Más allá de su función agrícola, el sistema de acequias es cultura y supervivencia.
A finales de 2019, en vísperas de la epidemia por coronavirus que llevó entre otras cosas a analizar el sistema global de alimentación, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) declaró el 'Regadío histórico de l'Horta de València' como Sistema Importante del Patrimonio Agrícola Mundial (SIPAM). Con el reconocimiento de la organización el paisaje cotidiano de las acequias que surcan los campos de la huerta periurbana subía de estatus. Según el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, que apoyaba la candidaturas, el sistema de acequias reunía "todos los requisitos que exige un SIPAM, ya que cuenta con el valor añadido de establecer un vínculo entre lo rural y lo urbano, así como con un sistema productivo en el que se integran las culturas agrícola e hidráulica, labradas durante siglos desde el inicio de la dominación árabe en la zona, que han ido conformando un paisaje único, la huerta de Valencia y la Albufera, que se integra en la conocida huerta mediterránea".
El nuestro es uno de los sistemas de riego más antiguos y consistentes de Europa. Como otros tantos inventos, descubrimientos y elementos culturales, sus raíces nos emparentan con el pueblo musulmán. Etimológicamente, la palabra acequia procede del árabe سَاقِيَة, fonéticamente sāqiyah, traducido por “irrigación". Según la descripción de la Cátedra L’Horta de València, perteneciente a la Universidad de València, «Las acequias son canales excavados en la tierra y que tienen como función principal conducir el agua desde su punto de captación hasta los espacios en los que va a ser utilizada, como campos de cultivo y molinos, entre otros. Por esta misma razón, las acequias siempre están construidas con un ligero desnivel que permite la circulación del agua por la gravedad, sin ninguna fuente de energía complementaria».
El nuestro es uno de los sistemas de riego más antiguos y consistentes de Europa
«Tradicionalmente, la construcción de las acequias se realizaba excavando un canal en el mismo terreno sobre el que pasaban, es decir, su cauce era la propia tierra. Solo se usaba el mortero en puntos de paso delicados, como puentes, o en sitios relevantes para partir el agua en dos acequias. No fue hasta el siglo XX que se generalizó el revestimiento de los cauces con paredes de mortero primero y de hormigón después. Cabe recordar que este tipo de obras ha alterado notablemente la fisionomía de las acequias, las cuales perdieron notablemente su amplitud característica y el serpenteo de su recorrido con los terrones de su alrededor repletos de cañas».
Como si fueran las Tortugas Ninja, el subsuelo de València conserva algunos canales en desuso, resultado de innumerables intervenciones hidráulicas llevadas a cabo desde la fundación de la ciudad. Enterradas en los sedimentos del Turia se encuentran las ruinas de cloacas y acequias romanas, abandonadas antes de la llegada del Islam. En cambio, algunos de los canales abiertos por los musulmanes para irrigar y sanear la ciudad y su entorno agrícola sí que se mantienen en funcionamiento. Romanos, árabes y… cristianos. La conquista cristiana llevó a cabo también sus propias excavaciones de alcantarillas y acequias, que se suman a los restos de las obras y reformas emprendidas por la Junta de Murs i Valls entre los siglos XIV y XVIII y los albañales del proyecto del Eixample.
Hará cosa de una semana, el presidente de la Generalitat, Carlos Mazón, avanzó que el Tribunal de las Aguas estará incluido en la futura Ley de Señas de Identidad que prepara el Consell. Esta institución de justicia encargada de resolver los conflictos derivados del uso y aprovechamiento del agua de riego entre los miembros de las Comunidades de Regantes de las acequias que forman parte de él fue designado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad en 2009. «No debemos llegar a la errónea conclusión de que se trata de un organismo folklórico e inoperante que la tradición nos ha legado; pues, tras esa sencillez y simplicidad de funcionamiento, carente de complicados protocolos y fórmulas jurídicas, se esconde un modelo de justicia respetado», afirman desde Tribunal de les Aigües. La organización señala sus orígenes en «los tiempos de Al-Andalus y, muy posiblemente, de la época del Califato de Córdoba, perfeccionada desde los primeros momentos de la conquista del Reino de Valencia por el rey don Jaime».
Ocho son los síndicos del tribunal y ocho las acequias: Mestalla, Rascanya, Tormos, Rovella, Favara, Mislata, Benàger-Faitanar y Quart. Cada una de ellas parte de la “séquia mare”, el canal principal, que se subdivide en serie de brazos secundarios que llevan el agua a pueblos o partidas concretas. «Asimismo, se van subdividiendo en nuevas acequias secundarias tantas veces como haga falta hasta llegar a los regueros individuales que entran el agua en cada uno de los campos de cultivo. En la Huerta de Valencia, es frecuente que cada uno de estos sistemas se transforma en su totalidad o parcialidad en una forma arborescente cuando se dibuja en un plano», explican desde la Universitat.
Séquia mare, fillola, braç de reg, caseta de posts, caixer, tanda, alter, partidor… azud, aljibe, aceña, acequia, alarife, alberca, noria… valenciano y árabe comparten una riqueza léxica en el terreno de la ingeniería hidráulica. Esta historia conjunta se enfrenta a un peligro común: la desconsideración hacia la huerta y su cultura. El propio proceso de antropomorfización del agua y la tierra se vuelve en contra de lo construído: el urbanismo desbocado, el entusiasmo por el crecimiento continuo y el ensanchamiento urbano de la capital han mermado la superficie de riego histórico. «El valioso paisaje hortelano está amenazado por la enorme presión de la actividad urbanística, las infraestructuras de transporte y por la crisis de precios de la producción agraria, que genera el abandono de las explotaciones. En las últimas décadas la superficie de la huerta ha perdido dos tercios de su expansión dentro de la comarca de l'Horta. El 1960 sumaba 15.000 hectáreas. El 1985 8.600. En 1995 7.300. En la actualidad, solo 5.000 hectáreas».