MADRID. En 2022 vimos cómo se producían cambios drásticos, como la invasión de Rusia en Ucrania, seguido del ciclo de subidas de tipos de interés más rápido de la Reserva Federal estadounidense en la última década. Como habíamos previsto que 2022 sería un año caracterizado por una elevada volatilidad tanto en el ámbito de la renta variable como en el de la renta fija, nuestra asignación a hedge funds nos ha proporcionado un relativo refugio frente a la tormenta en la que se han visto envueltos los mercados durante todo el año. Nuestra previsión de fortaleza para el dólar estadounidense durante el año también resultó justificada, aunque nos sorprendió la persistencia de la apreciación a lo largo de 2022.
De cara a futuro, la agilidad que fue necesaria para navegar por los mercados en 2022 seguirá siendo necesaria en 2023, ya que la economía mundial se mueve en una fina línea entre las economías desarrolladas que entran en recesión y las emergentes que tratan de consolidar sus recuperaciones. En general, los cambios de paradigma que se están produciendo obligarán a los inversores a caminar sobre la cuerda floja entre las nuevas oportunidades y los riesgos asociados a la transición de la economía mundial. En consecuencia, en 2023 esperamos seguir confiando en una gestión activa y dinámica del riesgo que nos ayude a mantener nuestro compromiso de preservar y hacer crecer el patrimonio de nuestros clientes.
1) Perspectivas para la economía mundial. La fase de crecimiento del ciclo se ha detenido bruscamente debido a las estrictas políticas monetarias adoptadas para combatir la persistente inflación y a causa de la crisis energética que afecta a las economías junto con el aumento de los riesgos geopolíticos provocados por la guerra entre Rusia y Ucrania. En 2023, es probable que la economía mundial registre un débil crecimiento de entre el 2% y el 2,5%, tras el 3% de 2022, con las economías desarrolladas flirteando con una recesión. Sin embargo, Asia debería confirmar su recuperación y es probable que China supere los obstáculos que han aparecido en 2022.
2) Divisas y metales preciosos. Después de que el dólar estadounidense se haya comportado mejor en 2022, varios factores convergerán en el primer trimestre de 2023 para provocar una depreciación del dólar frente a la mayoría de las divisas. La trayectoria de la debilidad del dólar se desarrollará por etapas, empezando con una caída frente a las divisas refugio, lo que generalmente es un indicio de una desaceleración del crecimiento mundial.
3) Renta fija. Con los mercados de bonos de 2022 a punto de cerrar con las peores pérdidas en 50 años, los bonos estadounidenses han perdido parte del rendimiento que habían acumulado desde 2017 y han invertido los descensos continuados de sus TIR desde el inicio de la crisis financiera mundial. Mientras que el riesgo de los tipos de interés fue el principal lastre para la rentabilidad en 2022, para el 2023 esperamos que el deterioro de la calidad del crédito y la ampliación de los diferenciales sean el principal riesgo. Sin embargo, la caída de las expectativas de inflación y los elevados cupones que se están ofreciendo a los inversores en renta fija son fuertes vientos de cola para una rentabilidad en renta fija moderada en 2023, mientras que la aceleración del riesgo de impago del crédito debería crear oportunidades para los inversores en crédito 'distressed'. La selección activa del crédito, que es un factor clave para obtener rendimiento en las desaceleraciones cíclicas normales, será aún más crítica en 2023 en la eurozona, ya que ésta ha experimentado su propia transformación.
4) Renta variable. Los episodios de alta inflación han sido un reto para los inversores desde 1900. Las lecciones aprendidas en el pasado han demostrado que las estrategias de inversión que aprovechan los picos cíclicos de la inflación se enfocan en la reasignación del gasto dentro de la economía y en estrategias orientadas en obtener ingresos para mejorar la rentabilidad total. Ahora que la inflación en las economías occidentales está alcanzando niveles no vistos en una década, los inversores pueden basarse en la historia para incorporar varias estrategias de inversión como forma de hacer frente a este nuevo régimen de precios altos. Estas estrategias incluyen tratar la inflación elevada pero decreciente como una oportunidad táctica, centrándose en los beneficios que son resultado de la reasignación forzosa del gasto y centrarse en los dividendos y los ingresos como motor clave de los rendimientos totales.
5) China. La economía asiática se desaceleró bruscamente en 2022, lastrada por la política de 'Dinámica Cero-Covid', que dejó el consumo interno persistentemente débil, el desempleo urbano se disparó hasta el 5,5% y el sector de la vivienda se contrajo un 30%. Los inversores deben adoptar ahora un nuevo paradigma de inversión en China, centrado no sólo en las perspectivas cíclicas que se avecinan, sino también en el cambiante panorama geopolítico y de gobernanza corporativa. De hecho, aunque los factores cíclicos son cada vez más favorables en China, la remodelación de las cadenas de suministro mundiales y del orden geopolítico parece que va a poner nuevas barreras a los inversores chinos. La aprobación de la Ley Chips de EE UU, que pretende contener las ambiciones de China en sectores de alta tecnología, representa probablemente la primera excepción en esta etapa de una rivalidad cada vez más profunda entre las mayores economías del mundo.
6) Transición energética. En la base de la economía global, tal y como la conocemos, se encuentra el mercado energético mundial que tomó forma tras la caída de la Unión Soviética en 1989. Este mercado trajo consigo energía rusa de bajo coste y una mayor exportación de materias primas para alimentar las fábricas mundiales. La invasión rusa de Ucrania en 2022 y las sanciones asociadas han perturbado y potencialmente roto este modelo, dejando al mundo, y a Europa en particular, con el reto de satisfacer la demanda de energía a corto plazo sin encerrarse en fuentes y tecnologías energéticas ineficientes a largo plazo. Como resultado, el carbón y el petróleo están volviendo a aparecer, beneficiando a las naciones y empresas exportadoras de energía en detrimento de los consumidores de energía. Desde el punto de vista estratégico, esto está dando lugar a importantes respuestas políticas para impulsar la transición energética, incluso en Estados Unidos, que ha sido un rezagado en las iniciativas de energías renovables. A corto plazo, en última instancia, el mundo tiene escasez de energía, por lo que la exposición a los suministros energéticos parece estructuralmente importante.
7) Inversión en infraestructuras. Para alcanzar los objetivos del Acuerdo de París, el Grupo de Trabajo del IPCC estima que se necesitarán hasta 500.000 millones de dólares al año en inversión en infraestructuras de baja emisión de carbono y eficiencia energética. Con los presupuestos de los gobiernos ya hinchados por las ayudas relacionadas con la pandemia, el crecimiento de la financiación privada para sustituir las infraestructuras construidas y propiedad de los gobiernos se ha convertido en la única alternativa para hacer frente a las crisis de energía y seguridad, creando una oportunidad para los inversores en los próximos años.
8) Interrupción del suministro de alimentos a nivel mundial. El cambio climático ha agravado no sólo la crisis energética, ya que la sequía ha perjudicado a las plantas de generación hidroeléctrica y al transporte de combustible por vía marítima, sino también la actual interrupción del suministro de alimentos al afectar a las cosechas en todo el mundo, con una crisis alimentaria mundial que se encuentra en una fase de crecimiento. Hasta el 50% de los costes agrícolas en Estados Unidos están ligados a los precios de la energía, desde los fertilizantes necesarios para aumentar el rendimiento de las cosechas hasta el combustible para cultivar, procesar o transportar la producción. Así pues, aunque la energía y las infraestructuras pueden ser los beneficiarios más directos y visibles del choque energético derivado de la desglobalización, el aumento del gasto para apoyar a los fabricantes de fertilizantes y a los proveedores de tecnología de semillas será fundamental para restablecer un equilibrio alimentario mundial sostenible y debería ofrecer oportunidades de inversión en los próximos tiempos.
9) Riesgos económicos y geopolíticos. Desde el punto de vista económico, el giro hacia unos tipos de interés positivos ajustados a la inflación plantea riesgos de sostenibilidad de la deuda en un contexto de unas ratios de deuda/PIB históricamente elevadas. Para los inversores, el mayor riesgo derivado de la reaparición de la alta inflación y de la perspectiva de tipos de interés reales positivos sostenidos está relacionado con la deuda que se ha acumulado a medida que los tipos de interés han ido bajando en los últimos 15 años. Mientras tanto, la remodelación de las cadenas de suministro mundiales podría convertirse en un auténtico factor para la desglobalización a medida que aumenten las tensiones entre China y Estados Unidos. En general, los riesgos de desglobalización ya sean económicos o geopolíticos, suponen una importante amenaza para los marcos que han guiado a la economía mundial y a los inversores globales desde la década de 1990. Dado que estos riesgos siguen apareciendo en el horizonte, será necesario que los clientes adopten enfoques de gestión de riesgos proactivos y dinámicos en 2023.
Equipo de Análisis de UBP
El experto recomienda Europa y Japón como áreas geográficas para invertir actualmente en renta variable antes que hacerlo en Estados Unidos