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Pequeñas verdades con importancia

7/06/2020 - 

Empezaré mi columna con una obviedad: se puede afirmar que hemos superado ya lo peor, desde la perspectiva sanitaria, en relación con la epidemia del coronavirus. Ahora estamos en fase de recuperar nuestras vidas con la normalidad que se está instalando y de aplicarnos con energía y necesario optimismo en gestionar la inmensa crisis económica y social en la que vamos a estar sumidos una buena temporada. Llegan tiempos duros, de sacrificio, esfuerzo y generosidad. A diferencia de nuestros políticos que siguen en general sumidos en una adolescencia irritante y circular (tipo “Día de la Marmota”, ni en eso innovan), la ciudadanía que sí ha mostrado, contra todo pronóstico, signos de madurez, tiene el derecho legítimo, e independientemente de la ideología (casi todas respetables) a la que se adscriban, a exigir que sus representantes se pongan de verdad a trabajar y se esfuercen, si no unidos, al menos de forma coordinada en contribuir a sacarnos de esta lamentable situación. Si no, ¿para qué sirven? Si no hay en la política una voluntad transformadora que busque mejorar esta realidad hecha jirones, el desafecto y la brecha entre la ciudadanía y sus dirigentes se va a incrementar. Y los cantos de sirena de populismos y salva patrias pueden encontrar un caldo de cultivo irresistible con el peligro que esto implica. Los políticos deben ser parte de la solución. Los bancos en esta crisis lo han entendido desde el principio. Los políticos todavía están a tiempo. 

Pero volvamos a Asia. Recientemente, al observar cómo diferentes países han tratado la crisis del Covid-19, llego a una conclusión de alcance más general. Constato que frente a grandes y testosterónicos países, instalados en la sobre reacción destructiva permanente, el drama desbocado y una acreditada y compartida ineficiencia en la gestión de la crisis hay países, serenos, conocedores de sus circunstancias, discretos cuyo éxito en el tratamiento de la pandemia resulta positivamente sorprendente. Con esto me refiero a los ejemplos, por nombrar unos pocos, de Canadá/Estados Unidos, Uruguay/Argentina o mucho más cerca Portugal/España. Esta reflexión invita a pensar en algún país asiático, a la sombra del gran y asertivo coloso chino que no solo lo han hecho especialmente bien sino del que se pueden extraer conclusiones valiosas a futuro. Me detendré brevemente en dos casos de éxito que no están exentos de interés: me refiero a Vietnam y al estado indio de Kerala

Vietnam ha manejado la situación de una forma magistral y la admiración y el respeto que ha suscitado en la comunidad internacional resultan unánimes. Y eso que tenía elementos que podrían haber resultado adversos como compartir fronteras con China y la consiguiente interrelación de sus economías o una alta población cercana a los 100 millones de habitantes. Sin embargo, reitero que los vietnamitas (que son como chinos pero sonrientes y tropicales a pesar de haber sufrido lo indecible durante un siglo XX especialmente devastador para ellos) lo han hecho muy bien y mucho mejor que demasiados países occidentales supuestamente más desarrollados: a fecha de hoy se han registrado 329 casos y 0 fallecidos

La explicación de este estupendo resultado, que resulta difícilmente extrapolable a otras latitudes, no es más que la sobre reacción. En efecto, a principios de enero se 2020, y antes de tener ningún caso detectado, Vietnam al conocer las primeras noticias de la extraña gripe de Wuhan tomó medidas draconianas de forma inmediata siendo conscientes de que pronto su sistema sanitario podría colapsarse por la avalancha de casos. Así Vietnam optó por la prevención en escalas gigantescas y con una rapidez fuera de duda consistentes en establecer restricciones a los viajes, cerrar la frontera con China, confinamiento necesario a partir del 1 de abril de menos de un mes, se cerraron los escuelas desde la celebración de año lunar en enero hasta mediados de mayo (ya están reabiertas), incrementar los chequeos médicos en las fronteras y otros puntos de su geografía especialmente sensibles. Es cierto que también en Vietnam se da la circunstancia (como en otros países asiáticos que he mencionado en esta columna en el pasado como Corea del Sur o Taiwan) de haber vivido esta experiencia de crisis sanitaria en el pasado (SARS en 2003) lo que les ha permitido tener una experiencia y un dispositivo listo y eficaz en muy poco tiempo. 

De esta forma se centraron las medidas en la realización de tests con la finalidad de proteger a la población de los más peligrosos que no son otros que los asintomáticos. También ha ayudado los esfuerzos de las autoridades en informar a la población con claridad y eficacia de los riesgos de la pandemia y la forma de prevenirla. El potente aparato de propaganda de un régimen autoritario puesto al servicio de la lucha contra el Covid-19 ha resultado aquí singularmente útil. Y el resultado ha sido, además del de atajar la crisis sanitaria, que la economía de Vietnam se ha resentido mucho menos de la crisis. De acuerdo con datos del Fondo Monetario Internacional, Vietnam no entrará en recesión (lo que ya es mucho) a pesar de que su ritmo de crecimiento situado en un 1,5% será menor. La ventaja de Vietnam, que se consolidará en esta nueva época post-coronavirus, es haberse convertido en una potencia manufacturera habiendo sustituido a China como destino de  inversiones extranjeras. Para ello ha contribuido de forma decidida su mano de obra capaz,  su ubicación geográfica que se puede considerar estratégica, sus estructuras logísticas y sus políticas favorables a los inversores extranjeros (desde protección de inversiones a acuerdos de libre comercio).  Por estas razones países como Japón están incentivando a sus compañías para que se instalen en Vietnam (de hecho es el segundo inversor extranjero más importante de Vietnam después de China). Vietnam ha salido fortalecido de las crisis y asumiendo de esta forma un papel más relevante en sus relaciones internacionales en el Sudeste Asiático.

Otro ejemplo exitoso en el que procede detenerse es el del estado indio de Kerala. Para la India, por sus especiales circunstancias (país de dimensiones continentales y de una complejidad y heterogeneidad muy elevadas), la lucha contra la pandemia ha supuesto un reto de grandísima magnitud. Y todavía los casos de contagio siguen incrementándose habiendo alcanzado la nada desdeñable suma de 237.000 y 6.642 fallecidos. Sin embargo, el Estado de Kerala situado en la costa sur de la India es una luminosa excepción a esta situación con tan solo 1.700 contagiados y 14 fallecidos. ¿Qué elementos pueden explicar este éxito sin paliativos? Kerala que cuenta con 35 millones de habitantes es probablemente uno de los estados más progresistas del país con el primer gobierno comunista elegido democráticamente del mundo desde el año 1957 (ahora gobierna una coalición de izquierdas) y tiene, y este ha sido un elemento esencial en la gestión de la crisis, uno de los mejores sistemas sanitarios del país. 

Esperemos que las autoridades occidentales en general y sus políticos aprendan esta lección que tantas vidas ha segado

Así, Kerala se beneficia de un mayor número de centros de salud que la media de la India (con especial incidencia en la atención primaria con personal entrenado y de calidad) tiene la esperanza de vida más alta de la India con 74 años y las más bajas tasas de mortalidad infantil. Y la explicación de su éxito coincide igualmente con la de Vietnam. En la primera semana de enero 2020, antes de que se registrase en toda la India ningún caso de Coronavirus, ya el Departamento de Sanidad de Kerala analizó el brote en Wuhan y su posible impacto en Kerala. Sobre todo por el hecho de tener numerosos estudiantes en la mencionada ciudad de China. Era evidente que su propagación en Kerala era cuestión de poco tiempo. Tan pronto como finales de enero ya en el seno del Departamento de Sanidad de Kerala, se crearon 18 grupos de expertos para tratar todas y cada de las facetas posibles de la pandemia: desde temas como el monitoreo y trazabilidad de los pacientes, logística hospitalaria e impacto en la salud mental de los ciudadanos de un posible confinamiento. En ese momento, ya se analizó a todos los pasajeros provenientes de China y fueron puestos en cuarentena inmediata bajo observación aquellas personas que demostraron claros síntomas de la enfermedad. El estado no bajo la guardia en ningún momento.  A esta actitud proactiva también ayudó las experiencias previas de Kerala: el brote virus de Nipah que mató a 18 personas en 2018 y con una mortalidad muy superior al Covid-19 (entre el 40% y el 75%  constituyó un ensayo general de la situación. Se realizaron tests y se implantaron mecanismos de trazabilidad. Kerala consiguió de esta forma controlar en todo momento la epidemia de Covid-19. 

En conclusión, volvemos a la misma idea que ya he ilustrado de forma quizás reiterada en esta columna. Dentro de tratarse de una situación extraordinaria, hay países que han gestionado mejor esta crisis que otros. Y no son precisamente lo más desarrollados (salvo excepciones como Alemania o Corea del Sur) que han resultado exitosos. Si no aquellos que hicieron algo tan elemental como anticiparse, prevenir y ser en definitiva pro-activos ante la inminencia de la pandemia. Se implementaron sin duda medidas contundentes que han evitado la situación terrorífica que hemos vivido. Esperemos que las autoridades occidentales en general y sus políticos aprendan esta lección que tantas vidas ha segado.

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