¿Y qué hay de los Reyes Magos? Bueno, eso se verá más adelante… Pero, lo que de verdad importa es el regalo que nos traerá por Navidad el Tribunal Supremo británico, que debe decidir antes de finalizar el mes sobre el procedimiento para aplicar el artículo 50 del Tratado de la Unión Europea, es decir, el Brexit o la salida del Reino Unido. Durante cuatro días, los siete jueces del Alto Tribunal han escuchado a las partes en el caso “R (Miller) -v- Miller vs Secretary of State for Exiting European Union”. Es decir, el caso iniciado como una cruzada por Gina Miller contra el “Ministro Para la Salida de la Unión Europea”, que así es como se llama este curioso Ministerio.
¿Y quién es Gina Miller? La “araña negra”, como se la conoce en la “City”, es una antigua modelo y ejecutiva nacida en la Guayana británica, que hace años emprendió una campaña junto a su marido para luchar por la transparencia de los fondos de pensiones y que tiene una Fundación benéfica. “Puta rica”, la llaman los “brexiters”. Pero ella se resiste a que el Gobierno les quite derechos ciudadanos que ha aprobado el Parlamento. Y, entre ellos, están los derechos adquiridos como ciudadana europea tras una decisión del Parlamento británico, que permitió la entrada del Reino Unido a las Comunidades Europeas a través de European Communities Act 1972.
Todas estas discusiones político-jurídicas nada tienen que ver con la campaña que durante tres años se ha vivido en el Reino Unido desde que el entonces presidente David Cameron prometiera un referéndum para su salida del Reino Unido garantizándose su triunfo en las elecciones. Y no se equivocó. Pero su éxito con aquella jugada significó también su “exit”, o salida en inglés, del Gobierno abochornado por no tener un Plan B para cumplir con el mandato del pueblo británico.
Estos tres años de demagogia contra los valores europeos se remontan, en realidad, a 40 años de leyendas contra la imposición de Bruselas de no vender plátanos curvados. Bromas aparte, por los símiles que se nos vienen a la cabeza, los ingleses se han venido creyendo esto y mucho más, hasta el punto de creer que van a recuperar el Imperio Británico. “Still in the Commonwealth”, fue la respuesta de un allegado tras el éxito del “exit” en el referéndum del pasado 23 de junio. “Unbelievable”, que significa increíble y que se lee “anbilivibol”. ¡Me encanta cómo suena!
Y me asusta… Porque parte de la colonia británica que vive en la Costa Blanca, es decir en la Comunitat Valenciana, está a favor de salirse de la Unión o no le importa mucho excepto por la cuestión crematística de si tendrán que pagar más impuestos. Aquí, porque allí no los pagan en su mayoría. Patriotismo, se llama. No hay más que pulsar la opinión de los clientes habituales por los bares-pubs ingleses a lo largo de nuestra costa.
Pocos de ellos son conscientes de lo que significará y nosotros tampoco. Pero el Gobierno de la Unión Europea se está enfadando de verdad cada vez que la Primera Ministra británica Theresa May llega con alguna exigencia de pre-negociación, mucho antes de pedir formalmente la aplicación del Artículo 50 del Tratado por el que se regula su salida. Los ingleses, al menos el 52%, actúan como si ya no estuvieran en la Unión. Pero su Gobierno comienza a recular cada vez que llega a Bruselas con exigencias y le recuerdan que por qué siguen ahí. El presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, le llegó a decir que les iban a hacer pasar por “momentos difíciles”.
Tan difíciles como los que ya pasan los ciudadanos británicos hijos de sus sucesivas crisis, las de la reconversión industrial y las del sistema de beneficios sociales. Hay generaciones en una misma familia que no han llegado a trabajar, subsistiendo con las ayudas que alientan a las adolescentes a embarazarse para que el Estado les proporcione casa y “sueldo”…, mientras no entre un hombre en su vida.
Un buen ejemplo lo tenemos en estos momentos en las carteleras de cine con el último filme de Ken Loach, “I, Daniel Blake” -aconsejo verla en versión original-. Con el permiso de mi compañero Carlos Aimeur -que lleva esta sección en Valencia Plaza-, Ken Loach cuenta la historia de un carpintero de 59 años con una cardiopatía a quien su médico aconseja no trabajar y a quien el sistema británico le obliga a buscar un empleo sin posibilidad de obtener una pensión de incapacidad. Daniel conoce a Katie, una madre soltera con dos hijos que huye para que no la ingresen en un albergue de personas sin hogar.
Por cierto, ¿se han dado cuenta a lo largo de este artículo de todos los anglicismos con los que vivimos? ¡Esperemos que el Reino Unido no nos cobre “royalties" por escribir “stop” en las señales de ceda el paso!