VALÈNCIA. En el último Mobile World Capital Barcelona se presentó un estudio que hablaba de la existencia de 2.663 startups en España en 2016, un 1% más que el año anterior. Según este, en Barcelona se concentraría el 28,4% de las nuevas empresas, seguido de Madrid, con el 27,1%, y Valencia, con un 5,2%. Más complicado resulta encontrar datos relativos a las que caen, pero la aceleradora Conector habla en su blog de estadísticas que indican que el 90% de las startups desaparecen, más o menos, a los 20 meses de su creación. ¿Por qué fracasan?
Gossip nació en 2013 como una red de microblogging donde los usuarios podían poner cualquier rumor de gente que tuviese alrededor y votar si era cierto o falso. La idea era crear una herramienta aprovechando el tirón del mundo del cotilleo en España. Se comentó en una cena de alumnos de Esade y a raíz de ahí se viralizó de forma bestial. De la noche a la mañana Gossip se convierte en un fenómeno que abre informativos, ocupa portadas de periódicos y los impulsores de la aplicación empiezan a tener periodistas en la puerta. Llegaron a tener 1.000 concurrentes a la vez utilizando la app que solo estaba para iphone y prácticamente sólo en Barcelona. Consiguieron 26.000 usuarios registrados y 24.500 descargas. El problema fue que, además de periodistas, empezaron también a tener en la puerta a la policía porque el target que más se entusiasmó con la idea fue el de los menores en los colegios. Los padres, alarmados por el mal uso que se hacía de la aplicación, empezaron a protestar e interponer denuncias.
“Ninguna llegó a trámite. Nunca se levanto acta alguna” declara ahora Ignacio Espada Arés, fundador de Gossip junto a Oriol Blanc, otro emprendedor de raza con quien había trabajado antes en Fever. “Juntamos el mejor equipo de ingenieros que podía reunirse en ese momento”. Entre todos pusieron en marcha sucesivos protocolos de protección para filtrar la entrada de menores a la aplicación, pero el revuelo fue de tal calibre que les dificultó el acceso a la financiación, ni pública ni privada, y a los ingenieros había que pagarlos. Sólo Mola.com invirtió 50.000€ en la compañía. Para salvar la situación, se procedió a un rebranding, cambiando el nombre de la app y el contenido. La nueva aplicación era como un microbloggin en el móvil, un foro con distintas temáticas, “pero aquello no explotaba y tampoco era lo que queríamos. Y ahí decidimos morir”, cuenta Ignacio Espada, actual responsable de marketing en Valeet.
Métricas envidiables, un equipo excelente, buena acogida en el mercado…¿Por qué cayeron? “Morimos de éxito. Crecimos de una manera desorbitada, pero con usuarios que ni nos esperábamos. Fallamos también en la gestión. No supimos solventar una crisis como la que se nos vino encima. Tampoco intentamos monetizar aprovechando el tirón. Podríamos haber metido banners, pero éramos muy puristas y no queríamos ensuciar la app que había ganado un prestigioso premio al diseño. El otro gran error fue hacer caso a gente de fuera, a los gurús del emprendimiento”. Conclusiones: “Nadie conoce tu producto mejor que tú y si puedes monetizar, monetiza”.
De las explicaciones de Ignacio Espada se deduce también la importancia de vigilar todas las patas de un negocio. No vale con ser muy bueno en algo y descuidar el resto. Pero también se desprende que no es sólo un error el que acaba con la vida de una startup, sino un cúmulo de ellos.
Existen numerosos estudios que hablan de los principales motivos que destruyen a las startups. El emprendedor estadounidense Bill Gross, fundador de Idealab, tras analizar 200 compañías determinó que el timing (coincidir en la salida con una demanda a la expectativa) es, en el 42% de los casos, la razón principal del éxito, muy por delante del equipo, el modelo de negocio o la financiación (14%). Sin embargo, otra investigación, esta vez de la consultora CBinsights, pone la falta de financiación (29%) como la segunda causa de la caída de una startup y traslada el timing al décimo lugar de un ranking de 20 items. La primera, según las conclusiones de éste, es que no había una necesidad en el mercado (42%). Otras de las razones que se recogen son demasiada competencia, falta de entendimiento entre los emprendedores y entre estos y los inversores, no acertar con los precios, modificaciones legales, perder el foco del negocio o un mal emplazamiento.
Independientemente del estudio que se consulte, la financiación es una constante, pero lo cierto es que muchas de las startups caen incluso después de haber levantado una o dos rondas de capital importantes. Fue el caso de Take it Easy, startup española de comida a domicilio impulsada, entre otros, por Adrien Roose. También el suyo fue un crecimiento exponencial que, en 12 meses, les hizo pasar de 10 a 160 empleados con presencia de Valencia, Madrid y Barcelona. Antes del cierre, Roose reconocía abiertamente una situación insostenible donde “nuestros ingresos no cubren los gastos”. Pero ese desequilibrio entre el dinero que entra y el que sale revela algo más.
Tomás Santoro, CEO de SumaCRM reconoce el peligro que supone una mala gestión y a la pérdida del control de la caja. Esta fue una de las causas por la que, cuenta en este post, tuvo que cerrar una de sus primeras startups, Totombola. Un fallo que ahora le parece de novato, pero que se produce con frecuencia. Para no volver a tropezar con la misma piedra cuenta que han implantado en la nueva compañía un Excel Flujo de Caja que cumple a rajatabla. Los 40.000 euros reservados para la caja son innegociables y, para mantenerlos, los cálculos van más allá de las ventas y la facturación.
También dar prioridad a la caja se revela como el primero de Los 10 mandamientos del emprendedor, en el libro de Antonio Manzanera, director de la sociedad de capital riesgo Savior Venture Capital.
Contaba también Adrien Roose en Medium que, en un intento desesperado por evitar la caída de Take it easy, lucharon por cerrar una tercera ronda de financiación que estuvieron a punto de lograr “tras haber sido rechazados por 114 fondos de capital riesgo”.
Como todos, los creadores de startups cometen errores y aciertos, pero la persistencia y la tenacidad ante las adversidades que revelaba Roose es lo que distingue a un buen emprendedor. Ellos lo saben, por eso se siguen el rastro y, poniendo más el foco en los éxitos que en los desaciertos, la mayoría de estos emprendedores que han sufrido algún batacazo acaban integrándose en nuevos proyectos para aportar talento. Al fin y al cabo, como dice Santoro, la experiencia es un grado.