba tomando un relajante baño de mar. Su padre fue el meteorólogo de TVE que se apostó el bigote a que llovía en Almería y no llovió. Cuenta la leyenda que Elena recibió una bronca monumental de Rita Barberá cuando en un pregón se le ocurrió saludar por el balcón al País Valencià en aquella época en las que las nomenclaturas de calles, ciudades y comunidades cambiaban más que un camaleón en una piscina de bolas. Las Virtudes, ella y Soledad Mallol, han vuelto a los escenarios pero curiosamente no a Valencia, donde su humor conectaba tan bien con el valenciano.
Otros amigos valencianos del mundo de la interpretación y lo audiovisual no podrán ver desfilar la bandera y a las autoridades ni por televisión, porque como todos sabemos, Canal 9 no existe. A los que la pasada gestión de lo cultural no hayan arruinado completamente, pasarán este día entre ensayos y proyectos. Creo que todos los productores profesionales y artistas de Valencia esperan que la Comunidad cambie su imagen de marca pronto, porque están orgullosos de corazón, a pesar de los espectáculos que hemos dado los años anteriores.
Kiko Martínez, de la productora Nadie es perfecto empezó hace unos años una producción con Alex de la Iglesia, Musarañas, junto con otras productoras y desde entonces está enganchado con proyectos. El 9 de octubre lo pasará con unos productores mexicanos y terminando una transgresora película documental sobre Sara Baras y el flamenco, con un excelente equipo de profesionales valencianos en Madrid.
Eva Vizcarra, de la productora Endora, casi terminó con tres meses de agorafobia después de show de Canal 9; en Madrid está dirigiendo un largo documental con TVE sobre el arquitecto valenciano que edificó Nueva York, Rafael Guastavino y con proyectos “bonitos”. Cuenta los días y los meses que está en Madrid y precisamente el 9 de octubre es la misa en Valencia por su madre, que falleció recientemente.
La actriz Belén Riquelme, nominada como mejor protagonista en los BroadwayWorld Spain Awards, se quedará en Madrid recibiendo clases de dirección y guión. La industria cultural de la ciudad le permite estrenar una obra canalla a las once de la noche con éxito de público y arriesgarse en el estreno en noviembre de una obra en el teatro Alfil.
Por su parte, el director Sigfrid Monleón me ha confesado que pasará este día en Madrid escuchando Veles i vents de Raimon y leyendo a poetas valencianos mientras termina su documental sobre el grupo artístico poético andaluz Cántico.
Como la hostelería nunca descansa, le pregunté a Nacho Gadea qué iba a hacer este 9 de octubre y me dijo que lo pasará trabajando entre cocochas de merluza, las mejores carnes del mercado y tuétano asado. Su hermano Jorge y él trasladaron en noviembre del año pasado a Madrid la filosofía de producto del restaurante de su padre en Valencia, Askua. Aún estando en plena faena, los Gadea lo celebrarán con todo su personal preparando una paella antes de atender a los clientes. Sé que una habitual del Askuabarra de la capital es Cuchita Lluch, que sí que irá a Valencia, pero a ver a la familia, pues se cumple el aniversario del fallecimiento de su padre, el constructor Vicente Lluch de Juan.
Cayetano López-Llobet, el organizador de eventos a través de su empresa Mondolirondo, lleva dos años y medio en la calle Génova, donde es vecino de Nati Abascal y su hijo Luis Medina, al lado de la sede del Partido Popular, con marcas de lujo, moda, y bebidas de graduación del sector premium. Madrid ofrece muchas más oportunidades para él puesto que se estas marcas realizan sus actos con más frecuencia así como un mayor número de revistas, entidades y empresas hacen las entregas de premios y certámenes. También un trabajo duro, que no le permite venir a Valencia con tanta frecuencia como quisiera.
Daniel Borrás, que empezó de cero el 28 de septiembre para trabajar como redactor jefe de la revista Vogue, acaba de salir de los inconvenientes que supone instalarse por primera vez en la capital. Para él la gente espera en un día como este que se planteen grandes cambios, y en el mundo de la moda también deben verse reflejados con más seriedad en la industria. Le he pedido un avance de la moda política y me ha augurado, en un análisis de la comunicación no verbal, un cambio transgresor: la corbata se irá imponiendo poco a poco en la izquierda valenciana, aprovechará más la moda y se irá normalizando. Eso espero, porque de los trajes extravagantes de los incroyables hemos pasado a la petite robe noire y el azul marino compacto.
El trabajo bancario tampoco permite escapadas en días no festivos, así que pueden estar tranquilos: mientras ustedes celebran el Sant Donís las transacciones económicas siguen en Madrid su curso en buenas manos.
Unas de esas manos son las del financiero valenciano Kiko Gómez-Trenor, que lleva tres años en la entidad Mirabaud & Cie de Madrid y con el que he conversado expresamente para poder poner en negritas un apellido ilustre que dé prestancia a esta crónica. También hemos hablado de cotizaciones y de la circulación a baja velocidad por el centro.
Parece que Madrid funciona bien para los valencianos, no veo esas confrontaciones de las que hablan algunos, y también nos va salvando a muchos de las carencias que aún hay en nuestra ciudad, pero todos con los que he conversado tienen esperanzas de que se puedan llevar a cabo mejoras y nuevos proyectos. Nos damos cuenta hoy de todo lo que hemos perdido en nuestro pasado reciente, y de que la situación sigue siendo complicada. Por eso sería un pecado que el 9 de octubre no fuera siempre un momento y un espacio simbólicos para la reflexión pública, donde plantearnos la reconstrucción de nuestro espacio común y nuestra conciencia. Eso, y no sólo las tradiciones medievales simbólicas, sería a mi juicio nuestra mejor seña de identidad: hay mucha gente trabajando en ello.