Las últimas noticias del asesinato, maltrato de niños, o su intento, nos debe llevar a reflexionar, actividad hoy en día sospechosa y peligrosa, pues no se permite disentir de lo que algunos llaman la dictadura de lo políticamente correcto y que la politóloga alemana Elisabeth Noelie-Neumann lo expuso maravillosamente en su libro “La espiral del silencio” en un ya lejano 1977; si si, a reflexionar sobre las tiempos revueltos en que vivimos, donde la violencia, los haters, la tensión, el sectarismo cunde por doquier y se multiplican por nuestras calles, y parece que todo el mundo mira para otra parte.
Violencia, odio, donde la civilización pierde su contexto y su razón de ser, ya sea llamada (porque todo se politiza en esta Piel de Toro nuestra) violencia de género, violencia machista, violencia intrafamiliar, violencia vicaria, violencia hetero-patriarcal, violencia psicológica, violencia doméstica, violencia contra los mayores, y las más modernas formas tecnológicas como cyber bullying, cyber stalking, Doxing, Flaming, Grooming, hatred, Troleo; cada vez parece que haya más violencia cuantitativa y cualitativamente, ante el miedo y la preocupación de las personas. Porque la protección de los ciudadanos, es uno de los compromisos básicos, o prestaciones publicas del Estado, como diría un ya clásico J.J. Rousseau dentro del Contrato Social, pero claro vivimos un tiempo que en términos macro, algunos hablan de la crisis del Orden Liberal, y que en el micro se puede denominar de la crisis de valores, entre ellos el principio de autoridad.
En las democracias, los distintos colectivos se agrupan para defender sus intereses y proteger su derechos; los trabajadores forman sindicatos, los empresarios y autónomos tienen a sus organizaciones profesionales, los comprometidos con la política fundan partidos, los afectados por diferentes enfermedades letales, crónicas o raras forman asociaciones (sobre todo las madres, y perdón a los padres comprometidos), los mayores crean clubs y agrupaciones de jubilados, los amos y amas de casa sus asociaciones, hasta para las actividades más lúdicas, como son los festeros y las filaes de Moros y Cristianos, las comisiones de Gaiatas, o de Fogueres, o de las Fallas, que forman sus agrupaciones, etcétera, etcétera, etcétera.
Desde los grupos más poderosos a los más frágiles y débiles tienen comportamientos gregarios, para buscar la protección del grupo al que se asocia, pero existe algún colectivo que no puede, como es el de los niños, y que son siempre la parte más débil. Es bochornoso ver como se usan a niños en ocasiones (recuerden el caso con mucha repercusión mediática del niño de El Royo de 8 años entregado a su madre bipolar para su tratamiento) como terapias/terapeutas y así equilibrar y tratar a alguno de sus padres enfermos o en tratamiento mental severo, después de estar creciendo en un entorno estable con padres de acogida; tema que conozco bastente bien por unos vecinos (que son unos santos) y que colaboran desde hace ya muchos años con la GVA en la acogida de bebes, por no estar los padres capacitados para su tutela.
Y no voy a comentar lo tarde y mal que compensan los gastos que producen esos bebes, que cualquiera que haya tenido hijos sabe que solo en pañales y leches especiales por decir algo simple y obvio (muchos de esos niños vienen de entornos con múltiples factores de riesgo como alcoholismo, drogadicción y por lo tato con problemas de desarrollo) es una cifra más que respetable, aunque por supuesto no hay oro el mundo que pague a esas familias, el cariño y el afecto que les proporcionan a esas criaturas. Uno de los problemas, también, es el retraso o las dudas en decidir la suerte de esos niños (demorándose semanas e incluso meses esa decisión), que llevan ya desde chiquitines o recién nacidos una mochila plena de desconfianza y miedo, y que se van encariñando, o simplemente acostumbrándose a un entorno normal, pacífico, sin gritos ni malos tratos, y que de nuevo se ven trasladados a un desconocido entorno (por lo que su nivel de desconfianza vuelve a crecer) en el mejor de los casos, cuando no vuelven en el peor de lo casos al punto de origen de su familia biológica desestructurada como tratamiento/ayuda a sus padres, que han tenido muchos de ellos problemas con el alcohol, las drogas, la delincuencia, la carcel, etcétera.
Porque del caso de los menores tutelados directamente por la GVA en centros públicos mejor casi ni hablar, después de aquel caso del educador, marido de la responsable de las políticas sociales en aquellos momentos, que abuso sexualmente de la niña que tenía que proteger y por el que fue condenado a 5 años. Todo lo que supuso aquel caso y su gestión en su Conselleria (aún sub iudice), indudablemente ha tenido su repercusión en el cambio político actual por el desgaste en el partido que sustentaba a la “lidéresa”.
Y todo lo anterior, además de por las convicciones y buenos propósitos generales, debe hacer que el gobierno entrante sea lo más escrupuloso posible, además de parecerlo, siendo eficaz al máximo, y poner todas sus energías en el propósito de defender a los más frágiles de la sociedad, a los niños, como una de las últimas posibilidades para su rescate, como personas individuales y miembros de esta dura sociedad en la que vivimos; pues no es una cuestión de política es una cuestión de Principios y del Derecho Natural.