Llevamos un año con los gobiernos del cambio –palabra que Pedro Sánchez se ha propuesto quemar hasta límites insospechados– y ya estamos en disposición de hacer algún balance. En líneas generales percibo una tremenda indulgencia cuando no benevolencia hacia los actuales líderes locales y autonómicos valencianos. Quizá me equivoque, pero en tertulias, noticias y artículos de opinión (que no se si reflejan la opinión pública o la crean) se sigue pasando revista a los anteriores gobiernos con la excusa de las causas judiciales que siguen su curso y tienen como protagonistas (en su mayoría) a personas que ya no están en la primera línea de la política valenciana, algunas ni militan ya en el Partido Popular.
No malinterpretemos, es de agradecer que la Justicia actúe a la mayor celeridad, que los condenados paguen por sus delitos y que se aclaren las cosas que estuvieran mal hechas, pero de ahí a que se relaje –en exceso– el control y seguimiento a las decisiones de los actuales gobernantes; cuando no, se justifica y amortigua con expresiones como “quizá no era la mejor manera de hacerlo, pero es necesario peatonalizar el entorno de un edificio como la Lonja”, ejemplo éste de un tema que genera debate en la sociedad. ¿Se imaginan si es la anterior alcaldesa la que toma decisiones precipitadas, aunque tuviera una explicación? La respuesta es sencilla, Compromís sabe hacer oposición porque conoce la idea que plasmó su aliado electoral, Pablo Iglesias, cuando se refirió a que el plató de televisión era el parlamento de la nueva sociedad y las redes sociales sus verdaderas urnas. Mientras el PP en el campo de la comunicación no acierta ni cuando se equivoca.
En este primer año a nivel autonómico poco hay que destacar, salvo que se empieza a ver que la ideología subyace en las áreas más sensibles, que son la base en una democracia liberal: sanidad y educación. Especialmente en ésta última donde la crítica al sistema de conciertos deja entrever las ganas de trabajar por la ‘uniforme pluralidad’ –algún día analizaremos este oxímoron–. La idea de formar generaciones con sus filias y sus fobias gana terreno, en lugar de formarlas en la crítica, la imparcialidad y la apertura de mente –a lo que ayudaría la introducción de la enseñanza del inglés con mayor intensidad–.
En el ámbito local, por si no lo saben aún y han podido sobrevivir así, sepan ustedes que pueden acceder libremente (previo paso por el arco de seguridad) al balcón del ayuntamiento. También pueden sentarse frente a la Lonja a contemplarla sin vehículos, aunque la Asociación de Vendedores del Mercado Central acaba de remitir una misiva al alcalde, pues sigue sin habilitarse el parking de la Plaza de Brujas, las paradas y líneas de la EMT van a sufrir recortes y la situación no favorece ni a comerciantes ni a usuarios. El alcalde ha respondido diciendo que “si si, pero no no”, da la razón pero sigue a la suya porque sólo ellos saben lo que le conviene al pueblo.
Aún hay esperanza
Estos días a más de uno se le quedará la cara (y el cuerpo) como a Pep Guardiola cuando vio que sus compañeros y su afición alemana coreaban al unísono ese himno popular que hizo famoso el gran Manolo Escobar: ¡Qué viva España! Para los bávaros, ¡qué cosas!, su entrenador es español y como es lógico pensaron que tal canción le haría estallar en júbilo, lamentablemente no fue así. Les decía que estos días dejarán frío a más de uno al comprobar que el fútbol y la religión vuelven a ser los protagonistas sociales y mediáticos de esta España nuestra. Con la castiza final del fútbol europeo entre los dos equipos de la Villa y Corte del Reino de España y con las coloridas, exuberantes y majestuosas procesiones de Corpus Christi recorriendo las calles y plazas de los pueblos y ciudades, podemos considerar que no todo está perdido entre la espada de lo políticamente correcto y la daga oculta del relativismo.
En Valencia llevamos más de 660 años celebrando la ‘festa grossa’, la más importante históricamente de nuestra ciudad después del 9 d’Octubre, como recordaba el cronista de Valencia, Francisco Pérez Puche. Quien también explica que la fiesta tiene su esencia en lo religioso pero va adornada con “las tradiciones de la religiosidad antigua, explicar al pueblo a través de alegorías”. Esas imágenes donde destacan las rocas, los gigantes o los cirialots y que seguimos contemplando en la procesión de este domingo de Corpus.