El mayor problema del Partido Popular en la Comunitat Valenciana no es el PSPV sino las propias entrañas de su formación. Desde que tengo uso de razón política (nunca he sido de los frikis que con ocho años decían deleitarse con debates electorales) recuerdo los conflictos internos de la formación democristiana (aunque creo que ni ellos saben lo que son) y las pugnas intestinales que indigestaban las respectivas victorias electorales; ni cuando arrasaban reinaba la paz en las filas Populares valencianas, ni cuando tenían a la victoria como aliado parecían cesar las hostilidades derrotistas entre las trincheras Zaplanistas y Campistas. El otro día me preguntaba un buen amigo sobre la influencia que tuvieron los fieles a Zaplana en Ciudadanos y más que decirle el menor o mayor criterio que regía la formación naranja en la región le manifesté que desde la cabeza a la cola del Ave Fénix estaba controlado por los huérfanos que se quedaron desamparados cuando Francisco Camps ganó las elecciones hace una década; he dicho lo del pájaro mitológico porque al igual que este, todos los que se fueron a Ciudadanos, después resurgieron de sus cenizas para ganar la guerra que perdieron en su terreno. Tuvieron que salir de su zona de confort e irse a otro partido para recuperar lo que la historia democrática les había arrebatado. La mayoría de los zaplanistas ayudaron a engrasar la sofisticada estructura de Albert Rivera para volver al Partido Popular por la puerta grande; me recuerda a cuando un futbolista abandona el equipo de sus amores y se va a un equipo de menor entidad pensando en volver al año siguiente al conjunto del que se ha marchado.
Una vez hecha la mili en la base de Ciudadanos han vuelto con galones institucionales al Partido Popular y la familia liderada por Paco Camps ha caído en el ostracismo del exilio condenado por la pena del telediario. Una vez exonerado de toda culpa y amnistiado por el criterio inefable de la justicia el expresidente de la Generalitat Valenciana pide volver a casa por Navidad, que sea restituido con honores (esperemos que no se piense como Puigdemont que es el jefe legítimo de los países valencianos, ya me estoy viendo a más de uno con lazos amarillos). Se ha dejado querer por Alberto Núñez Feijóo, ha insistido en los ruegos que ya le hizo en las pasadas elecciones municipales en las que se postulaba como candidato del PP a la alcaldía de Valencia. Se mira en el espejo de Pedro Sánchez, en la resistencia y en la resurrección de los cadáveres políticos. Se ve con ganas de volver al ruedo, le ha debido de costar afrontar este tiempo en los cuarteles de invierno aunque el frío no parece haber congelado su instinto político. Entiendo su deseo de recuperar su perfil público, de recuperar parte de la vida que le robaron las sospechas. El anhelo de volver a la política es más un auxilio a su alma que meras tentaciones aspiracionales. Con poco se puede colmar a uno que ha sido presidente de una Comunidad Autónoma, me extraña que un mero escaño en el Congreso o en el Senado consuelen a alguien con su trayectoria; las expectativas van más en el sentido de recuperar la honra perdida que en satisfacer las ansias de poder.
La retirada de Toni Kroos demuestra que a veces hay que saber irse a tiempo, que la decisión de replegarse es igual de trascendental que la de emprender el camino. Fríamente lo más sensato sería jubilarse, disfrutar de su vida de hombre inocente. En cambio, si Paco Camps fuese mi padre quizá le diría que no desistiera, que la única forma de recuperar su integridad pública está en exponerse públicamente, que si no reinicia su carrera política pasará a la historia como aquel presidente de la Generalitat que tuvo que dimitir por estar imputado por corrupción. Creo que es una buena oportunidad para que las familias del PP valenciano firmen un armisticio, consumando su propio paralelo 38 con la inclusión de Francisco Camps en la reestructuración del gobierno en julio; podría imitar al primer ministro británico Rishi Sunak al nombrar al ex premier David Cameron ministro de exteriores.
¿Se imaginan a Camps como conseller de Carlos Mazón? Seguro que le pondría su despacho al lado del aseo.