Hace unos años, saltó a la fama (dentro de un orden) un cartel de uno de los circos que visitan Valencia en Navidades: un misterioso animal, el ligre. Mitad león, mitad tigresa. El ligre, producto de la mezcla de dos especies distintas, pero afines, se presentaba como plato fuerte del programa del circo en cuestión, pues el ligre es el mayor felino que existe, por delante de sus principales competidores (que son, precisamente, sus progenitores, tigre y león).
A mí siempre me dio mucha pena el pobre animal, por haberse visto reducido a la cautividad, como atracción de feria, y también por su peculiar naturaleza, que les dificulta sobremanera reproducirse (el ligre es casi siempre estéril, como sucede con las mulas), si bien hay casos de cruces entre ligre y tigre (ti-ligre), o ligre y león (liligre). Lo mismo sucede con el cruce inverso, entre tigre y leona, que puede dar lugar al tigrón, que a su vez, en contadas ocasiones, conduce al ti-tigrón o li-tigrón.
A lo que íbamos: recientemente, el largo período de interinidad en el Gobierno español ha llegado a su fin, merced al éxito de Pedro Sánchez (tras muchos intentos) en la investidura del pasado martes. Sánchez logró los 167 votos previstos, frente a 165 noes y 18 abstenciones. Para ello, Pedro Sánchez hizo acopio de los votos de Unidas Podemos y algunos partidos de ámbito regional y local (entre ellos, Compromís), todos los cuales lograron algo, o promesas de algo, a cambio (Compromís, la reforma, por fin, del modelo de financiación. Si se sustancia dicha reforma, es un éxito histórico para la coalición valencianista. Si no es así... lo de siempre). Y también recabó el apoyo implícito de dos partidos independentistas, ERC y Bildu, que con su abstención permitieron que la investidura saliera adelante.
Sánchez, en resumen, hizo lo contrario de lo que durante meses dijo que iba a hacer. Una vez más. Y con ello dio lugar al primer gobierno de coalición del actual período democrático, entre el PSOE y Unidas Podemos. Un gobierno que, para simplificar, muchos denominan PEBLO: contracción entre los nombres de Pedro (Sánchez) y Pablo (Iglesias), inequívoco homenaje a nuestro amigo el ligre. Como tan fantástico animal, es muy difícil que algo así surja naturalmente (el ligre sólo ha podido darse merced a la intervención humana para aparear a tigres y leones, pero no en la naturaleza, dados sus diferentes hábitats y costumbres), y se ha producido tras meses y meses de requiebros y giros sorprendentes, que incluyen unas nuevas elecciones absolutamente gratuitas, que sólo sirvieron para enaltecer a la extrema derecha, resucitar al PP y debilitar a los socios del Gobierno PEBLO.
Y así ha salido la cosa, cuando por fin ha salido: a la fuerza y porque no quedaba otro remedio. Con cuatro vicepresidencias y un número de ministerios mayor que los granos de arena de las playas y las estrellas del firmamento. Con Unidas Podemos filtrando desde el primer día, incluso antes de la investidura, los nombres de sus ministros, secretarios de Estado, directores generales, jefes de Gabinete, etcétera (en cualquier momento me imaginaba a Pablo Iglesias detallando los nombres de los ordenanzas de los nuevos ministerios a cargo de Podemos). El PSOE, por su parte, ha respondido al mejor estilo de Pedro Sánchez: después de estar meses implorando por una investidura lo más rápida posible, una vez ésta se ha producido, en lugar de nombrar el Gobierno enseguida, ha optado por tomarse las cosas con calma. En el camino, ha diseñado de nuevo la estructura del Gobierno para crear una cuarta vicepresidencia (no sé si esto constituirá un nuevo récord mundial en gobiernos, pero por ahí andará) que colisiona directamente con la vicepresidencia de Pablo Iglesias. En resumen: gobierno PEBLO, tan inestable e improbable como un ligre.
Y lo peor de todo, a pesar de su fragilidad parlamentaria, de los continuos vaivenes, amenazas de ruptura y continuo show que a buen seguro viviremos los próximos meses y años, es muy posible que el gobierno PEBLO goce de una mala salud de hierro y logre prolongarse insospechadamente en el tiempo. Porque, con todas sus deficiencias, está muy claro que es ahora mismo el único gobierno posible.
La derecha se ha encargado de dinamitar cualquier posible pacto o entendimiento con el PSOE, que es hoy por hoy el principal partido de España, necesario para cualquier combinación de gobierno. Etimológicamente es una pena, porque podríamos haber tenido un gobierno PEBLO de derechas, con Pedro Sánchez y Pablo Casado, pero es lo que hay: la derecha española no quiere saber nada de nadie que no sean ellos mismos, y esto es cierto para el PSOE y para el nacionalismo catalán (subido al monte) y vasco (amante de pactos y componendas, como siempre).
Es decir: la derecha, o suma en unas elecciones, o no puede gobernar. Tampoco puede armar una moción de censura (con la actual composición del parlamento esto es totalmente imposible), así que desengáñense: puede que el gobierno de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias esté mal configurado y tenga los pies de barro, pero esto es lo que hay. Puede llevárselo por delante una crisis económica, como sucedió con Zapatero en 2011 (mayoría absoluta del PP de Rajoy), pero para eso es necesario, además de la crisis, que la derecha se modere lo suficiente para recuperar abstencionistas y votantes de centro, que hoy están comprensiblemente espeluznados con el espectáculo de crispación y griterío que ofrece la oposición, por completo enraizada en torno a Vox, sus políticas y sus mensajes.
Ya sabemos que esa visión esencialista de España y de sus problemas tiene sus seguidores, pero que no son mayoría. Y, sobre todo, que son el bálsamo ideal para garantizar el apoyo a la alternativa que exista, sea cual sea, hasta el punto de que partidos independentistas que tienen a sus líderes en la cárcel se conviertan en el sostén del líder que comenzó el último debate electoral, hace apenas dos meses, anunciando su intención de endurecer sus políticas respecto de las instituciones catalanas (ahora ya no lo va a hacer, claro). Por eso, el Gobierno PEBLO puede cometer bastantes más tropelías que las que indica su escasísimo margen parlamentario antes de que peligre su permanencia en el poder. No descarten un gobierno PEBLO II en 2023, un liligre o ti-tigrón en toda regla.