El valenciano presenta Regreso al edén, una radiografía de la miseria de la postguerra desde una microhistoria familiar
VALÈNCIA. Paco Roca sigue demostrando hasta dónde puede llegar con su dibujo en el formato cómic. Tras pasar por los museos y poner en marcha tres adaptaciones, publica la novela gráfica Regreso al edén, un nuevo volumen sobre la memoria histórica, el tiempo y los recuerdos personales que vuelve a dar un paso adelante en cuanto a libertad narrativa.
Regreso al edén parte de una fotografía familiar, por lo que tiene ciertos tintes autobiográficos, que son más un materia prima que el enfoque. Lejos de la autoficción o un relato endogámico, Roca exprime todo el potencial de un punto inicial muy personal y lo transforma en una microhistoria sobre la miseria y el clasismo del franquismo en la inmediata posguerra civil española. El autor atiende algunas preguntas de Culturplaza.
- Regreso al Edén vuelve a ser un ejercicio de memoria. Trabajar con recuerdos suele ser arriesgado porque hay una fina línea entre esa memoria y la nostalgia vacía. ¿Cómo planteas la historia para no traspasar esa línea?
- A mí me es fácil no caer en esa nostalgia porque no me mueve el ritmo dulce de mis propios recuerdos. No es mi memoria la que trato, y por tanto, no lo veo de una manera idealizada. Creo que el punto dramático que le encuentro a la historia es clave para no ser nostálgico. También la consciencia de que los recuerdos no son más que eso: darle vueltas a la falsedad de lo vivido, de cómo lo cambiamos en nuestra cabeza, o incluso de cómo le damos esa pátina nostálgica, es lo les da interés. Supongo que también hace mucho que lo que cuento no sea mi vida, que no sea el punto de vista desde el que se cuenta la historia. Si algún día hiciese algo sobre mi níñez, supongo que sí sería nostálgico.
- Esa visión de meterte en esos recuerdos y no hacerlos tuyos se nota en el cromatismo del propio cómic, en el que los episodios del pasado tiene esos tonos sepia o blanco y negro de cada fotografía de los que parte.
- Justo, y tiene mucho que ver con lo que hablábamos antes. Quedarme al margen, a pesar de ser una historia de mi propia familia, hace que el cómic hable mucho más allá de la nostalgia. Puede que mi madre, o Antonia, puedan ver esos episodios desde la eñoranza y la nostalgia, pero yo busco ser un narrador más equidistante, que sí puede discernir la realidad de esa falsedad. Y ahí es donde juega el color, los colores van en esa crudeza pretendida, porque representan un período.
- Y pasamos de la memoria a la Memoria. No es la biografía de un gran personajes histórico, sino una microhistoria, pero contar esta historia sobre la posguerra y el franquismo, ¿lo consideras un acto político o te gustaría separar lo personal de su contexto?
- Me resulta imposible separar una cosa de la otra, porque ninguna historia personal es ajena a un momento social y, lógicamente, por mucho que no intente tomar partido, todo foco tiene un sesgo. Para comprender a una persona como Antonio es imprescindible conocer su contexto político: es una posguerra y una dictadura militar con consecuencias muy profundas. No es lo mismo vivir en la miseria en un país libre que -además- no poder alzar la voz para quejarte. Y el drama añadido de la pobreza en una España regentada por una dictadura especialmente clasista.
- En este sentido, tú que has podido llevar tus historias a otros países. ¿Estas historias se comprenden mucho mejor desde fuera?
- Bueno, Regreso al edén concretamente aún no ha salido de España porque se acaba de editar, pero en general, por supuesto que la percepción histórica está mucho más normalizada que aquí, en España. Desde fuera se simplifican mucho más las cosas porque no hay esa visión de tener que ir con cuidado para no herir a determinados sectores. Es como si en España hacemos una narración sobre la Alemania Nazi. En el extranjero no ven las historias de la Guerra Civil con de manera tan sesgada, no hacen falta tantos matices, porque directamente no existe esa banalización de lo que representó la dictadura ni hay duda de que lo que hizo Franco fue un golpe de Estado. En España, hablar de este periodo se acaba entendiendo como un acto de dar luz y voz a la gente que no silenciaron. Fuera, es una historia más.
- A lo largo del cómic planteas varias disrrupciones narrativas, una marca de la casa tuya que se ha ido afianzando con el tiempo. ¿Ha sido tu propia evolución la que te ha ido dando esta libertad creativa?
- Sí, y ha hecho mucho todo aquello que he hecho fuera del propio formato del cómic. Ya al adaptar Arrugas con Ignacio Ferreras uno se da cuenta que en cuanto sales fuera del cómic, puedes ver con una mejor perspectiva en qué tics del lenguaje caemos muchas veces sin querer y nos centramos demasiado en ser más realistas incluso que el cine. En la exposición del IVAM, igual. Poder salir del papel, adaptar el lenguaje del cómic a las paredes hace que cuando vuelves a las páginas, te des cuenta de que puede funcionar de otras maneras. Cuando sales de tu medio habitual, vuelves con otra lección aprendida. La mía ha sido darme cuenta de que el cómic no es la realidad, como constató Magritte en siglo XX. La exposición en el IVAM me enseñó que, como lo que dibujo no es la realidad, puedo hacer lo que quiera.
- En este sentido, cuando te planteas una historia con una gran carga emocional y a la vez, hacer una narración novedosa, ¿cómo basculas los pesos y el orden de los factores en tu proceso creativo?
- Tanto el qué cuento como el cómo lo cuento van unidos, pero Regreso al edén surge del qué. El punto de partida siempre ha sido esa fotografía, y unido a ese elemento diferencial salió la idea de cambiar la forma de narrar la historia, de poder huir de la narración más convencional. Habitualmente, el cómic se desarrolla con el diálogo y la acción la mueven los personajes. Yo he querido explorar el utilizar un narrador porque así podía entrar, salir de la fotografía, divagar... Ir más allá de recrear una realidad y, así, poder reflexionar sobre un personaje como el de Antonia y sobre toda una época. Esto le ha dado un sentido más cinematográfico a la historia, y quería que el guion pudiera traducir esa voz del narrador en imágenes, que imagen y texto aporten por separado. Significaba abrir una puerta a un mundo enorme, y probar un montón de cosas: ¡la imagen ya no tenía que mover la historia porque ya lo estaba haciendo el texto! Al final, esto ha ma ha permitido explorar otros aspectos narrativos, y centrarme en esas cuestiones más estéticas, como jugar con el tamaño de los personajes en las viñetas, por ejemplo.
- Sobra preguntar esta última cuestión, porque la respuesta es obvia y la polémica parece zanjada; pero al haber estado en contacto tanto con el papel como con los museos, tu perspectiva resulta interesante. Aunque no dependan de los museos para serlo, ¿el cómic es arte?
- La historia del arte ha demostrado que ese es un debate estéril. A lo largo del siglo XX se ha cuestionado si la obra de los impresionistas o los cubistas, o el arte abstracto, o la propia fotografía y el cine son arte. Se consideraban una cosa menor y el tiempo ha dejado claro que están ahí. Al revés, antiguamente se consideraba arte a una vasija, o a un plato, y eso demuestra la grandeza de la creatividad humana. El arte en realidad son los artistas haciendo sublime cualquier aspecto de la vida, y eso lo convierte en un concepto muy ambiguo. La pregunta en realidad sería ¿hay arte en el cómic? y la respuesta es claramente que sí. El debate real sería trasladar qué hay de arte en cada obra de cada disciplina. ¿Hay arte en la pintura? Sin duda ¿Es el dibujo de un jubilado arte? Ahí podríamos exponer nuestras dudas.