VALÈNCIA. Ante unas elecciones y a la hora de depositar nuestro voto solemos tener claro qué papeleta vamos a coger. El partido, el conjunto de hombres y mujeres que lo integran, la ideología, las propuestas, las medidas e incluso la capacidad de compromiso para cumplir lo prometido decantan nuestra elección. Sin embargo, la figura que está al frente de todos ellos, el líder, es un elemento clave y determinante para mostrar nuestra simpatía. Existen numerosos sondeos que hablan sobre las características que piden los electores a sus candidatos, cualidades que se convierten en valor tanto para votar como para defender ante otros la decisión. En términos generales lo que quiere la mayoría es que el líder sea: honrado, esté preparado y sea una persona cercana. Pero también hoy en día se requiere contar con herramientas de negociación, versatilidad, motivación, afabilidad, credibilidad, apertura mental y energía, entre otras, para llegar a la meta con cierta holgura respecto a nuestro rival.
Además, cuando los mecanismos de representación están dañados por casos de corrupción, independentismo, rechazo a la inmigración, surgimiento de nacionalismos extremos… con ocurre en España, es cuando los ciudadanos observan con lupa y se fijan más en los detalles y características de los políticos que van a representarlos. Estamos pasando de la era de la imagen, del parecer a la del ser, a la del contenido que se ejerce con eficacia, transparencia y credibilidad.
Nos hemos propuesto acercarnos a los candidatos y observar dichos rasgos desde otra perspectiva. Desde la que brinda como técnica de observación y de interpretación de la escritura la grafología. Nuestro objetivo no es explicar la personalidad, su evolución, los puntos fuertes o débiles de los candidatos, sino ver qué rasgos de los solicitados hoy por los electores encontramos en nuestros políticos a través de su escritura. Lo hacemos con la máxima honestidad y por supuesto con la mayor profesionalidad. En esta ocasión, la grafía de Isabel Bonig.
Lo primero que nos revela esa faceta, —que conserva desde su niñez—, es el de ser una persona disciplinada, con capacidad para esforzarse sin cansarse, persistente, rutinaria, con tendencia a ser perfeccionista y constante. Un esquema que le da seguridad, pero ralentiza sus respuestas que son menos espontáneas de lo que le gustaría.
De naturaleza metódica y práctica, se aferra a lo real, a lo establecido por las normas sociales, a la tradición. Ama lo sólido, la reflexión, la lógica y la capacidad de rendimiento. Esos valores de siempre los incluye en su metodología de trabajo para poder mantener un esfuerzo constante. Le gusta profundizar, pero solo en aquello que le permita saber más sobre sus temas de interés. Como la prudencia es uno de sus nortes el ritmo de trabajo no es muy rápido. No quiere perder lo ganado, prefiere ir sobre seguro. Por tanto no hay mucho espacio en su universo —según la escritura— para la improvisación, la espontaneidad, la creatividad o imaginar contextos diferentes al que le rodea. De este modo evita dispersarse.
Uno de los rasgos que sobresalen en el escrito es la fuerte necesidad que posee la autora de protegerse frente a las injerencias externas, cuando por el contrario tiene capacidad para responder a todas ellas sin desestabilizar su meta, su objetivo.
Probablemente esta tendencia que viene de lejos le permite distanciarse para mejorar su respuesta y ejercer positivamente, y como líder, su papel político. En este sentido, una vez toma sus decisiones las lleva adelante sin apelación. Y coloca en su sitio a cualquiera que le dispute su resolución.
Hay prudencia en el trato y la persona intenta comunicarse con gestos medidos y calmados. Es amable y cauta. A la hora de comunicarse puede recurrir al humor, a las frases ingeniosas y a los dobles sentidos donde da a entender aquello que socialmente no es aprobado o no conviene a sus intereses, pero lo expresa de una manera conveniente y sin que tenga que exponer su propio pensamiento. Asimismo el uso de estas formas de desapego humorístico puede ser clave para distanciarse de las actitudes intransigentes y dogmáticas.
Le gusta tenerlo todo bajo control por lo que intenta reducir al mínimo la emoción y lo que pueda perturbar su fin. Sabe, por tanto, mantenerse a distancia, en una posición estratégica desde la que ejerce su poder y desarrolla su esfera de influencia.
La escritura nos habla de la capacidad de la autora para adaptarse a las situaciones complicadas y evitar los enfrentamientos en la medida de lo posible. Nos habla de alguien que intenta conciliar, ser diplomático y encontrar puntos en común antes de lanzarse a una contienda. Hay habilidad y diplomacia para conseguir sus objetivos sin que le afecten, aparentemente, las consecuencias. Está donde quiere estar.
Hay buena memoria. No le gusta la soledad, pero en ella se recupera, como también lo hace en los entornos naturales y acuáticos. En ellos se repone de las batallas que le han dejado huella, aunque por fuera apenas se le note.
Resumiendo la escritura de Isabel Bonig nos habla de alguien reflexivo y preocupado por la objetividad que se distancia para ver. Se toma su tiempo, incluso a veces demasiado. Lo necesita para no equivocarse. Resuelve sin estresarse e intenta ser ecuánime y ética. Camina con prudencia hacia el futuro.
*No entramos a valorar el nivel de preparación y formación de la persona a través de la escritura por cuanto no forma parte de este tipo de análisis. Pero como reflexión si podemos señalar que existe una gran resistencia, mucha facilidad para integrarse en los equipos de trabajo donde muestra claridad y un carácter equilibrado y respetuoso. Tiene capacidad para ver lo esencial y separarlo de lo superfluo.
María Costa es periodista, escritora y grafóloga.