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EL BILLETe / OPINIÓN

Podemos no debería entrar en el Consell

Foto: EVA MÁÑEZ
9/06/2019 - 

Y Esquerra Unida menos. Por su bien y el de todos. Sigo con atención la negociación del segundo pacto del Botànic, el Botànic II, y por más que le doy vueltas no veo ninguna ventaja a la entrada de Podemos y EUPV en el nuevo Consell de Ximo Puig. Solo veo inconvenientes, para Puig, para Oltra, para PSPV, para Compromís, para Podemos, para Esquerra Unida y para los valencianos. No hablo del quién, que aún no se sabe, ni del qué, hablo del cómo. 

Quizás no lo han pensado bien Dalmau y compañía, quienes mucho antes del 28A ya anunciaron que entrarían en el Gobierno si ganaba la izquierda. Están en su derecho, por supuesto, pero no estaría de más que le dieran una pensada ahora que aún están a tiempo, una reflexión en plan: ‘qué ganamos nosotros con un par de consellerias aparte de colocar temporalmente a algunos de los nuestros, pírrica cosecha si tenemos en cuenta los contras’.

De tripartitos autonómicos tenemos pocos ejemplos en España pero nadie olvida la nefasta experiencia catalana, con Maragall y Montilla al frente (2003-2010), que acabó como el rosario de la aurora con los tres socios hundidos en las urnas. Aquello marcó el inicio de una época de inestabilidad con cuatro convocatorias electorales en siete años. Sí, pasó lo del Estatut, la sentencia del Constitucional, el procés, etcétera, pero el momento en el que se jodió Cataluña, por decirlo en términos vargasllosianos, hay que situarlo en aquella etapa.

Rubén Martínez Dalmau, líder de Podemos. Foto: EVA MÁÑEZ

Aquí podríamos tener hasta un cuatripartito si finalmente le dan una conselleria a Esquerra Unida. Los comunistas están a un paso de romper el matrimonio de conveniencia con Podemos y si no lo han hecho ya es porque están a la espera de ver qué les cae. El escaño que Compromís arrebató al PP en los minutos finales del recuento cambió la historia de esta legislatura porque elevó la suma de la izquierda a 52 diputados –la mayoría absoluta son 50– haciendo irrelevantes los dos de Esquerra Unida, que con 51 habrían sido tan decisivos como los seis de Podemos para formar gobierno y habrían ido por libre. 

No le arriendo la ganancia a Martínez Dalmau aunque le den una vicepresidencia tercera, ni a Ignacio Blanco si lo nombran conseller, porque es pan para hoy y hambre para la siguiente legislatura. La experiencia dice que de una coalición de Gobierno sale beneficiado en los siguientes comicios el partido que la encabeza. Dirán que estando fuera no le ha ido mejor en estas elecciones, pero el caso de Podemos no sirve de ejemplo porque el desmoronamiento del partido de Pablo Iglesias venía de lejos.

Además, entrar en el Consell supondrá para Podemos y EUPV tener que responsabilizarse de todo lo que apruebe ese Gobierno. Y el PSPV, llamado a dirigirlo como ganador de las elecciones, es una formación socialdemócrata que tomará decisiones que no van a gustar a Dalmau. ¿Qué harán, votar en contra y filtrarlo a la prensa? ¿Salir a la palestra a criticar a sus socios de Gobierno como hizo Oltra cuando el Consell aprobó el adelanto de las elecciones? ¿Votar en Les Corts en contra de una ley surgida de su Gobierno? ¿Mostrar una imagen de desunión que Puig y Oltra se cuidaron mucho de evitar con sus casi 4.000 acuerdos de gobierno tomados por unanimidad? 

Se puede influir en el gobierno y obligarle a aprobar medidas sin estar en él, como ha demostrado Podemos con el SMI o ha hecho mil veces el PNV, partido al que, como saben los habituales de esta columna, admiro y envidio. 

Negociadores del pacto del Botànic II, camino de una de las reuniones. Foto: KIKE TABERNER

Si nos vamos a los números, PSPV y Compromís gobernaron la pasada legislatura con 42 diputados y ahora suman 44, a solo seis de la mayoría absoluta, así que la presencia de Podemos-EUPV en el Gobierno está menos justificada. Por supuesto, los morados tienen todo el derecho a exigir entrar en el Consell, pero en una democracia parlamentaria me parece más sano que el Gobierno no tenga mayoría absoluta.

Un tripartito con mayoría absoluta debilitará al poder legislativo, puesto que Les Corts serán una mera caja de resonancia del Ejecutivo, sin margen para modular las leyes debido al rodillo gubernamental. Los tira y afloja se trasladará así al seno del Consell, con mayor o menor publicidad –esa imagen no conviene al Gobierno–, para después llevar los acuerdos cocinados a una Cámara autonómica que perderá parte de su protagonismo.

Una dinámica que no será necesariamente más eficaz. Un estudio de 2004 de José Antonio Cheibub, Adam Przeworski y Sebastián M. Saiegh –universidades de Yale, Nueva York y Pittsburgh– sobre la base de más de 700 casos de partidos que habían gobernado sin tener la mayoría absoluta demostró que aquellos que gobernaban en solitario con acuerdos parlamentarios conseguían una producción legislativa igual o mejor que los que lo hacían en coalición. 

Ximo Puig. Foto: EVA MÁÑEZ

Tampoco la arriendo la ganancia a Puig y a Oltra, que no han tenido los reflejos que sí ha demostrado Sánchez para cuestionar desde el principio la presencia de Podemos en su futuro Ejecutivo. Y eso que Sánchez está en posición más débil que el tándem valenciano. A Puig habría que darle una medalla si logra gobernar el tripartito/cuatripartito con la misma mano izquierda que el bipartito anterior. Si en el Consell del Botànic eran diez, contando al propio Puig, ahora se habla de 14 consellerias a repartir entre PSPV, Compromís –repartidos a su vez entre Bloc e Iniciativa– y Podemos-EUPV.

Puig tendrá, además, un hándicap que ya tuvo y que se verá aumentado, y es que parte de su equipo no lo elige él, se lo imponen, y tendrá muy difícil destituir a consellers que no sean socialistas si no lo hacen bien, aunque tenga esa potestad. 

¿Y todo eso cuánto nos va a costar? Pues bastante más que ahora –más consellers, más altos cargos, asesores... más aparato–, aunque ya hace tiempo que la promesa de 2015 de un gobierno austero quedó olvidada. De hecho, ni siquiera la han recuperado en la campaña de 2019.

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