Culturplaza analiza los largometrajes de la Sección Oficial de Cinema Jove 2023
VALÈNCIA. A propósito de su primera película, Todas las canciones hablan de mí, Jonás Trueba decía que el cine es un ejercicio de melancolía casi perfecto, porque se trata de retener imágenes que borra el tiempo para poder regresar a ellas, para recordarlas, de fijarlas para mantenerlas vivas. En gran parte, de eso trata Petrol, la segunda película de la cineasta australiana Alena Lodkina (tras su ópera prima Strange Colours), protagonizada por Nathalie Morris y Hannah Lynch, y que ahora se presenta en la sección oficial de largometrajes de la actual edición de Cinema Jove.
La película cuenta la historia de la relación entre dos jóvenes amigas, Eva, una estudiante de cine llena de ilusiones y dudas, y Mia, una atractiva y misteriosa actriz. El momento concreto en el que se conocen, la etapa vital en la que se encuentran, esa fase inicial de descubrimiento y fascinación por el otro, cómo se van acercando la una a la otra y a la vez alejándose poco a poco. Para contar esa historia, la directora parte de una mirada que recuerda a la de Jonás Trueba: el cine como búsqueda, como una exploración de las imágenes y su relación con la vida, de sus posibilidades de reflejarla e inmortalizarla, de hacer que perdure más allá del tiempo. Como sucede en las películas del cineasta madrileño, Petrol está llena de palabras y también de silencios, de conversaciones, personajes que entran y salen de la película como si fueran otras posibles historias, paseos, viajes en transporte público, celebraciones entre amigos y conocidos, paisajes, miradas, gente hablando e intentando hacer cine.
A partir de esas capturas de vida, Lodkina trata de hablar del mundo interior de sus dos jóvenes protagonistas, de sus búsquedas y sus pérdidas, de sus anhelos y miedos, de sus sueños y fantasmas, de sus contrariedades, de sentir una cosa y la contraria al mismo tiempo, de la posibilidad de conocer al otro y a la vez seguir siendo completos desconocidos, de la parte de nosotros que siempre queda en sombras a la mirada ajena, de la distancia y la mezcla entre la fantasía y la realidad, de cómo todo eso va configurando una identidad, quién somos y quién desearíamos ser, a quién queremos parecernos. En ocasiones, la cineasta consigue sus intenciones, hay secuencias de cierta magia, que logran reflejar esa energía y esa intensidad únicas de la primera juventud, esa mezcla extraña entre excitación e incertidumbre, entre placer y deseo de vida y a la vez dolor y desesperanza. Por momentos, las protagonistas también consiguen transmitir esa complicidad única de la amistad, sus enigmas y relaciones contradictorias. Sin embargo, otras veces estas ideas simplemente se quedan en intenciones, en pretensiones no cumplidas.
Precisamente, a mi parecer, la gran debilidad de la directora es su pretenciosidad, no saber qué contar y qué no contar, qué es lo que está de más en su película. En su fondo, Lodkina busca una profundidad y un misterio a los que no logra llegar. Hay preguntas que deja planteadas que resultan interesantes, pero la mayoría de veces falla por exceso, por acumulación de ideas y frases demasiado grandilocuentes, que terminan quedando impostadas, artificiosas o vacías. Echo en falta sencillez, sobriedad, las palabras y las imágenes precisas que con muy poco llegan a contar mucho. Si bien hay secuencias en que a través de la puesta en escena y la estética se logra alcanzar esa magia pretendida, ese espacio confuso entre la fantasía y la realidad, la forma – en ocasiones con claros referentes como David Lynch- tampoco logra transmitir ese misterio buscado. Con todo, a pesar de conseguir mantener ciertas secuencias finales con fuerza, hacia su mitad, la película va resultando pesada.
Hay un momento de Petrol en que la protagonista dice que no se puede enseñar a hacer películas, que el cine es la vida, que tienes que vivir, sentir cosas para entenderlas y saber expresarlas. Si bien quizá de ahí procedan las debilidades de la directora, de la falta de la distancia adecuada para pensar y saber cómo contar lo vivido, a su vez, también habla de la mayor virtud de la película, su capacidad de capturar momentos de vida. Para bien y para mal, Petrol resulta errática, y con ello, también verdadera, libre, por momentos emocionante, logra transmitir con arrojo y personalidad una mirada.