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plaza de salida / OPINIÓN

Ombligaco

24/01/2021 - 

VALÈNCIA. Es que así me asocio a marineros fornidos, a convictos, a pandilleros, a promiscuidad, a alcohol y a humo. Sí, me gusta, me hace más malote y singular. Algo así deben de pensar, pero cuánto arrepentido, cuánta tatumoda borreguera. Si pudiera borrar el recuerdo de aquella noche alcoholinera, o esa pareja para toda la vida que no funcionó, o esa luna, ese gatito, ese delfín, ese... maremegua cuánta molonada mal aplicada. Cosas de la autoestima y el miedo, del aburrimiento y del maldito capitalismo trastornero.

Pero tengo información privilegiada de lo próximo, de lo que será la atracción veraniega para el venidero 2020. Y lo cuento así a lo bestia: pum pum quitarse el ombligo, pum pum pum. Esa cicatriz ventral generalmente convexa y único recuerdo palpable de que alguna vez estuvimos unidos a una madre. Ese paso de preso a autónomo ¡¡¡de un tijeretazo!!! Pum pum pum.

No tengo ni idea del momento en el que alguien, que durante años ha desperdiciado su vida estudiando medicina y prácticas en cirugía plástica, decide aplicar sus conocimientos al blanqueo del ojete de Sauron, al rejuvenecimiento vaginal, y ahora, a la desaparición del gran hoyuelo abdominal, cañería que fue de oxígeno, nutrientes y wifi materna. Si personalmente el paciente ya me parece rarito, el especialista ni te cuento. Qué amor a lo liso y lo lampiño más tonto.

Son cosas de la autoestima y el miedo, del aburrimiento y del maldito capitalismo arrechuchero. Puedo afirmar con convencimiento que todos mis amigos de calvario, los que se han injertado pelo, no lo han hecho por andar en desacuerdo con su calvicie y a favor de su coquetería, no, lo han hecho por el pánico que les produce su verdadera obsesión: el alargamiento o engrosado de su pene. Tan solo andan buscando un miembro viril decente que aporte seguridad a sus vidas. Frente al espejo solo ven mazorca, nardo, chorra, longaniza, bálano, cipote, picha, ciruelo, verga, flauta, troncha, falo, polla, rabo, ariete, trabuco, nabo, botavara, chistorra, tranca, banano, morronga, pijo, gusano, blablablá. Pero faltos del redaño que no tienen para que a eso se le ataque con un bisturí, acaban en la peluquería de la científica, a casi un euro el pelo, y que ya ves qué miedo a lo liso y lo lampiño más tonto.

Es cuestión de disposición y orden y momento, pues mantengo con convicción que todos los cuerpos son perfectos, incluso el mío.

Y es que lo hermoso ya se sabe, si viene desde el interior nunca falla, pero si lo hace desde el exterior siempre triunfa, que para todo hay alternativa. Neuronales contra hormonados. ¡Qué pocas veces van de la mano!

Nadie es guapo toda la vida. Algunos lo somos desde jovenzuelos, otros lo somos a la vejez. Nadie lo sois todo el tiempo. Pero sí, es la gestión de ese interior lo que te da la tranquilidad, el triunfo, la calma o como quieras llamarlo.

Si necesitas acercarte a un ciruplástico es porque eres infeliz con lo que te ha tocado, un capullo. Si fueras feliz, tu estado de ánimo no dependería de nadie ni de ninguna noticia ni del vuelo de una nube. Si fueras feliz no necesitarías ser un capullo.

¡Ah! Y tres consejos, aunque valen menos que un chavo: uno, si no quieres que tu ojete se oscurezca, cuida desde ya tu alimentación, que el aumento de peso es un inconveniente; dos, no tomes el sol desnudo, y si lo haces, aplica crema de protección solar en las zonas sensibles; y tres, no utilices ropa demasiado ajustada, ni bragoncillos ni pantalonacos. De nada.  

* Este artículo se publicó originalmente en el número 61 (noviembre 2019) de la revista Plaza

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