VALÈNCIA. Resulta muy complejo acometer extrapolaciones políticas a la Comunitat Valenciana de lo ocurrido en las elecciones catalanas celebradas este domingo. El escenario, los actores principales, el perfil de los votantes e incluso los propios partidos, a duras penas resisten la comparación.
No obstante, esta cita con las urnas sí ofrece la posibilidad de rescatar algunas tendencias que pueden ser comunes al territorio valenciano. Aspectos que los estrategas de las principales fuerzas políticas en la Comunitat ya están analizando.
Probablemente, el bloque de la derecha es el que resulta más asequible de estudiar a la hora de reflexionar sobre la incidencia de los comicios catalanes en tierras valencianas, dado que es un voto generalmente más preocupado por las tendencias estatales que por la agenda política local.
El desastre de Ciudadanos, que ha pasado de fuerza más votada a séptima con una pérdida de 30 escaños, emula la debacle vivida ya en las últimas elecciones generales. Se evidencia que el gran éxito de la fuerza naranja estaba sustentado en los vientos favorables de la política nacional y en su discurso fresco y sin complejos en una autonomía donde hasta el PP había coqueteado por momentos con el nacionalismo.
Sin embargo, aquel resultado no sirvió ni para presidir ni para gobernar: Inés Arrimadas se marchó al Congreso de los Diputados y, sin estructura local ni unos anclajes ideológicos exclusivos, Ciudadanos ha sido víctima del voto al constitucionalismo útil que el socialista Salvador Illa ha querido transmitir y de la copia radical del discurso naranja que ha tejido Vox.
Ahora bien, más allá de estas carencias, el resultado en Cataluña es fruto de la semilla del desastre de las elecciones generales de noviembre 2019, donde Albert Rivera pasó de tener 57 escaños a sólo 10 en apenas siete meses, lo que evidencia cuánto acusa la marca ciudadana el estado de salud de sus siglas en el termómetro nacional.
Es por ello que el resultado de Ciudadanos en Cataluña sí puede representar una tendencia que podría ser generalizada. En la Comunitat, con Toni Cantó como candidato, lograron 18 escaños -a uno del PP- en los comicios celebrados al mismo tiempo que los estatales en abril de 2019. ¿Cuántos de esos más de 470.000 votantes repetirían su decisión si las elecciones se repitieran mañana? Esa es la pregunta clave que todas las fuerzas políticas se hacen.
Se ha escrito mucho sobre los reiterados acercamientos del presidente de la Generalitat, el socialista Ximo Puig, a Toni Cantó en los últimos meses. Una aproximación que no sólo se ha producido en el escenario de los liderazgos, sino también en el ámbito municipal con algunos pactos locales de relevancia.
Dada la tendencia a la baja de Ciudadanos, no son pocos los que se han preguntado si Puig no cometía un error soliviantando a sus socios en el Botànic -Compromís y Unides Podem- por llegar a acuerdos con una formación con la que difícilmente llegaría a sumar los escaños suficientes para gobernar.
No obstante, para los estrechos colaboradores del presidente, esa aproximación se asemejaba a lo que ellos llaman "el abrazo del oso" de Puig. Sintonía, proximidad y acuerdos con una formación con una enorme bolsa de votantes en inminente fuga. Una parte de la ciudadanía donde Compromís y Unides Podem, por motivos ideológicos obvios, tiene muy difícil llegar y que, Puig, con su aura presidencial y una pátina de moderación, sí podría alcanzar.
"Las elecciones siempre se ganan por el centro", sentencia un histórico dirigente del PSPV preguntado por este diario y, por eso, la estrategia del presidente de la Generalitat en esta legislatura ha apuntado a ese intento de crecer por esa vía. Para ello, la coyuntura en Ciudadanos también era propicia: su deseo de diferenciarse de PP y Vox haciendo una oposición dialogante y constructiva también podría ser una vía útil para mantener un papel protagonista en la agenda valenciana. No obstante, el daño recibido en Cataluña es un golpe muy duro para los intentos de Cantó de salvar el barco naranja.
Sin embargo, en el PSPV son conscientes de que, como socios de Compromís y Unides Podem, el porcentaje que podrían absorber de Ciudadanos no sería demasiado alto. Pero, con esta posición dialogante y pausada, pueden hacer que entre en juego otro factor: la abstención. La participación en las elecciones de 2019 -que coincidieron con las generales- rozó el 74%, tres o cuatro puntos por encima de lo habitual. Que Puig no se perciba como una amenaza para la derecha moderada también es un factor más que interesante para los socialistas valencianos, que si no logran convencer al votante de Cs de que elija su papeleta, sí pueden desincentivar su visita a las urnas.
"La gran mayoría fueron votantes nuestros", afirma por otro lado una alto cargo del PPCV. Una frase que, en sí misma, encierra la clave del éxito para una recuperación de la otrora todopoderosa formación de la gaviota en la Comunitat Valenciana. Tan fácil y tan difícil. Convencer a aquellos que abandonaron al PP decepcionados ya fuera por los casos de corrupción o por la borrachera de dos décadas en el poder, y a los jóvenes que se identificaron con la frescura del nuevo partido neoliberal. Algo de lo que, seis años después, todavía no han sido capaces y que, ahora, deben lograr por una cuestión no solo de victoria, sino de mera supervivencia.
Porque otro de los triunfadores de las elecciones catalanas es Vox. Otro partido que también se mueve al impulso de las corrientes estatales. Una dura competencia populista y de extrema derecha que puede calar en el sector del hasta ahora votante de Ciudadanos que sea especialmente los profundamente centralistas y que, al margen de la ideología, se sienta más indignado por la situación económica, territorial, sanitaria, o por todas ellas juntas.
Así pues, la marca Cs está, si no perdida, muy maltrecha. Pero no así los votantes. Más de 470.000 personas que PPCV y Vox quiere convencer pero a las que Puig, se lleve mejor o peor con Cantó, no piensa renunciar.
Más aún cuando su espacio para crecer por la izquierda está limitado: hizo coincidir las elecciones autonómicas con las generales para debilitar al máximo a Compromís -y según su tesis, 'salvar al soldado Podem'-, si bien eso apenas conllevó un aumento de cuatro escaños para el PSPV, mientras que la coalición que lidera Mónica Oltra, que evidenció tener un suelo electoral sólido, perdió sólo dos.