Ostras Pedrín (Ciencias)

Por motivos muy básicos: supo entender el ritmo del tipo de consumo en la ciudad -y más allá-, supo entender que no era necesario engalanarse para ir de ostras. Más bien al contrario: podían ser una celebración popular, bien cotidiana. Lo hizo Salva Barres -legionario de la hostelería local- hace casi una década. Y sigue con más fuerza.

Ostras Pedrín está concebida como una de las mejores guaridas para juntarse con gente cercana, una sensación que se desprende del propio posicionamiento de la marca: tienen su ‘salón de la fama’ de las amistades, en el que incluyen a profesionales como Masanao Hirayama, el dibujante japonés detrás de algunas de sus intervenciones artísticas en sus locales, o a Studio Montañana, partícipes de la dirección creativa.

En Pedrín, sí, se comen ostras (particulares como la asturiana, reconocibles como la francesa o cercanas como la valenciana), pero también se recorren todos los imprescindibles de la hora del vermut, que es una hora infinita: salazones, ahumados, huevas, conservas… No hay sofisticación porque se juega a lo orgánico y a lo visceral, a la crudeza de lo que se deja ante el sol o requiere que le pase la naturaleza por encima.

Después de la consolidación de su local en la calle Bonaire, en pleno cogollo medieval de València, abrieron en Chamberí (Madrid) y recientemente a las espaldas del paseo Alameda, junto a la Ciudad de las Artes y las Ciencias. Es un recurso útil para cuando el cuerpo pide no complicarse la vida. Aunque, quién sabe, puede que la tarde acabe complicándose.

La buena salud de las Pedrín merece celebrarse.