A un lado de la mesa, Raquel Alario, fallera mayor de València; al otro, Pere Fuset, concejal de Cultura Festiva. Los separan dos hamburguesas, patatas fritas y un par de batidos. Reunimos a los protagonistas de la fiesta para hablar de patrimonio, el papel de la mujer y otros asuntos
VALÈNCIA. El nació con Naranjito, en 1982; ella con Cobi, una década después, en 1992. La casualidad los ha llevado a compartir uno de los años más intensos de sus vidas. Pere Fuset, concejal de Cultura Festiva, y Raquel Alario, fallera mayor de València e ingeniera industrial, han sudado la gota gorda para llegar a las Fallas de 2017, las primeras como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. En estos meses han tenido que lidiar con la polvareda —nacional— que provocó la publicación de unas normas de protocolo (ahora revocadas) que invitaban, entre otras cosas, a evitar transparencias y escotes. También les ha tocado defender una protección por parte de la Unesco cuyas consecuencias no todos acaban de comprender. Con todo este berenjenal, mejor enfrentarlo con el estómago lleno.
Somos Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, pero hay voces que apuntan que el turismo puede distorsionarla y la protección fosilizarla, ¿qué supone realmente la catalogación?
—Raquel Alario: El día a día de la esta no creo que cambie, lo que mantiene es la esencia.
—Pere Fuset: Lo más importante vino en la campaña, explicar qué es. No tiene sentido convencer al mundo de que las Fallas son suyas si la ciudad no lo entiende. Ese reconocimiento nos ayuda a explicar el peso que tienen las Fallas y nos anima a ser conscientes de que lo que estamos haciendo no es cualquier cosa, sino que tiene un valor que hay que preservar. Aparte de vivirlo con el corazón hay que gestionarlo con la cabeza.
—R. A. : En este proceso también se han hecho cambios para mejorar la fiesta, es un ejercicio de evaluación.
—
P. F. : De los efectos que tiene la catalogación, el turismo es interesante,
pero el que menos. En todo caso nos
permite, más allá de atraer visitantes, apostar por el tipo de turista que quer
remos, diferenciarnos del turismo de botellón y poner en valor los aspectos culturales. También nos permite explicar que, más allá del mes de marzo, esto tiene vida, que tiene un peso en la manera de ser de los valencianos. Para mí la Nochevieja es la Nit de la Cremà.
Hablamos de evaluación. ¿Qué elementos hay que mejorar?
—R. A. : Tengo fe en los nuevos materiales, en los trabajos de la Universitat Politècnica para hacer las fallas menos contaminantes.
—P. F. : También permitiría recuperar la Cremà.
—R. A. : Una Cremà limpia y larga. Este año así será en las municipales. Nunca he visto este tipo de Cremà, la vertiente de la contaminación me tira como ingeniera.
—P. F. : Está bien oír hablar a una fallera mayor de ingeniería.
En cuanto a convivencia, ¿cuál es el reto?
—R. A. : El que tiene la reunión con los vecinos eres tú... [ríe]
—P. F. : Lo primero es que el conjunto de la ciudadanía entienda que esta es la esta grande de València, que no nos pertenece en exclusiva a los falleros. También los falleros tenemos que tomar conciencia de que la ciudad nos cede su espacio público y el resto debe disfrutarla, no padecerla. Hay que hacer pedagogía fuera del mundo fallero. Existe una trinchera absurda.
—R. A. : Es un trabajo colectivo, no se puede delegar en la fallera, es mucha responsabilidad para alguien que solo está un año. Mi labor es vivir por y para las Fallas, promocionarlas y darlas a conocer. La esta representa nuestra cultura e identidad, hasta que no se valore por parte de todos los ciudadanos no va a llegar el entendimiento con los vecinos.
¿Deberían las Fallas despegarse de la Administración o estar más reguladas?
—R. A. : Es algo que tienen que decidir los falleros, que son los que mueven la esta. Sobre el Congreso Fallero, no puedo posicionarme porque no conozco en profundidad el tema.
—P. F. : No es fácil responder. La cooperación es buena y debe existir sea cual sea la fórmula. Una esta como las Fallas no se puede hacer de espaldas a la Administración, pero tampoco se puede controlar. Lo que no pueden estar es politizadas: ni se puede tratar de ejercer un control político sobre ellas, ni se pueden utilizar para ejercer presión política a un Ayuntamiento, que una ideología que se pueda creer dominante las utilice para hacer oposición o tensionar al Gobierno Municipal.
Hablemos de las polémicas normas de protocolo.
—P. F. : Chan, chan.
Después de que fueran publicadas te preguntaron, Raquel, y afirmaste que eran normas de «sentido común». Pasados los meses, ¿cuál es tu valoración?
—R. A. : En el momento en el que las leí me hubiese dado igual que me las hubieran dicho, firmado o no: habría tenido el mismo efecto en mí. No voy a llevar minifalda o escote por lógica, más allá de la polémica de si son machistas o no.
¿Lo son?
—R. A. : No me llamaron la atención cuando las leí. Sigo leyéndolas y continúo sin ver nada extraño, ¿son machistas porque nos las hacen firmar y no lo eran cuando las decían de viva voz?
Pere Fuset sí acabó admitiendo que eran normas 'desfasadas'.
—P. F. : La redacción está desfasada. Es lógico que si vas a la Sala Canal y vas a subirte a una pasarela a dos metros vayas con una ropa u otra. Eso es de sentido común pero no ponerlo negro sobre blanco, ahí hacemos la autocrítica. Si hubiera leído ese contenido habría cambiado la redacción o suprimido partes. Es un episodio que revela el grado de desconexión entre lo que pasa en las Fallas y lo que pasa en el resto de la sociedad. Deberíamos ser —el sector fallero— más flexibles a la crítica que se hace desde fuera con respecto al papel de la mujer. Como en otros ámbitos, la mujer sigue teniendo clichés y muros de cristal. Esta polémica puede servir como palanca de cambio. Hay que dar voz, en sentido literal, a la fallera mayor.
—R. A. : Los falleros no tienen esa imagen de mujer florero. Tú llevas esta noticia a...
—P. F. : ... a Albacete y no se entiende. Aún así debemos ser más sensibles ante eso, ¿por qué se piensa? Tal vez responda a una realidad.
—R. A. : Yo no puedo decir que esté rompiendo esos 'muros de cristal' porque no me siento como mujer florero. No me siento con barreras.
Habláis de dar voz pero, ¿esa voz llega?
—P. F. : Tengo mi teoría al respecto, pero habla tú primero.
—R. A. : No, no, ¿qué teoría tienes?
—P. F. : Creo que a veces los falleros vivimos en nuestro propio mundo. La responsabilidad es crear un relato informativo global, que sirva para el fallero y el no fallero. Necesitamos explicar de manera profesional las Fallas a gente que posiblemente no está en los casales. Si Raquel habla en cada acto pero nadie distribuye ese mensaje...
—R. A. : Al final, nunca se hace prensa de eso, nunca llega más allá. Hay medios que tras una intervención comentan lo que has dicho y otros que se centran en si has llevado o no papel para el discurso, porque le parece curioso.
¿Se banaliza la figura?
—P. F. : Mi respuesta es contundente: Sí. Una de las cosas que he aprendido en este año y medio es que tú tienes a la fallera en un altar como algo sagrado, pero luego conoces a la persona que hay debajo de esos moños. Me fastidia mucho que cuando habla Raquel, después en prensa solo se recoja si iba con un moño o con tres y el color del traje.
—R. A.: Es el pan de cada día. Cuando salió el tema de las normas nos tomaron como si fuéramos unas pobrecitas que hemos firmado sin saber qué era, ¿tú te crees que yo no me he leído las normas? No soy una pobre tontita.
—P. F. : Lo que me preocupa es que realmente esperen que seas una princesa de cuento.
—R. A.: Igual tampoco les interesa que seamos más que una imagen pura y dura.
—P. F.: Existen los programas de corazón y la gente los sigue, por tanto se reproduce ese cliché.
¿Hay que seguir con eso?
—R. A. : Hay que buscar el bien de la fiesta y el público no sabe siempre qué puede ser lo bueno. Estaría bien que no se banalizara tanto la gura de la fallera mayor y la corte, que nos tomaran más en serio.
—P. F.: Por ejemplo, hay una cosa surrealista y es que en el momento en el que la fallera mayor desaparece del escenario la corte tiene que salir ipso facto, produciendo situaciones extrañas. Eso no está escrito, pero estoy convencido de que si lo cambiamos nos costará cornadas.
—R. A. : Sí, sí, sí. Se tirarían encima de nosotros. Está clarísimo.
En la estrategia comunicativa para la fallera mayor, ¿cabe generar redes sociales propias?
—R. A. : El problema está en hasta qué punto el público cree que puedo tener capacidad de influir sobre ellos... si creen que soy pura imagen, eso no interesa.
—P. F. : Lo hemos llegado a plantear.
[La acompañante de la Junta Central Fallera asignada a Raquel indica que las reinas de Castellón tienen cuenta de Instagram]
—R. A. : Pero son fotos, puras y duras. Imagen, no llega más allá.
—P. F. : Podemos empezar por colgar tus discursos en la página web.
Cambiando de tercio, ¿no os parece que las fallas hoy en día son bonitas pero poco canallas?
—P. F. : Al revés, están volviendo a tener crítica.
—R. A. : Me encanta la falla municipal de este año, está muy clara la crítica. La sátira es esencial y debe ser directa.
—P. F. : ¿El arte tiene que ser bonito?¿El grito de Munch es bonito? No me interesa una gura de porcelana quemándose. Quiero que muerda, que hable. Lo otro no deja de ser una cosa bonita ardiendo, no iba de esto la esta. Reconozco que el día en que se eligieron las fallas municipales no dormí. Hicimos un cambio en el jurado en el que, en lugar de elegir políticos, lo hacía gente con criterio artístico. El jurado eligió las fallas que yo no me habría atrevido, porque piensas en el qué dirán. Al final me cayó igual porque creen que las he elegido yo.
—R. A. : Y realmente lo han hecho los falleros.
—P. F. : Las de defiendo a capa y espada, son buenos proyectos. Me fastidia cuando te hacen elegir. A mi me gustan las bandas sonoras y el Indie pop, y los dos son música. Hay muchas maneras de hacer...
[Llega el taxi que recoge a Raquel y su acompañante]
Se acabó el tiempo, ¿queréis la hamburguesa para llevar?
—R. A. : No, no. Gracias, tengo dos eventos.
—P. F. : ¿Te has sentido cómoda?
—R.A.: Sí.
—P. F. : Son unos cabrones.