El documental, disponible en Filmin, ‘El Terrat: los primeros 30’, son tres horas de conversación entre Andreu Buenafuente y su amigo Frankie De Leonardis, donde repasan la trayectoria del 'showman' tanto en lo profesional como en lo personal. La presión, consecuencia del éxito, le ha jugado malas pasadas en algunos momentos de su carrera, de la que se ha sobrepuesto gracias a la terapia, el amor y el humor
VALÈNCIA. “Buenafuente es exactamente lo que pensaba que sería. Cuando de crío le veía en la tele desde València siempre tuve la sensación de que podría ser mi tío, el tío con el que hablas de chicas por primera vez y no te trata como a un niño, si no que te escucha de tal forma que te hace sentir «adulto» y respetado, el tío con el que te fumas un cigarro en una boda, el tío que te echa un cable cuando la cagas. Esa era la sensación que me transmitía por la pantalla. Y no engaña. Ahora que ya me he fumado un cigarro o varios con él e incluso hablado de chicas, lo confirmo: mi tío es cojonudo”. El presentador y guionista valenciano Pere Aznar define así al que ahora es su jefe en el programa Late motiv, de Movistar+.
Cuando repaso los cinco episodios del documental no puedo más que pensar que se trata de un tipo extraordinario, pero como sé que la televisión a menudo distorsiona, lo contrasto con algunos de sus colaboradores. La conclusión vuelve a ser la misma. "Andreu es tan buen jefe como parece. Y encima es buena persona. Esto, hoy en día, es casi como ver pasar un cometa”, declara David Martos, subdirector de Late Motiv. Recojo impresiones similares de Jan Gura, guionista del programa. “Andreu es una persona muy generosa con su equipo, y transmite su visión siempre desde el respeto y el agradecimiento. En sus equipos es muy raro oír un grito”, apostilla.
Hay diversos momentos en el documental donde Andreu se detiene a hablar de sus colaboradores. Todo son parabienes. “He sido espectador de mis compañeros. Sin mi equipo, yo sería menos de la mitad de lo que soy”, afirma. David Martos corrobora lo dicho por el presentador. "Él siempre dice que no tiene un equipo sino que forma parte de un equipo. Y eso se nota. En Andreu encuentras un jefe, pero también un compañero generoso".
El premio nacional de televisión 2020 se ve a sí mismo como un pavo real. Mamá pato se siente orgullosa de sus patitos. Le colma de felicidad verse como un entrenador de fútbol, aquel que descubre y da alas al nuevo talento. Son decenas los ejemplos: David Fernández, Santi Millán, Oriol Grau, Yolanda Ramos, Silvia Abril, Jordi Évole, José Corbacho, Bob Pop, Eduardo Soto, Berto Romero, David Broncano, Miguel Maldonado, Raúl Pérez… “Huele el talento y reconoce al que vale”, afirma Gura.
Tampoco se olvida de aquellos que le facilitaron el camino. El presentador los define como los “hombres grifo”, los incentivadores. Aquellos que le dieron un empujón y le permitieron desarrollarse a su modo en la radio y la televisión, como él ha hecho después con sus retoños. Nombres como Javier Pons, que lo sacó de Reus para irse a trabajar a la radio en Barcelona. O Alex Martínez Roig, de Movistar+. También tiene palabras de agradecimiento hacia Joan Ramón Mainat, hermano de Josep María Mainat y directivo de la productora Gestmusic, con quien hizo su primera incursión en televisión, con un especial para TV3. Después de aquello, el directivo le animó a que montara su propia productora. “Salimos del proyecto porque yo creo que tú tienes un futuro en televisión”, le dijo. “Fue muy generoso por su parte”, explica. Lo normal hubiera sido abrir una guerra por tenerlo en exclusiva. El clásico “o conmigo o contra mí”, una de las actitudes más enfermizas del sector y del mundo de hoy día (véase la polarización en la política).
“Siempre ha buscado la excelencia en sus programas desde el amor a su profesión, nunca desde el ego. Dirige con suavidad, con pocas palabras. La autoridad se la gana por confianza, nunca por imposición, como hacen los buenos líderes”, manifiesta Gura. Es la sensación que da cuando le escucho conversar con el director del documental. Ni un ápice de rencores. Grandes dosis de tolerancia y agradecimiento.
Es de gran valor su testimonio sobre el estrés. Nadie está exento. Le puede pasar a cualquiera. Y más en estos tiempos. Andreu explica y normaliza los ataques de pánico que ha padecido en diversas ocasiones. Me siento identificada cuando relata esos momentos. He pasado por lo mismo. Por esa razón me jubilé voluntariamente de la industria de la televisión. No es en absoluto fácil vencerlo. Los que hemos trabajado en televisión sabemos que el medio es apasionante pero te deja exhausto. Aunque no lo parezca, hacer tele no es jiji jaja. Es trabajar como mulos un día tras otro. En el caso de Andreu, además, frente a cámara.
Un buen día apareció en su vida el miedo como elemento paralizador. Fue una noche, antes de un programa en directo. No pudo hacerlo. Decidió parar y tomarse un tiempo. No fue la única vez. A partir de ahí, comenzó a hacer terapia. Andreu analizó con detalle a Andreu. De esta forma asentó los que serían sus pilares vitales. El amor, la familia, en primer lugar; y, por supuesto, el humor. “La comedia cura. Ahí me agarro. Con fuerza”, escribe en su libro Reír es la única salida (Harpercollins, 2020). Gracias al humor, el presentador relativiza y combate la tensión. “Así pude recuperar mi dignidad y mi rumbo”.
“Andreu sabe que las presiones y los miedos de quien está en las alturas, se digieren mucho mejor cuando se está acompañado de un equipo unido y valorado”, revela Jan Gura. Su equipo, de nuevo, se manifiesta como otro de sus bastiones.
La guinda la pone en su apuesta por la música en directo. “Una vez, un directivo de televisión me dijo con sorna que no entendía por qué ponemos música en el programa”, relata en su libro. El tema surge también en el documental. “Me decían que quitara las actuaciones, que el público se va”.
Lejos de hacer caso a aquel ejecutivo que “no escucha y solo habla y habla”, Buenafuente ha apostado siempre por la música en directo. Las actuaciones en su programa, Late Motiv, son vibrantes joyas audiovisuales, momentos inolvidables, tremendamente emocionantes. Una brillante combinación de imaginación y talento en todos los aspectos (realización, iluminación, escenografía, actuación musical), que levantan a cualquiera del asiento. “La música te cambia”, apunta en su libro.
Mientras preparaba este artículo, le decía estos días a un colega que parezco una fan. Tendré que asumirlo: lo soy. Escucho con sana envidia cómo hablan de él. Veo sus programas a trocitos por las redes sociales. Conozco, aunque ya me suena lejano, la sensación de tener ese tipo de jefes. Gente como Jordi Hidalgo de RTVV o el exproductor gallego Pancho Casal. Hay pocos y se cuentan con los dedos. Pero esos son los que hicieron que la televisión me mereciera la pena durante un tiempo.
“A mí me fascinan dos cosas de su forma de ser y de trabajar: una, la capacidad de contagiar la pasión por su oficio. Y la otra, la habilidad de mantener la exigencia sin romper nunca el ambiente de diversión. Gracias a sus indicaciones siempre respetuosas, sus bromas en los ensayos y su energía pegadiza, ha demostrado que es posible hacer un buen programa y que los que trabajamos en él, nos divirtamos. Creo que ahí está un poco la clave de todo: si nosotros nos lo pasamos bien, el público seguro que también”, asegura David Martos. Una gozada. Agradecer a Buenafuente que haga tan buena televisión. Y, como dicen sus colaboradores, por ser tan buena gente.