Ha ocurrido en Andalucía, y mucho me temo que lo volverán hacer sin ningún escrúpulo en el resto de España. Lo vamos a ver durante la próxima campaña electoral. Ondearan banderas que solo servirán para enfrentarnos. De aquí a mayo no vas a ver ondear ideas, proyectos, ni soluciones a tus problemas. Solo verás ondear banderas teñidas de rabia, de confrontación política. Banderas que tratarán de escupir al resto de españoles con escudos hipócritas que servirán para sus ilegítimos objetivos: engañaros.
Actualmente los cualitativos dicen que levantar emociones territoriales, es decir, ondear banderas, puede ser un buen caladero electoral para generar la crispación política suficiente para anestesiar la corrupción y el abandono que hemos sufrido en los últimos años. Hablemos, pues, de la unidad del país y no hablemos de corrupción. Hablemos de la unidad de España y no hablemos ni de Gürtel, ni de Rato, ni de Fabra, ni de Camps, ni de Zaplana, ni de Olivas, ni de Blasco, ni de Cotino, ni de Rus, ni de Milagrosa, ni de Ripoll, ni de Costa, ni de otros tantos.…
Así que si logran que hablemos de inmigrantes, de toros, de la caza, del maltrato de las mujeres a los hombres, de que no existe el cambio climático… conseguirán que no hablemos de ellos. De eso se trata. Hablemos de todo y no hablemos de ellos. En el diseño detenido de sus estrategias no importan los efectos que puedan provocar. No importan los daños colaterales que puedan seguir provocando a la convivencia. Solo importa ganar. Solo importa alcanzar la orilla del poder institucional y seguir dirigiendo la democracia. Un poder que tú les puedes prestar después de que te vuelvan a mentir.
¿Tan profunda es la crisis de las organizaciones políticas, de la confianza en el sistema, que se ignoran las consecuencias que producen las estrategias electorales de la derecha ultramontana?
Indudablemente los partidos políticos no atraviesan sus mejores momentos. Es cierto. Unos momentos, como dice Aznar, “sin tutelas y sin tu tía”. Es probable que de ahí derive la posibilidad de vivir una mayor fragmentación parlamentaria tras este ciclo electoral. No olvidemos que a una mayor fragmentación parlamentaria tendremos una mayor inestabilidad y, por consiguiente, un mayor descrédito de las instituciones democráticas. Algo que sin lugar a dudas producirá un incremento de las opciones que representan los populismos ultras.
Y en medio de este panorama asistimos a la desesperación electoral que viven los populares valencianos. Una desesperación consecuencia del descarrilamiento político. Un partido acostumbrado, desde 1995, a lidiar en el espacio electoral político que va desde el centro derecha hasta la ultra derecha, un espacio en el que ahora se siente doblemente amenazado. Ya no están solos y ya no saben, muy bien, como reaccionar. No saben como afrontar los próximos meses. La deriva electoral parece imparable.
Vemos como los nuevos populares valencianos se ven sometidos a las decisiones tomadas desde Génova. Decisiones tan sorprendentes como desconcertantes. Por un lado dejan sin cuestionar a la candidata a competir las autonómicas y al mismo tiempo lanzan en la capital un órdago incompatible con la primera decisión. Todo esto mientras el PP se reencuentra, en su convención de Madrid, con sus valores más rancios y con su pasado, con Aznar. Y todo esto como el que acude con naturalidad a la sesión semanal de su psicoanalista con el ánimo de recuperar su propia autoestima. Las primeras palabras que pude leer en Valencia Plaza de la candidata popular a la alcaldía de la ciudad de Valencia eran: "Me presento para que el catalanismo quite sus manos de esta ciudad", toda una declaración para intentar avanzar por el camino más fácil aunque más trágico para la convivencia.
Y todo esto no solo ocurre con los partidos llamados clásicos, también lo podemos ver en las nuevas fuerzas políticas emergentes. Sí, me refiero a Ciudadanos. Un proyecto político que parece, en ocasiones, más arraigado en Luxemburgo que en la Comunitat. Del aspirante a candidato autonómico del partido emergente también podíamos leer: "Hay que quitar las zarpas del nacionalismos en las escuelas". Podréis observar el gran nivel de coincidencia de las declaraciones entre el candidato de ciudadanos y las de la candidata popular a la ciudad. Uno habla de zarpas en la educación, la otra de manos catalanistas en la Ciudad. No creo que esta coincidencia responda a una casualidad. Más bien responde a la estrategia de una campaña electoral en la que importa sobre todo manipular las emociones de los electores como si blandieran plastilina. En definitiva, sí en Andalucía nos ha dado buen resultado hay que volver a intentarlo también aquí.
Y mientras en la derecha ondean las banderas de la crispación, ¿qué ocurre en la izquierda? Podemos se sitúa en una encrucijada, que de no resolverse de manera que recupere la confianza de sus votantes, les aboca a una grave crisis. De querer asaltar los cielos por encima de los hombros de la socialdemocracia, a las luchas intestinas, en un momento en el que el futuro nos reclama más que nunca que seamos capaces de generar confianza para que los valores de la igualdad, la liberta y la fraternidad no corran peligro en nuestro país. Winston Churchill decía, eso tan conocido como tan olvidado a su vez, que los adversarios se sientan enfrente y los enemigos en la fila de atrás – en clara referencia a los compañeros de su partido -.
Es muy elevado el nivel de responsabilidad que se nos exige. No podemos anteponer nuestras ambiciones, por democráticamente legitimas que las consideremos, a la continuación del cambio. Como sucedió en 2015. El inicio de un cambio que no debe tener vuelta atrás. Hay quien quiere que "quitemos las manos de las instituciones", como si hubiéramos olvidado que ocurrió cuando las metieron ellos.
No permitamos que nos acaben devorando las fake news. No dejemos que las nuevas formas del capital acaben con el Estado del Bienestar y con la Europa que conocemos. No dejemos que entren en nuestra Comunitat las mentiras de Trump, ni de Banon, ni de Orban, ni de Salvini, ni de Bolsonaro…y sobre todo, tampoco, las de Abascal y las de Casado.
Dejemos las banderas para los partidos de fútbol.
Alfred Boix es portavoz adjunto del PSPV en Les Corts