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LA NAVE DE LOS LOCOS / OPINIÓN

País sobrecogedor

España sigue siendo la finca de los políticos, que confunden a menudo lo público con lo privado. De ahí el origen de tanta corrupción que a casi nadie inmuta. Estamos acostumbrados a padecerla desde los Austrias. Un sombre con dinero negro es la metáfora precisa de nuestro país  

16/12/2019 - 

No hemos avanzado prácticamente nada desde los tiempos del duque de Lerma, eximio corrupto y precursor de los pelotazos inmobiliarios en el Valladolid de la corte de Felipe III, gracias el tráfico de información privilegiada. 

La historia de España, que tiene también páginas brillantes, es una crónica de corruptelas, chanchullos, mangoneos y cambalaches protagonizados por las mal llamadas élites políticas, económicas y culturales. 

Esto es así porque, a diferencia de otros países de nuestro entorno, menos afectados por el mal africano, confundimos lo público con lo privado. Nos hemos forjado como pueblo que se mueve por filias o fobias, siempre en busca de amigos para premiarlos y de enemigos para castigarlos. Quien no está conmigo está contra mí, sin tibiezas ni medias tintas. 

La corrupción y su versión familiar, el nepotismo, no son culpa de esta democracia, que no da más de sí, por lo demás; es que los españoles somos así. Da igual el régimen que nos toque vivir, sea monarquía, república o dictadura. Quien tome el poder considerará que España es su cortijo y comenzará a repartir prebendas entre los suyos, desde el Gobierno de la nación hasta el ayuntamiento más modesto. 

Ilustres adelantados de la corrupción actual ha tenido nuestro amado y maltratado país. Nos acordamos ahora del conde de Romanones en la Restauración; de don Alejandro Lerroux en la II República y del empresario Vilà Reyes en el caso Matesa del franquismo.

De Juan Guerra a Urdangarin, quincalla humana

En esta democracia, en la que el nivel de los corruptos se ha desplomado, nos hemos de conformar con Juan Guerra, Luis Roldán, ‘El Bigotes’, Urdangarin y los pujoles, en fin, con quincalla humana. No obstante, la corrupción, cuando brilla en todo su esplendor, adquiere la forma de persona jurídica, sea un partido político, un sindicato o una patronal.

 

Recordad Filesa, los fondos reservados de la cúpula de Interior de Felipe González, Naseiro, el caso PSV de UGT, el 3% de Convergència y la CEV de los noventa. Esta  tradición patria de robar el dinero de todos —casi siempre por un buen fin— está tan arraigada que no hay ley que la extirpe. Y nadie paga por ella. Recientemente, la sentencia de los ERE confirmó el fraude de 680 millones de euros por la Junta andaluza del PSOE. Se los robaron a los parados. Antes fueron Gürtel y el pago de sobresueldos en negro a dirigentes del PP, Rajoy incluido, según la denuncia de Luis Bárcenas. ¿Algún político relevante socialista o conservador ha pagado por estos desmanes? ¿Alguien está en la cárcel?

Somos un país acostumbrado a vivir en ‘b’ y nos da morbo imaginar cómo los sobres con dinero negro circulan, de mano en mano, entre los políticos 

Hace muy pocos años creíamos, ingenuos, que la corrupción era una excrecencia del bipartidismo. Todo iba a cambiar con los actores de la nueva política, en especial con Podemos. La organización dirigida por jóvenes comunistas llegaba para adecentar la vida pública. Ellos no iban a ser como los demás. Ellos estaban limpios de polvo y paja. Ellos eran puros e incorruptibles. Ellos sostenían el dedo acusador que enviaba al infierno (o a la guillotina) a todo aquel que no comulgase con sus ruedas de molino. 

Las contradicciones vitales, sin embargo, no tardaron en aflorar. Los bellos discursos no casaban con los hechos. Las promesas de regeneración se fueron quedando, poco a poco, en el camino de la realpolitik. No sólo las promesas sino también la mitad de sus votantes. Pese a su lento e inexorable declive, los comunistas tienen hoy de la posibilidad de entrar en el Gobierno del país, algo que no sucedía desde hace ochenta años, aunque todo no les vaya a ser tan fácil. 

Los Ceausescu madrileños, en aprietos

Hace semanas trascendió la denuncia de la escolta de la señora Ceausescu por supuesta explotación laboral. Luego sucedió algo peor: dos abogados de Podemos fueron despedidos por denunciar sobresueldos en negro, irregularidades financieras y pucherazos en sus consultas internas. Son algunas de las acusaciones que el señor Ceausescu ha lanzado contra el PP y, en menor medida, contra los socialistas, hoy aliados de conveniencia, desde que fundó Podemos. 

Sea cual sea el devenir judicial de este caso, tampoco pasará nada. La corrupción de la izquierda es siempre más aceptable que la de la derecha. España tiene unas enormes tragaderas para asimilar toda la corrupción que le echen. Nadie se escandaliza por nada. Somos un país acostumbrado a vivir en y nos da morbo imaginar cómo los sobres con dinero negro circulan, de mano en mano, entre los políticos. 

Estos sobres agravan, sin duda, el problema de la economía sumergida, pero tendrán, por el contrario, un considerable beneficio para un selecto club de privilegiados. Así suavizarán la inminente crisis económica en miles de familias con alguno de sus miembros desempeñando el cargo de concejal, diputado, consejero o ministro. 

Y luego dirán que todo lo hacen por nuestro bien. 

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