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habla paloma zapata, directora del documental sobre su vida

Peret (y su rumba) para hablar de todo lo demás

'Peret, yo soy la rumba', utiliza la figura del popular cantante como excusa para hablar de los gitanos y los payos o de la Barcelona desaparecida

21/05/2019 - 

VALÈNCIA. Que resulte novedoso analizar la figura de Peret más allá de la verbena es signo de nuestro tiempo y del pasado. De entonces, dice poco de un público que no tomaba casi nada en serio, y de ahora, representa el esfuerzos desde el mundo del periodismo, la investigación, o las artes, de recuperar esas figuras y revalorizarlas. Ha pasado con Eugenio, ya desde hace tiempo con Camarón y Paloma Zapata ha querido abrir el turno de Peret.

Peret, yo soy la rumba es el documental en el que Zapata (que presentó ayer el film en los cines Lys, en sesión única) ha querido contar a Pedro Pubill Calaf, “gitano a mucha honra y payo a mucha honra también”, según decía él. El largometraje utiliza al cantante y guitarrista como contexto para hablar de todo aquello que le rodeó durante su vida. La comunidad gitana, los prejuicios payos, la Barcelona del Raval y la de Gràcia, pero las de la segunda mitad del siglo XX… El film desvela a Peret como una figura trascendental para el espacio mediático de la época, una especie de narrador al que no le interesa contar la historia.

Esto es entendido por Zapata y así lo ha explotado en el documental. Peret no se descubre como un personaje atormentado o como una persona perdida a su suerte, sino como una persona cuyo objetivo era poner un plato de comida encima de la mesa de casa, con todo lo que eso supone. No es Kurt Cobain, ni Eugenio. Todo lo contrario, el documental intenta contar a una persona que fue feliz con su familia y a la que la música, de alguna manera, le salvó de la pobreza. 

"Una de la cosas de las que me fui dándome cuenta fue que para Peret la familia era muy importante. Cuando hacía un espectáculo, en las palmas o bailando, siempre había familiares (lógico por otra parte, porque la rumba surge del ámbito festivo familiar). Este es un aspecto que no se conocía de Peret", cuenta la directora del documental. Y, en efecto, el film se vehicula a partir de la propia familia: de la nieta que se va a casar, del nieto que intenta recuperar su legado, de sus hijas volviendo a la casa de verano, abandonada tras su muerte... Son ellas y ellos los que se encargan de la mayoría del relato, los que explican mejor a Peret, normalmente alrededor de una mesa con vino y comida.

El film da unas pinceladas de lo que Peret fue como sujeto político, aunque no en profundidad. "Se le recriminaba muchas veces que era poco trascendente, y que solo buscaba ser festivo. Nada más lejos de la realidad: sus letras suelen hablar del racismo, de los problemas de los gitanos, del feminismo... Canta en catalán antes del movimiento de la cançó catalana y en caló, la lengua del pueblo gitano...", explica Zapata. Y pensándolo así, tal vez eso no fue asumido por el público de la época porque el problema gitano no interesaba lo más mínimo, y por tanto esa conciencia social no era recibida por el mundo payo, que buscaban las palmas y el mensaje tontorrón.

Más allá de esas luchas, poco se cuenta de lo que Peret sentía políticamente. Se sabe que estuvo descontento con el régimen cuando le obligaron a representar a España en Eurovisión. También que dejó la música para ser pastor evangelista y luego hizo el camino contrario. Más allá de eso, poco se sabe de él más allá de sus canciones y su familia: "Al ser gitano, sentía implícita la resistencia étnica. Peret creció en contextos de pobreza, así que su esfuerzo se centró en llevar comida a su casa", cuenta la realizadora.

Formalmente, destaca que el documental prescinde de hacer entrevistas o de una narración al uso (únicamente se escucha a Andreu Buenafuente leyendo en off algún fragmento de las memorias de Peret). "Yo había leído las memorias y me gustaron mucho porque Peret tenía, de manera natural, una manera de hablar como contando historias. Por sus orígenes de vendedor -supongo-, le salía contarlas con gancho, exagerar muchas veces. Eso estaba en las memorias, así que pensé que tenía que estar en el documental, porque era su manera de ser realmente. Las ficciones son ficciones pero sin casi diálogo, casi son recreaciones", explica la realizadora. Y añade: "Además me encontré con la ayuda de los familiares del propio cantante, que se prestaron a hacer a muchos personajes. A Peret le gustaba grabar a su familia y hacer cortos, así que estaban acostumbrados a la cámara".

Y de fondo, siempre su música y sus canciones. Porque si algo puede resumir la cosmovisión de Peret son las más de 250 canciones que compuso. Su revolución también fue sonora: subió un teclado y unos bongos al tablao flamenco. Tomó tanto de la tradición gitana como de Elvis Presley, y alucinó al mundo poniendo a bailar con únicamente dos palmeros y una guitarra igual o más que una gran banda de rock 'n' roll. Eso fue su rumba.

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