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el muro / OPINIÓN

Premios y obligaciones

14/05/2023 - 

L’Etno, para entendernos mejor, el Museo de Etnología de Valencia de toda la vida, aunque por aquí nos guste tanto cambiar los nombres con el fin de aparentar o hacernos creer que son nuevos o diferentes cuando parten de lo mismo de hace cincuenta o más años, acaba de ser reconocido como Mejor Museo Europeo de Cultura Popular. Ha sido toda una sorpresa. Pero hemos de felicitarnos y de felicitar a la institución que lo mantiene, en este caso, la Diputación de València.

No sé realmente que beneficios crematísticos o museísticos tendrá este galardón en el futuro, pero sí que al menos ganará visitantes y visibilidad, que ya es importante para un centro que nunca ha sido la alegría de la huerta ni ha contado con el empuje necesario para abrirse hueco como se merece. Pero, algo es algo.

L’Etno, para ser fieles a su realidad, está ubicado en el Centro Cultural de Beneficencia, un edificio magnífico recuperado por los socialistas en la década de los noventa y que salvó de la muerte inmobiliaria ubicando allí originariamente el valiosísimo Museo de Prehistoria, cuyas colecciones partían del Servicio de Investigación Prehistórica (SIP), y la Institución Valenciana de Estudios e Investigación (IVEI), hoy conocida como la Institución Alfons el Magnànim dedicada a publicaciones de amigos.

Todo eso no quita para reconocer que el Museo de Etnografía, originariamente ubicado en el Palau de Batlia y que almacenaba aparejos y utensilios de labranza principalmente, diera durante las últimas décadas un salto de calidad para entender no sólo nuestro pasado centenario sino hoy en día nuestra realidad cambiante que corre casi tan deprisa como la tecnológica.

Museo de Etnología de Valencia. Foto: PAU MONTEAGUDO

Con este galardón, el museo da un salto de posición. Y eso es de agradecer. Al menos, o es de suponer, la corporación provincial deberá de poner un foco mayor de cooperación. Llamaba la atención escuchar hace unos días en una entrevista a su actual responsable, Joan Seguí, reclamando mayor visibilidad. Lo merece. Porque L’Etno es un museo moderno y con un discurso muy nuestro, esa mirada al ombligo político de turno que en este caso en más que necesaria porque se trata de la labor que debe de cumplir. Pero esa función no sólo le corresponde a la sociedad que lo cobija sino a la institución que lo financia.

En una ciudad y sociedad donde existe superávit de museos y exposiciones, pero sobre todo cierto descontrol de esos mismos museos y esas mismas exposiciones que no alcanzan a veces ni nivel ni siquiera afluencia, visitar L’Etno resulta muy divertido por su moderna mirada y la forma de devolvernos no sólo al pasado de nuestra sociedad agraria, eminentemente, sino sobre todo a la evolución de una sociedad de consumo que campa a un ritmo de vértigo.

Hace unos meses, por ejemplo, llevé a una visita a descendientes veinteañeros y cuál fue mi sorpresa cuando descubrieron que existieron los seiscientos, las cabinas telefónicas y hasta unos aparatos de labranza que no acertaban a descubrir su uso, por poner unos simples ejemplos. Pero todo ello narrado desde un discurso actual y luminoso. Sin olor a rancio sino más bien con ciertos visos de modernidad. Vamos, un objetivo conseguido para que muchos puedan entender de dónde venimos o qué fue de nosotros. O hasta en qué nos hemos convertido.

Para un servidor nuestras instituciones aún no han comprendido, ni antes ni ahora, qué papel ha de jugar un museo. Menos la Diputación de Valencia que tiene grandes joyas a los que no sabe sacar partido ni difundir como se merecen. Al parecer, para nuestras instituciones no hay nada más allá de Sorolla o no dan más de sí entre los tópicos habituales.

Museo de Etnología de Valencia. Foto: PAU MONTEAGUDO

Hablo del Etnográfico de toda la vida o del Museo de Prehistoria de algo más de una vida que hace años debería de haberse convertido en el epicentro natural de un gran Museo Arqueológico Valenciano a partir de sus colecciones, pero sobre todo de los fondos que no se pueden exhibir y los que podría albergar de otras instituciones y se guardan en almacenes de segunda división.

No creo que el Museo de Etnografía tenga un numeroso equipo detrás, pero al menos sí sé que cree en él como se ha demostrado durante todas estas décadas. Porque no deja de ser un archivo de nuestra memoria cultural, agrícola y evolutiva. Algo así como el Museo de Ciencias Naturales ubicado en el antiguo restaurante de los Jardines de Viveros que recoge la potentísima colección de Rodrigo Botet que también durante años estuvo en el antiguo Almudín, hoy rebautizado como centro cultural, ya ven, porque alberga conciertos de cámara debido al cierre por obras en el Palau de la Música. Otra joya que hace y hará las delicias del público familiar que aún no lo haya visitado o desconozca.

Ante tantos museos o centros culturales que viven del gasto desordenado en exposiciones efímeras que a veces no aportan nada, espacios como el Museo de Etnología nos devuelve la confianza. Al menos para tener constancia de nuestro pasado. Y eso sí es importante. Felicidades. Eso sí, lo de la difusión y promoción habría que hacérselo mirar a la Diputación de València. Más aún ahora que para ponerse medallas sus gestores políticos tardan poco. Nada.

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