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Pepe Viyuela: "El aval de Estrasburgo a las devoluciones en caliente me parece insolidario y mezquino"

El actor estrena la obra maestra del absurdo Esperando a Godot en el Teatro Olympia

19/02/2020 - 

VALÈNCIA. En los mentideros sociales hay dos fenómenos virales protagonizados por Pepe Viyuela (Logroño, 1963) sin su participación, pero con su beneplácito: un hilo de memes que tiene su origen en forocoches y donde el rostro del actor se superpone al de cualquier famoso imaginable, de Albert Rivera a Don Limpio, y la cuenta de Twitter La misma foto de Pepe Viyuela todos los días, que sirve a sus seguidores lo que promete. Son dos fenómenos que demuestran su alcance como icono pop y el sentido del humor de este actor, poeta y activista social que del 19 al 23 de febrero sube a escena Esperando a Godot en el Teatro Olympia. Un clásico de Becket que concentra tanto humor, vulnerabilidad y coraje como los de su protagonista.

- Antes del arte dramático, estudiaste Filosofía, ¿cómo has aplicado tus estudios universitarios al humor?
- Me decidí por la filosofía, porque tuve profesores en bachillerato que estimularon mi curiosidad: hacían que nos preguntáramos a nosotros mismos, que reflexionáramos a partir de las noticias de los periódicos... Me pareció que era una forma de adquirir independencia, de ser libre y pensar las cosas por uno mismo. Luego me he dado cuenta de que la filosofía  y el teatro tienen mucho que ver, hunden sus raíces en los griegos e indagan en el alma humana.

- ¿Cuál es tu panteón de filósofos?
- Tengo fijación por la mayéutica de Socrates, esta técnica por la que a través de sus propias preguntas, las personas se responden a sí mismas. Nietzsche también me interesa muchísimo: entronca con la cultura griega y con toda esa forma de desmitificar el mito y al mismo tiempo utilizarlo y hacernos reflexionar sobre ello. Me tira el pesimismo de Schopenhaer, así como el de Sartre, que indaga en los conflictos existenciales.

- ¿Qué hay de tu altar de payasos?
- Tengo debilidad por Grock, un payaso suizo que era muy completo: tenía capacidades acrobáticas, era un músico excepcional y un gran empresario. Charlie Rivel también me gustaba. Y los grandes cómicos del cine mudo, como Buster Keaton, Harold Lloyd y Chaplin, maestros que el cine ha hecho eternos. De los españoles, los humoristas de la generación del 27, como Tono, Jardiel Poncela y Mihura, que no eran payasos de escena, pero tenían una enorme capacidad de mirar el mundo con sentido del humor surrealista y absurdo. También Gila y Tip y Coll. Y entre los contemporáneos que me inspiran, Faemino y Cansado, que son amigos míos. Hay un montón de flores de las que poder libar y elaborar tu propia miel. Me interesan hasta los chistes pequeños y tontos, porque son un auténtico tesoro. Su circulación de boca en boca, nos une a todos.

- ¿Qué lugar ocupa el humor entre las necesidades básicas?
- El humor en general me interesa mucho como herramienta. Estoy leyendo un libro que se titula La risa nos hará libres, de la autora italiana Antonella Ottai, que habla de la presencia de la risa en los campos de concentración nazis y de todo lo que supuso ese contraste brutal que parece excluir el humor, pero que lo convierte en absolutamente necesario dentro del horror. La risa no es un artículo de lujo, sino un bien de primera necesidad para la supervivencia, un salvavidas en medio del mar.

- ¿Sigues en Twitter la cuenta La misma foto de Pepe Viyuela todos los días?
- Entré y me quedé pasmado. Pensé que era gracioso, pero qué tenía poco futuro. Y es una foto horrible, no tiene ninguna gracia. Lo que pasa es que es una broma compartida, una especie de convención, un ritual absurdo. La gente entra, vuelve y repite. Yo qué sé. Es misterioso, pero probablemente tenga que ver con la necesidad de reírnos.

- Esta semana han superpuesto tu cara a la de todos los  miembros de la Familia Real. ¿Eso te hace más gracia?
- (Se parte de risa) Es otro juego que tiene tiempo. No sé cuánto durará. Hay gente que tiene mucha habilidad y ganas de ver cómo queda mi cara en un cuerpo. Me he visto en Obama, en el Papa, en Aznar… El de la Familia Real me lo enseñaron ayer. A ellos no sé si les hará gracia, supongo que no. A mí sí (más risas).

- Cada actor se crea su propio alter ego clown a partir de la sublimación de sus taras. ¿Cuáles son las tuyas?
- Voy a hacer un poco de psicoanálisis (risas): soy una persona retraída, tímida, que de niño casi no me movía por no molestar. De hecho, el instinto infantil de pasar desapercibido todavía continúa. En mi personaje está muy presente esa torpeza y ese retraimiento, ese echarse hacia atrás y no querer molestar. En escena me equivoco. Quizás fuera mejor no contar conmigo para nada, pero me tenéis que aguantar, voy a seguir adelante siendo como soy, no voy a dar ni una, no voy a saber cerrar una silla, ni subir a una escalera y ponerme una chaqueta, voy a tropezar cada seis segundos, ni siquiera sé hablar y no se me entiende bien.

- En ese sentido, me llama la atención que dieras un paso adelante en política al formar parte de la lista de Errejón en Vistalegre II.
Nunca he tenido intención de entrar en política en sentido activo ni institucional, pero hay algo inevitable cuando uno vive en sociedad, que es estar en contacto con lo que ocurre, tener opinión y el derecho, e incluso la obligación de expresarla, de posicionarse. Hay gente que me pregunta por qué me meto en eso, pero es que no puede ser de otra manera. Decir que no entro en ciertos temas, porque no me quiero mojar, me parece autocensura. Yo no me voy a retraer. Me parece poco comprometido no expresar las ideas. De hecho, la base de la convivencia democrática está en la diversidad de opiniones y en la posibilidad de confrontarlas y llegar a acuerdos o no.

- ¿Qué te parece el nombramiento de Errejón como presidente de la Comisión de Anticorrupción?
- El tiempo hablará, porque es una persona que tiene ganas, vocación de servicio y mucho talento, y es muy joven. Siento una gran admiración por Íñigo Errejón: tien muy claro que un político ha de estar al servicio del ciudadano, que no está para hacer méritos ni conseguir prebendas personales, sino para mejorar la sociedad. Estoy contento por él y por toda la sociedad. Quizás no tanto por los que tengan problemas con la corrupción.

- Hace un año comentaste que no te habías sentido orgulloso de España hasta que acogimos al Aquarius. ¿Qué sentimiento te provoca que Estrasburgo haya avalado las devoluciones en caliente?
- Me ha sorprendido para mal. Me parece egoísta, insolidaria, muy conservadora, errónea, cicatera y mezquina. Por mucho que lo diga Estrasburgo, no lo voy a acatar sin más, porque no participo de esa idea. Voy a seguir defendiendo los derechos humanos por encima de todo. Las personas refugiadas son muy vulnerables y necesitan el apoyo de los que no estamos en esa situación. Nada es inamovible. Así que hay que estar pendiente, trabajando y apoyando iniciativas políticas que hagan cambiar eso. Esto es como los flujos de las mareas, van y vienen. Vivimos una corriente ultraconservadora en el planeta entero y afecta a situaciones de todo tipo.

- ¿Se podría decir que Esperando a Godot tiene más lógica que el absurdo en el que vivimos?
- Sí. Cuando se habla del absurdo presente en la función siempre digo que no hay mejor guionista que la propia realidad. Y la que vivimos hoy en día es mucho más absurda que la que viven estos personajes. Esta función se escribió después de la II Guerra Mundial. Becket fue miembro de la resistencia en Francia, y la situación que vivió le inspiró una obra protagonizada por personas que viven en el vacío, pendientes de una solución a sus problemas. Por momentos, la obra parece no tener sentido, pero es muy rica metafóricamente. No paras de encontrar referencias concretas a la realidad, estímulos para que seguir pensando y luchando.

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