VALÈNCIA. En el feed de Instagram, una pieza, un aviso. La ‘camarera veloz’ de Punt Mobles, 1986. Diseñador, Pedro Miralles. La imagen muestra un transportín bar, un engranaje de bandejas, prácticamente dispuesto a correr en solitario. Un protorobot sutil y armonioso que parecerá sonreír en su avance. Es fácil, también, imaginar al propio Miralles esbozando su creación, entrecruzándola con decenas de hilos artísticos que, partiendo de su almena de ideas, terminan ‘cosiendo’ la pieza. La camarera corre, corre veloz.
Y así con la lámpara Egipcia, con Sillón 115, el biombo Voyeaur, con el taburete Dry Martini, con la alfombra Perspectiva, con el escritorio Compás, con el aparador Poynton, con la consola Alfiler. 42 obras que definen una forma y un tiempo (tan corto y en cambio tan inabastable) de hacer diseño. En los ochenta pero sin los ochenta, de cualquier década.
Pedro Miralles, el diseñador de València, y por eso, de cualquier parte, que definió una fracción de nuestras maneras contemporáneas, tan reivindicado como ensombrecido por lo que pudo haber sido.
“Un relato debe nutrirse de referentes e imágenes. Hay que aprovechar la Capitalidad del Diseño para reivindicar figuras olvidadas. Si somos capaces, todo estará bien”, desliza al respecto un diseñador de los que mira las piezas de Miralles haciéndose preguntas.