O luchas contra el calor debajo del aire acondicionado, o huyes de él.
Una ola. Otra ola. Una más. Aún no hemos alcanzado el mes vacacional por excelencia y la acumulación de olas de calor nos sitúa en lo más elevado de la escala Douglas —la clasificación de oleaje marítimo en referencia a su altura—. Si convertimos la poética descripción del grado 9 de la dicha escala —«las olas se hacen tan altas que a veces los barcos desaparecen de la vista en sus senos. El mar está cubierto de espuma blanca dispuesta en bandas en la dirección del viento y el ruido que se produce es fuerte y ensordecedor. El aire está tan lleno de salpicaduras, que la visibilidad de los objetos distantes se hace imposible»— en sudor, tenemos una fiel representación de una tarde de finales de julio, sin aire acondicionado y con la ciudad languideciendo. Pero no todo el territorio nacional está en las mismas, una franja montañosa requiere incluso de chaquetita para las noches: Pirineos.
La frontera natural entre España, Francia y Andorra es tierra de oportunidades para el hedonismo: belleza natural, tradiciones gastronómicas y sosiego. En estas líneas enumeramos algunos de los placeres estivales de esta área.
Pese a que hay docentes de Filología Hispánica en la Universitat de València que desconocen el aranés y hacen gala de su ignorancia respecto a la cultura y la lengua occitana de La Vall d'Aran, Lleida, este valle pirenaico es una de las regiones históricas y paisajísticas más interesantes del Pirineo catalán: la espectacular ruta del Circ de Colomèrs, el casco antiguo de Vielha, que forma parte del Inventario Patrimonio Arquitectónico de Cataluña, la olla aranesa y restaurantes como la Borda de Lana, en la Ribera de Bagergue, una borda de piedra y pizarra entre montañas, caballos y vacas.
En la sección gala de los pirineos hay maravillas naturales como el Circo de Gavarnie, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Esto, sumado a que no se requiere una condición física digna de Al filo de lo imposible para realizar su recorrido de doce kilómetros de ida y vuelta hace que sea uno de los spots más concurridos de los Pirineos Franceses, pero merece la pena soportar la caterva para o contemplar la cascada de Gavarnie, la más alta de Europa, que sobrepasa los 400 metros de caída de agua entre paredes rocosas y vegetación rala.
A metros del monumento natural se encuentra el Hôtel du Cirque et de la Cascade. Si para cocer una pizza en casa tienes que sacar las sartenes del interior del horno, es probable que no te alcance el presupuesto para alojarte en este hotel, pero puedes comer o tomar tu alcohol simbólico favorito en su terraza con vistas a la cascada.
Igual de curiosa es la historia del pastel ruso que la de la ensaladilla rusa. Ninguna de las dos preparaciones proviene de un cocinero nacido en Rusia, pero en ambas hay monarcas que pretenden homenajear y sorprender a un zar con una elaboración nacida en Europa. La versión oscense más famosa de este delicado dulce es el pastel ruso de Ascaso. La familia de pasteleros Ascaso lo elaboran desde 1974. «Tras mucho tiempo de investigación, en Pastelería Ascaso introdujimos una gran novedad entre nuestras creaciones: el Pastel Ruso. Desde entonces, este dulce se ha convertido en uno de nuestros productos más relevantes. Es fruto de viajes por el sur de Francia, dada la vecindad y los intercambios sociales y culturales. Vicente Ascaso decidió entonces conseguir un Pastel Ruso original: el suyo, el de Huesca. Y creó su propia receta magistral».
Otro de los elementos reposteros sui generis de Pirineos es el gateau a la broche: una masa que se enrolla en un cilindro que da vueltas al calor del fuego vivo. La masa adquiere forma de cono y se asa como si fuera un cochinillo. Una vez enfría, se corta en “rodajas” que se asemejan a los piñones de una bicicleta.
O si no la más directa, sí la que tiene mejores carreteras sin peajes. El Pirineo aragonés es el hogar de dos parques nacionales grandes y hermosos: el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, y el Parque Nacional de los Pirineos. Estos parques albergan una impresionante variedad de flora y fauna y su correspondiente dosis de turistas. Rutas como el Ibón de Piedrafita o Cola de Caballo se saturan en fechas puntuales, pero en la zona media hay coordenadas que se libran del gentío: los valles de Aragües y Borau. Esta masificación también aplica en los pueblos de Aínsa, Jaca, Alquézar y Benasque. Preciosos, pero populares.
La zona aragonesa de Pirineos es también área de cultivo de un pez que lleva en la Tierra 135 millones de años: el esturión. Según empresas del sector de la cría del esturión y la trucha, estos animales habitaban los ríos Aragón, Gállego y Cinca pero la construcción de embalses y otras ingenierías alteró su hábitat natural. Hoy se ha recuperado la especie a través del cultivo con fines gastronómicos: las huevas de esturión conviven con las de trucha dentro del mercado del caviar nacional. En Callizo, el restaurante Michelin de Josetxo Souto y Ramón Aso, localizado en Aínsa, practican una cocina con este y otros productos locales.