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ANÁLISIS

Perspectivas de los mercados y su influencia en el desarrollo de la economía global

El economista jefe del banco más antiguo de Suiza analiza la situación actual y el potencial económico de las principales áreas geográficas del planeta

10/05/2019 - 

MADRID. Estamos ante una ralentización de la economía mundial promovida principalmente por las tensiones comerciales protagonizadas por EE UU y China. En este contexto, ¿en qué punto se encuentran las principales economías a nivel global y qué sucederá los próximos meses? A continuación un análisis de la situación actual y el potencial económico de las principales regiones del globo:

Estados Unidos: ¿recesión o suave aterrizaje?

Al hablar de EE UU cabe destacar que ante la ralentización del crecimiento en el país, las tensiones comerciales mundiales y la baja inflación, la Reserva Federal ha decidido detener su proceso de normalización, por lo que ya no se esperan nuevos incrementos de tipos este año. Esta sorprendente directriz, que implica una relajación de la postura que venía manteniendo, provocó la inversión de algunos segmentos de la curva de rendimientos, lo que a su vez despertó los temores a una recesión. Por ahora, sin embargo, el buen comportamiento de los consumidores apunta más bien a un aterrizaje suave. En este contexto, cabe destacar la fortaleza del empleo y del consumo en el país. Así, el consumo estadounidense, que representa el 70% del PIB, disfruta actualmente de una situación próspera gracias a numerosos factores (pleno empleo, crecimiento de los salarios, bajos precios del petróleo, disponibilidad de crédito), lo que nos lleva a pensar que la recesión no está precisamente a la vuelta de la esquina. De igual modo, la caída de los tipos de interés de los préstamos hipotecarios estimulará la inversión residencial, elevando las ventas de viviendas e impulsando la construcción.

Asimismo, el tipo de interés real próximo a cero fijado por la Reserva Federal nos permite concluir que un aterrizaje suave es más probable que una recesión. Hasta que la Reserva Federal se vea obligada a reanudar la normalización monetaria, debido a la evolución del desempleo y los salarios o, quizá, a un excesivo endeudamiento de los sectores público y empresarial, la economía estadounidense debería seguir creciendo a un ritmo cercano al promedio que ha seguido en el actual ciclo.

Europa: ¿cuándo terminará la ralentización?

El panorama de la zona del euro a corto plazo dependerá de si persiste la debilidad relacionada con el comercio y de la probabilidad de que esta contagie a la demanda interna. Las respuestas, por supuesto, están interrelacionadas: cuánto más tiempo dure la fragilidad del comercio, mayor puede ser su impacto sobre la confianza, la inversión, el empleo y el consumo. Aunque turbias, las perspectivas del comercio mundial no son tan oscuras como a finales de 2018. Si las recientes (e incipientes) señales de mejora se ven conformadas y el comercio mundial se recupera, los efectos serían indudablemente positivos para la zona euro. Sin embargo, cualquier riesgo adicional como una posible decisión por parte de EE UU de imponer aranceles a los automóviles europeos, sería lo último que necesitarían ahora mismo las economías europeas.

La demanda interna en la región se ve respaldada por el crecimiento del empleo, el aumento de los salarios y (gracias a la baja inflación) un elevado poder adquisitivo. Estos factores impulsores son poderosos y no especialmente volátiles, por lo que consideramos necesario poner un énfasis muy importante en ellos. Dicho esto, los sectores orientados a la demanda también presentan algunos signos de debilidad. Los servicios se han ralentizado menos que la industria manufacturera, pero no son inmunes. Además, se espera que el ritmo de creación de empleo se modere a medida que avance el ciclo.
El mayor problema es el escaso margen para una respuesta desde el ámbito de las políticas. Si bien el BCE insiste en que las herramientas que tiene a su disposición están listas para ser utilizadas, pensamos que en este momento sus efectos serían limitados.


El hecho de que la debilidad económica actual se deba en gran medida a factores externos complica las cosas. Una flexibilización de la política monetaria puede resultar de ayuda cuando la demanda interna es frágil o cuando se produce una rotura del canal de préstamo, algo que no está claro que suceda en la actualidad. De hecho, el crecimiento de la masa monetaria en la zona euro apenas se ha ralentizado pese al fin del alivio cuantitativo. Sin embargo, el elevado volumen de ventas de acciones de bancos europeos tras la reunión del mes de marzo apunta a que la actual postura monetaria podría estar produciendo efectos negativos. Una respuesta en el ámbito de la política fiscal sería más eficaz en épocas de tipos de interés negativos. No obstante, la esperanza de que se adopten mayores estímulos fiscales en la zona del euro ha demostrado ser errónea hasta la fecha, dado que los países que disponen de un margen más amplio no están dispuestos a utilizarlo. Por lo tanto, es improbable que lleguemos a ver una respuesta en este terreno (o que resulte eficaz), de modo que a Europa solo le queda confiar en que mejore el comercio mundial y no se produzcan nuevos accidentes.

Japón: Abe aprueba un presupuesto de 101.000 millones de yenes

La economía japonesa experimentó una fuerte ralentización en el primer trimestre, quizá incluso una ligera contracción, como consecuencia de la debilidad del comercio mundial, el comportamiento cauteloso de las empresas y las limitaciones fundamentales del mercado de trabajo. Es probable que esta tendencia se invierta a mediados de año si el crecimiento mundial estimula a los consumidores y mejoran las políticas macroeconómicas y comerciales. Sin embargo, se ha producido una pérdida de impulso evidente en un año en el que un nuevo incremento del impuesto al consumo ha situado al Gobierno de Abe y al Banco de Japón en una posición difícil. En el apartado presupuestario, no obstante, el Gobierno parece decidido a mantener el rumbo actual. 

La Dieta Nacional acaba de aprobar el presupuesto de 101.000 millones de yenes presentado por Abe para el nuevo ejercicio, que supone el mayor aumento del gasto a lo largo de su mandato. Este presupuesto refleja simplemente las promesas realizadas durante la campaña de las elecciones anticipadas a la Cámara baja, en la que Abe se comprometió a utilizar los ingresos que se recaudarían a través de dicho incremento tributario para subvencionar la enseñanza gratuita y servicios de cuidado infantil, además de otras medidas presupuestarias convencionales como la inversión pública para compensar el efecto negativo del alza impositiva sobre los hogares. Aquel compromiso representa un signo evidente de que el Gobierno tiene previsto adoptar nuevas medidas recaudatorias.


En el frente monetario, el obstáculo para la introducción de medidas de flexibilización adicionales no es tan importante, aunque es probable que por el momento el Banco de Japón no se incline por utilizar activamente los instrumentos normativos de los que dispone. Dada la fuerte oposición del lobby público y bancario a que los tipos de interés negativos se hundan aún más, es improbable que el Banco de Japón estudie recortes más agresivos de tipos o modificaciones de los objetivos de rentabilidad en ausencia de un evento externo significativo.

En resumen, los responsables políticos japoneses seguirán avanzando con cautela debido a la delicada red de restricciones políticas y técnicas a la que se enfrentan en sus esfuerzos por estimular la recuperación. A menos que se produzca un sorprendente cambio de ciclo a escala internacional, cabe esperar que el país mantenga su rumbo: el Gobierno de Abe tratará de utilizar más activamente la política fiscal y es muy probable que el Banco de Japón intente desempeñar únicamente un papel secundario de apoyo.

Mercados emergentes: ¿Supone la relajación de la Reserva Federal un punto de inflexión?

La inesperada relajación de los principales bancos centrales occidentales durante el primer trimestre de 2019 está llevando a los inversores a preguntarse –con razón– si la nueva postura podría suponer un punto de inflexión para las economías emergentes. De hecho, el año pasado muchos de los bancos centrales de países emergentes endurecieron sus políticas monetarias, más o menos en consonancia con el comportamiento de la Reserva Federal, con el fin de respaldar sus monedas y mitigar las incipientes presiones inflacionistas. Con la Reserva Federal en suspenso, la estabilización de las diferentes monedas y los efectos estructurales favorables de la evolución interanual de los precios del petróleo –que permiten mantener a raya la inflación–, parece que esta tendencia de endurecimiento ha hecho una pausa en 2019.


Además, los fundamentales económicos de los países emergentes son, en general, sólidos, los saldos por cuenta corriente han mejorado en los últimos cinco años, las reservas oficiales han aumentado y la mayoría de ellos aplica políticas fiscales y monetarias ortodoxas. Los eslabones más débiles entre las principales economías emergentes –Turquía y Argentina– se rompieron el año pasado. Otras grandes economías no sufren el mismo tipo de vulnerabilidades, lo que significa que no es probable que se repitan las crisis idiosincrásicas de 2018. De hecho, dado que los ciclos económicos son todavía relativamente jóvenes y presentan cierto potencial de crecimiento, cabe esperar que dicho potencial se haga realidad este año.

Esto no significa que esperemos una aceleración significativa, pues no se debe subestimar el efecto del endurecimiento de la política monetaria en el pasado, que suele dejarse notar con retraso. Además, el impulso económico mundial se suavizó durante los dos últimos trimestres y el crecimiento del comercio podría continuar siendo mediocre en todo el mundo, incluso en el caso de que China y EEUU alcancen un acuerdo.

Hay que tener en cuenta que este año la agenda política se presenta particularmente cargada en el mundo emergente, con elecciones generales cruciales en la India (entre el 11 de abril y el 19 de mayo), Sudáfrica (en mayo), Argentina (en octubre) e Indonesia (en abril). Tampoco deberíamos pasar por alto los acontecimientos políticos en otros países como Brasil (¿será capaz el presidente Bolsonaro de acometer una verdadera reforma del sistema de seguridad social?), México (¿adoptará el presidente López Obrador un estilo de gobierno completamente impredecible?) o Turquía (¿volverá Erdogan a presionar al banco central para que respalde el crecimiento a expensas de la estabilidad de la moneda?).

Samy Chaar es economista jefe de Lombard Odier

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