Un pájaro naranja pintado en la pared preside la sala más grande del restaurante. La primera vez lo vi, hace años ya, fue a través de una ventana. Me encantó aquel dibujo lleno de colores y vida. Desde aquel día bauticé al restaurante como “El Colibrí”. Incluso no me aprendí su nombre real, Pan Comido, hasta pasados unos meses. Y es que ese mural, para mí, les describe perfectamente.
Iván montó Pan Comido hace ya 5 años y medio, en diciembre de 2015. Él viene de una vida dedicada a la restauración. Hijo de padres hosteleros, vivió entre los fogones de una bar. Como él mismo dice, lo lleva en la sangre. Después de trabajar en varios sitios llegó a la conclusión de que lo que realmente le llenaba era iniciar su propio proyecto, un camino nuevo con un negocio propio.
Una vez la idea aparece, lo siguiente es buscar el local. Aterrizó en la zona de Juan Llorens, sin las cosas realmente claras, sin un concepto previo y sin preocuparle demasiado, pero con infinitas ganas (que al final es lo que manda). Poco a poco fue percatándose de que si miraba al barrio, lo que predominaba era la carne, las bocaterías, los asadores e incluso un local dedicado a la casquería en su misma calle. Él sabía que quería marcar una diferencia, ofrecer algo distinto, así que vio claro que el barrio tenía un gran hueco por ocupar, el público vegetariano. Tampoco es que quisiera ocuparlo al 100% pero sí quería que ocupase el mayor porcentaje de la carta.