VALENCIA. “Cierro la persiana en junio”. Platero no se anda con tonterías, ni le busca los tres pies al gato... “¿Que por qué? Es una mezcla de muchos factores: una necesaria reforma de la cocina (y no es el mejor momento), abrimos pronto un centro de I+D en Campanar, algún problema con el local, las noches entre semana —que no funcionan como esperábamos y en fin, que nos apetece hacer otras cosas”.
La noticia del cierre de Macel·lum es una bomba en el ecosistema gastronómico valenciano, quizá la más inesperada: Platero, finalista de la última edición de Top Chef y quizá el más dotado de una generación de jóvenes chefs valencianos, piensa ya en tomarse un tiempo para viajar, comer, pensar y centrar sus energías en Come y Calla, la taberna de tapas (y bocatería) que llena todos los días en Campanar.
Platero era (es), por así decirlo, la cabeza visible de ese supuesto “relevo” gastronómico en Valencia, la punta de lanza de una generación de chavales sin prejuicios ni localismos arroceros; Platero, Víctor Rodrigo, Barella, Yelel Cañas, Appetite... Pues bien: se acabó.
¿Qué narices pasa?
Un repaso rápido. A lo largo de estos días, además de Macel·lum, bajarán la persiana Q de Barella de Quique Barella y Elsa Fuillerat y Gadhus, en la Galería de Jorge Juan, de Alfonso Gallego Dos Santos y Richi Goachet. El proyecto experimental de Víctor Rodrigo (el renovado Samsha) ha perdido a Ana Rubio, que recala en El Poblet y a la mano derecha de Víctor en cocina; un proyecto arriesgado que tiene difícil cuajar en este momento.
Vamos por partes: Barella cierra por culpa de mesas vacías, así de sencillo. El proyecto no cuajó ni en la zona ni mucho menos en ese local que no hay manera de levantar: de Finlandia 7 se fueron Óscar Torrijos y Apicius. Dice Barella (gran cocinero, gran tipo) que aprovecharán para reflexionar y pensar otro enfoque. Ojalá lo encuentres y lo disfrutemos pronto, Quique.
Hablo con Alejandro. Hablamos de sus proyecto futuros: quizá una arrocería (“Me apetece mucho”), quizá en el centro... Se sincera: se siente más cómodo en un proyecto como Come y Calla, una cocina más directa, casual y cercana —quizá sin tanta presunción. Mucho más cerca del cliente.
El presente, ¿y el futuro?
A lo largo de estas semanas me he encontrado con demasiados pataleos (y no precisamente por parte de los protagonistas de ahí arriba, que capean el temporal con dignidad y resignación: más bien por parte del sector gastronómico y de tanto bocazas en el lodazal de las redes sociales) y con ese discurso tan provinciano y tan manido: “Es culpa de los valencianos”, “Es que en Valencia no puedes salir de la paella y las bravas”, “Es que esto no es Madrid”.
Pues mira: no. Quizá sea el momento de dejar de echar la culpa “al otro” y pensar que quizá, también, falla la oferta. Quizá hemos olvidado de qué iba esto. Quizá no está tan equivocado el guiri que “sólo” quiere disfrutar del sol y una ensaladilla frente a La Lonja y sí el notas que va por ahí presumiendo de las Estrellas Michelin que visita, aprovechando los veinte pavos de Cuina Oberta. Quizá es momento de reflexionar.