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NOSTÀLGIA DE FUTUR

Placemaking: el nuevo arte de hacer lugares

  • La plaza de la ermita de Orriols antes de la intervención urbanística. Foto: KIKE TABERNER
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Podemos dar oficialmente la bienvenida a otro concepto anglosajón que se ha introducido rápidamente en la jerga urbanística, pero también, más allá de nuestras fronteras, en el día a día de las ciencias sociales, el marketing, la gestión comercial, la arquitectura, las políticas públicas y de desarrollo económico.

El placemaking no tiene una traducción fácil del inglés a otros idiomas. De hecho, aquí no distinguimos demasiado firmemente entre lugar (place) y espacio (space). El placemaking vendría a ser el arte, o la ciencia social, de convertir los espacios en lugares. Entendiendo los espacios en su dimensión física y los lugares como los espacios llenos de identidad, usos y personas.

El concepto de placemaking rompe las barreras disciplinarias tradicionales: arquitectos, ingenieros, geógrafos o economistas; para centrarse en el objeto más que en las herramientas. Las placemakers son aquellas personas dedicadas a la mejora de la calidad de vida y el bienestar de las personas a través de la planificación, el diseño y la gestión de los espacios públicos.

Probablemente os preguntaréis si de verdad necesitamos adoptar otro anglicismo para que predicadores y vendedores de humo se llenen la boca. Pienso que esta vez sí, que el no tan nuevo concepto, nacido a remolque del trabajo de Jane Jacobs y Willam H. White en los 60, y popularizado desde los 70 por la organización Project for Public Spaces, consigue aportar algo.

El nuevo jardín de Orriols con la ermita en el centro. 

Como esta organización lo define, el placemaking inspira a las personas a reimaginar y reinventar colectivamente los espacios públicos que habitan como el corazón de cada comunidad. Fortaleciendo la conexión entre las personas y los lugares que comparten, el placemaking se refiere al proceso colaborativo por el cual todos podemos definir nuestro ámbito público para maximizar el valor compartido; está por tanto relacionado con el derecho a la ciudad. Más allá de simplemente promover un mejor diseño urbano, el placemaking facilita patrones creativos de uso, prestando una atención particular a las identidades físicas, culturales y sociales que definen un lugar y apoyan su constante evolución. 

El placemaking está relacionado con nociones existentes como el urbanismo sostenible, colaborativo o táctico pero es un concepto lo suficientemente elástico, aún singular, para ir mucho más allá que los anteriores. Los principios del placemaking pueden servir también de premisas para diseñar efectivas estrategias urbanas, que en esencia, también son estrategias de desarrollo económico.

¿Cuales son esos principios? El placemaking está impulsado por la comunidad; es visionario, es decir, define colectivamente futuros posibles; pone por delante la función a la forma, los usos al diseño; es adaptable, inclusivo, contextualizado, dinámico, trans-disciplinario, transformativo, flexible, colaborativo y sociable.

El placemaking se está convirtiendo además un una significativa red horizontal de profesionales empeñados en construir mejores lugares junto a los ciudadanos, entendiendo la diversidad y singularidad de cada sitio; ante la rigidez de la planificación urbana y los silos disciplinarios es, sin duda, un soplo internacional de aire fresco.

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